Sentiido habló con Mauricio Toro, politólogo, ex congresista y ex presidente de Icetex, sobre por qué tanta gente vota por personajes como Trump o Milei. También, sobre su experiencia como congresista y los retos que existen para que Colombia tenga una educación incluyente y de calidad.
Mauricio Toro es politólogo, especialista en innovación y desarrollo de negocios y magíster en Administración de Empresas. Fue el primer hombre, abiertamente gay, en llegar al Congreso de la República en Colombia (fue representante a la Cámara por Bogotá entre 2018 y 2022) y asumió la Presidencia de Icetex durante casi dos años, renunciando en febrero de 2024. (Ver: El plan B de Mauricio Toro).
Actualmente como activista LGBTIQ y como consultor en emprendimiento y educación, hay varios temas que le preocupan de Colombia. (Ver: Los pasos de gigante de la avanzada conservadora).
Uno de ellos, la avalancha de órdenes restrictivas y discriminatorias que está impartiendo el presidente Trump en Estados Unidos, no solo por el efecto directo que tienen en el país, como el cierre de USAID (la agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional), sino porque con ese espaldarazo internacional, los movimientos políticos que en Colombia se oponen a la diversidad sexual y de género, podrían abanderar abiertamente las medidas discriminatorias que desde hace mucho tiempo les interesa implementar. (Ver: El populismo en las elecciones en Colombia).
Por esto, lo primero que Toro propone es que el activismo por los derechos humanos trabaje unido. “Menos atomización y más unión. Tenemos que estar presentes en todos los espacios de toma decisiones porque buena parte de las personas que actualmente defienden la igualdad de derechos LGBTIQ, no forman parte de esta población. Es decir, es importante que lo hagan, pero sólo llegan hasta un punto porque no es su tema o no tienen el conocimiento suficiente para avanzar más” (Ver: “El activismo LGBTIQ es más efectivo cuando piensa en colectivo”).
“Ahora más que nunca, es clave que el activismo LGBTIQ esté en todos los espacios de toma de decisiones”, Mauricio Toro.
“La falta de unidad del activismo en Colombia les abre camino a los ‘antiderechos’ que sí logran tragarse sapos y tolerarse entre ellos por un objetivo más grande”, Mauricio Toro.
Según Toro, es fundamental que el activismo LGBTIQ forme parte de las Asambleas, de las Administraciones Públicas, del Congreso de la República y de todos los espacios posibles… “Para esto, nos tenemos que lanzar muchas personas. No una ni tres sino 200 o 300. Es la manera de poder avanzar en políticas públicas y de enfrentar de una forma más estratégica las mentiras que difunden los movimientos antiderechos”. (Ver: Cómo y para qué apostarle al activismo)
A Toro le preocupa que los movimientos que se oponen a la diversidad sexual y de género, o “antiderechos”, hayan logrado articularse de manera tan estratégica.
“Han sido capaces de unir iglesias con doctrinas distintas que no suelen trabajar de la mano. Uno encuentra personas evangélicas, presbiterianas, católicas que en temas religiosos tienen visiones distintas, pero que se unen en la oposición a la diversidad sexual y de género, mientras que en el activismo LGBTIQ muchas veces no somos capaces de unir la L con la T y la G, porque empiezan los comentarios: ‘tú no has vivido lo que yo he pasado’ o ‘tú no entiendes mi experiencia de vida’. Y puede que no la entienda completamente, pero puedo defenderla”.
Del activismo y otros temas, Sentiido habló con Mauricio Toro:
Sentiido: ¿A qué le atribuye que tanta gente haya votado por personas como Trump en Estados Unidos o Milei en Argentina?
Mauricio Toro: La pandemia producto del COVID 19 tuvo un efecto importante en todo el mundo. El planeta se paralizó y empezaron los problemas de desempleo y de ingresos.
Y la situación de carencia, de angustia y de incertidumbre económica, detonó una crisis importante. Esta situación no fue ajena ni a los Estados Unidos ni a Argentina. (Ver: Cuando nos volvamos a encontrar).
Estados Unidos, además, como tantos otros países, tuvo problemas de inflación y desempleo. Y Argentina, por su parte, una hiperinflación descontrolada, desabastecimiento de algunos productos y un gobierno populista que no había logrado manejar la situación.
A esto se suma una clase media que no clasificaba para los subsidios pero que tampoco contaba con el bienestar económico de las clases altas. Todo esto llevó a que mucha gente pensara: “por qué no darle la oportunidad a otra alternativa política. Si esta gente no pudo, démosle la oportunidad a alguien distinto para que nos saque de esta situación”.
En el caso de Estados Unidos hay una pregunta de fondo: ¿por qué las personas migrantes, quienes de alguna manera han vivido discriminación (y también tantas mujeres) votaron por una persona como Trump?
Parte de la respuesta es que muchas de ellas se fueron a los Estados Unidos huyendo de economías difíciles en sus países, buscando el sueño americano, y no vieron un cambio importante en gobiernos como el de Biden. Y creen que Trump podría “mejorar la economía”.
Y por la promesa de Make America Great Again le perdonan -o hasta le justifican- que sea homofóbico, racista, abusador, machista, radical, xenófobo…Para mucha gente la prioridad es la seguridad económica y creen que Trump podría avanzar en ese sentido. Algo así como: “Yo voy por quien prometa garantizarme empleo, seguridad y comida. Y le perdono el resto”.
S: ¿El triunfo de Trump es un preámbulo de lo que va a pasar en Colombia en las elecciones presidenciales de 2026?
M.T.: Con una economía que en este Gobierno no ha crecido a la velocidad esperada, con los combustibles subiendo de precio y con unos alimentos cada vez más costosos, muchas personas dicen: “el país no va bien”.
A esto se suma la sensación de ataque al sector privado y productivo, que el desempleo no baje de la forma esperada, los proyectos de construcción detenidos y pocas obras de infraestructura que generan mucho empleo y flujo de dinero.
Además, están los problemas de seguridad que afectan no solamente a las personas que tienen grandes terrenos, sino que en el Catatumbo, en el Cauca, en Nariño…También están afectando a las comunidades campesinas pobres y a la ruralidad porque les están invadiendo sus terrenos. Coyunturas como esta llevan a que mucha gente prefiera votar por quien le prometa mayor seguridad en todos los aspectos.
Después de la pandemia los países se endeudaron para levantar la economía y eso causó un efecto como cuando una persona lanza una pelota muy duro contra el piso. (Ver: Alberto Linero: Dios no tiene nada que ver con el coronavirus).
El gobierno se endeuda, sube la pelota, sube la inflación y eso cae de nuevo. Y en este momento estamos en la caída, en el segundo rebote, y eso va a coincidir con las próximas elecciones, tal como está pasando en otros países.
S: ¿Qué hacer para evitar que los movimientos que se oponen a la diversidad sexual y de género lleguen al poder en sintonía con la derecha?
M.T.: Veo con preocupación que estos “movimientos antiderechos” y de derecha están usando a su favor la narrativa de carencias, de angustias y de falta de seguridad que mucha gente siente. Y con el hambre es difícil jugar. Ahí no hay posibilidad de convencer a alguien de que no vote por un determinado político porque es homofóbico o machista. (Ver: “Muchas personas antiderechos hablan de ‘defender la familia’, pero rechazan a sus hijos LGBTIQ”).
Yo tengo amigos migrantes LGBTIQ en los Estados Unidos. Y cuando les preguntaba qué pensaban hacer en las elecciones pasadas, su respuesta era: “las personas cercanas a mi vida están en un momento difícil y ven en Trump la posibilidad de mejorar su situación económica”. Entonces, le perdonan a Trump “esas otras cosas”.
Los “movimientos antiderechos”, tergiversando los discursos de igualdad, dicen que las personas LGBTIQ buscamos mantener en el poder a quienes nos han dejado en la pobreza y para sostener esto acuden a unas narrativas falsas y simplistas. (Ver: “El amor por mis hijos estaba por encima de lo que decían en la iglesia”).
Recordemos la estrategia del ingeniero Rodolfo Hernández cuando aspiró a la Presidencia de Colombia compitiendo con el actual presidente Petro. A todas las preguntas que le hacían, respondía lo mismo: “voy a hacer que no roben más”. En ese momento había indignación porque se habían robado la plata del MinTIC y en otras entidades había carruseles de contratación.
Y este candidato lo único que decía era: “yo voy a hacer que no roben más”, sin importar la pregunta que fuera. Sin enredarse. Y la gente estaba tan indignada que decía: “ese es el camino”.
Esa misma fórmula simplista es la que usan los “movimientos antiderechos” con frases como: “Con los niños no te metas”, mientras el activismo repite: “A todas las personas nos importan las infancias, pero el problema es que niños y niñas se están suicidando porque los discriminan en el colegio”. Y ellos solamente responden: “Con los niños no te metas”. Y ahí queda todo. (Ver: Hay muchas voces religiosas que no son “antiderechos”).
S: Con lo que está pasando con Trump y Milei… El activismo LGBTIQ está desanimado, con miedo a desfinanciarse, ¿qué hacer?
M.T.: En estos momentos de incertidumbre y de ataques, es cuando el activismo debe estar más unido que nunca. Es super importante dejar de lado las barreras para trabajar en equipo y hacerlo con nuestras diferencias y tonalidades, porque de lo contrario será difícil avanzar y, particularmente, en un próximo gobierno donde los derechos adquiridos y los que faltan, queden en riesgo.
Y si cada persona u organización va por su lado, con los jalones entre letras LGBTIQ, la barricada va a ser tan débil, que estos movimientos la pasarán fácilmente.
Es el momento para pensar en equipo: ¿cómo planteamos un solo discurso que capture la atención de la ciudadanía? Los movimientos que se oponen a la diversidad sexual y de género seguirán mintiendo abiertamente y no es muy estratégico cada uno respondiendo por su lado. El reto está en lograr una sola narrativa.
“Es bien sabido que el movimiento ‘antiderechos’ no solamente busca evitar que avancemos en los derechos que faltan, sino retroceder en lo logrado”, Mauricio Toro.
S: Mucha gente que votó por Petro y Francia Márquez, con la esperanza de cambio, se siente defraudada, ¿qué opina?
M.T.: Este Gobierno no ha salido bien. La izquierda perdió una gran oportunidad de demostrar que podía hacer un buen gobierno. No hay cómo evidenciar que las cosas se están haciendo bien: las cifras hablan por sí mismas.
Claro, no es tan fatal como los opositores políticos lo quieren hacer ver. Los influenciadores y políticos de derecha atacan todo, incluso las pocas cosas buenas que se han hecho. En algunos temas se ha avanzado, pero hay una desarticulación indefendible.
Hubo promesas como: “no vamos a subir el combustible”. Y subió. O “vamos a condonar todas las deudas de Icetex”, algo imposible. Otra promesa incumplida: “vamos a hacer una reforma agraria integral”. En las principales banderas de lo que se propuso no se ha avanzado, incluso en algunas se ha retrocedido. Entonces, es una realidad que hay desilusión y es entendible.
“Que el ministerio de la Igualdad, por ejemplo, una de las banderas del Gobierno, no haya arrancado ni terminado de nombrar a la gente o que la política pública LGBTIQ no haya avanzado a la velocidad que uno esperaría, es increíble”, Mauricio Toro.
S: ¿Qué opinión tiene del famoso consejo de ministros en vivo?
M.T.: Me pareció una buena iniciativa, mal ejecutada, que terminó en el show que vimos. Era una propuesta interesante mostrarle al país qué pasa en un Consejo de Ministros.
Lo planeado era hablar sobre los decretos de emergencia, de la crisis, de lo que está ocurriendo en el Catatumbo…Y era una idea interesante ver cómo cada ministro proponía y respondía frente a lo que estamos viviendo.
El presidente Petro dice: “voy a mostrar directamente lo que estamos haciendo”. Y lo muestra mal. Hay teorías que dicen: “esto estaba planteado”. Sí estaba planeado hablar en un Consejo de Ministros sobre el Catatumbo. Pero no creo que estuviera planeado mostrar los trapos sucios de la casa. Eso se salió de las manos.
No sé en qué momento esto terminó en una rendición de cuentas, algo que el Gobierno había hecho a principios de año y, además, con regaño y enfrentamiento público incluido.
Todo esto demuestra una ruptura grande y profunda dentro del Gobierno. No hay un liderazgo que de norte, sino que regaña, critica y dice: “yo estoy solo y ustedes no me están ayudando” o “yo soy revolucionario y ustedes no”.
Y bueno, el efecto fue de más desprestigio y desilusión que nos deja más cerca de una derecha que promete mano dura y orden, porque lo que se vio fue desorden. Le dieron argumentos a la oposición para hilar una mejor narrativa.
Todo esto despierta angustia y preocupación. La gente dice: “los ministros no le hacen caso al presidente”, “cada uno tiene su agenda y entre ellos se pelean, ¿qué nos espera a nosotros?”.
“El famoso Consejo de Ministros en vivo se trataba más de decirle al país: ‘esto es lo que se está haciendo‘ y ‘así funciona el poder y la política por dentro‘. La idea era buena pero salió mal”, Mauricio Toro.
S: Hay percepción de desorden y de falta de liderazgo del actual Gobierno. Usted que dirigió Icetex en este Gobierno, ¿qué opina?
M.T.: Para mí no era fácil saber lo que estaba pasando en el Gobierno porque Icetex es una entidad descentralizada. Cuenta con su propio presupuesto y es muy técnica. Pero sí tuve la oportunidad de estar en un par de espacios y uno sí ve desarticulación y desorden.
Yo he trabajado en varios gobiernos y cada uno tiene su estilo, pero aquí era difícil entender con quién había que hablar para mover algo, quién podía tomar la decisión.
Uno no espera estar hablando con el presidente todo el tiempo porque obviamente tiene 50.000 cosas, pero siempre en los gobiernos hay un solver o un “resolvedor” de asuntos, un superministerio o un alto consejero que está en permanente comunicación con los ministros, da instrucciones y lo que no puede resolver, lo escala al presidente, pero en este Gobierno esa figura no existe, lo que crea rupturas de comunicación.
Hace unos meses un funcionario que forma parte de una entidad muy importante del país, dijo: “yo ni siquiera tengo el número de teléfono del presidente, no hablo con él”.
En el Consejo de Ministros se vieron ministros, como el de Minas que decía: “adentro hay gente que no ayuda”. Eso es algo que yo vi: no hay quien lidere la batuta y quienes lo han intentado hacer, no tienen la legitimidad ni la experiencia que se espera.
“En este Gobierno faltan ajustes para que exista una buena comunicación entre funcionarios. Es un problema de diseño institucional o de cómo se ha organizado la Casa de Nariño”, Mauricio Toro.
S: Usted fue congresista, ¿cómo es ese mundo por dentro?
M.T.: Es un mundo que uno no entieden hasta que está adentro. Está lleno de intereses, cada quien llega a defender su sector, su partido y su proyecto a futuro. Hay congresistas que solamente trabajan para sus propios intereses y no para la comunidad. Hay congresistas maravillosos, que hacen su trabajo y que nadie conoce. Es todo un universo.
También es un mundo frustrante porque buena parte de los debates que allí se dan no son derivados de cifras, datos ni estudios técnicos. Lamentablemente la política no funciona para tomar las mejores decisiones para el país sino por “política electoral” que, incluso en muchos casos, va en contravía de lo que le conviene a la gente. (Ver: Papás y mamás de Colombia: sí a la educación sexual y a los derechos LGBTIQ).
Entonces, yo presentaba un proyecto de ley acompañado de organizaciones nacionales, académicas e internacionales y, cuando lo iba a sacar adelante, el argumento era: “ese proyecto es de la oposición”. Pero “le sirve al país”, decía uno.
“No, pero no le vamos a dar el gusto a la oposición de que saque algo que nosotros debimos haber sacado y no lo hicimos. Entonces hay que torpedearlo”, era la respuesta. Eso genera la necesidad de acercarse a otros sectores para convencerlos y sacar las cosas adelante. Y eso cuesta. Esas son conversaciones difíciles.
“Tengo que decir que en el Congreso de la República sí se pueden sacar proyectos adelante, así esto requiera habilidad, esfuerzo, astucia y desgaste emocional”, Mauricio Toro.
S: ¿Se ve corrupción en el Congreso?
M.T.: Quienes formamos parte de otro espectro de la vida legislativa, no logramos ver la corrupción porque no nos llega. Uno veía personas que hablaban de “lobby”, pero a uno no lo invitan a esas reuniones porque saben que es arriesgado y que les puede salir mal.
Entonces, uno no logra ver esas sombras directamente, pero uno sabe que pasa y lo ve en las votaciones, cuando dice: “aquí hay algo arreglado” o “aquí hicieron algo”. Pero a uno no lo invitan a esas comidas o a esos cócteles donde hacen esos “acuerdos”. Llevan años haciéndolos de manera muy elaborada. Y uno denuncia, levanta la voz y acusa… Pero es difícil identificarlo exactamente.
Yo veía cómo en mis proyectos de ley, de un momento a otro, una persona aliada cambiaba de decisión y se iba en contra. Yo decía: “aquí hay plata de por medio”, pero no tenía cómo demostrarlo. Es, como decía Juan Gabriel: “lo que se ve no se pregunta”.
Pero también tengo que decir una cosa: es un mundo donde es posible convencer a otras personas. En el Congreso hay seres humanos malos y buenos. Los malos hacen tanto ruido que opacan el trabajo de muchas otras personas.
En el Congreso también están quienes no salen ni dicen públicamente que están de acuerdo con las propuestas de inclusión, para evitarse problemas con su electorado, pero que las votan a favor, sin miedo, con la certeza de que es lo correcto. Pero había otros que, por el contrario, decían: “yo sé que eso hay que hacerlo, pero no voy a votar a favor porque en mi partido me incendian”.
“En el Congreso encontré congresistas con buenas propuestas y con buenas intenciones muy poco visibles. Son de partidos políticos tradicionales, pero defensores de la igualdad de derechos, por ejemplo”, Mauricio Toro.
S: ¿Repetiría la experiencia de ser congresista?
M.T.: Sí, el Congreso es un escenario clave para el país, que requiere que haya muchas voces diversas y, ahora, con mayor razón, por el riesgo de que el país se vaya, por completo, para la derecha.
En ese contexto, me parece fundamental que el movimiento LGBTIQ logre agruparse alrededor de liderazgos que defiendan la democracia. Nos falta meternos más en espacios de toma de decisiones, participar de manera más directa y no desde la barrera.
Tenemos que lanzarnos a los cargos de elección popular para estar en la jugada. Buena parte de los objetivos de igualdad del movimiento LGBTIQ se logran desde adentro.
“El activismo necesita llegar a ediles, gobernaciones, alcaldías y formar parte de los gobiernos. No podemos estar solamente en el sector social”, Mauricio Toro.
S: ¿En el Congreso hay tanta oposición a la diversidad sexual y de género como parece?
M.T.: Sí, una muestra de esto es que desde el Congreso no hemos logrado avanzar en igualdad LGBTIQ. Pero hay voces que bien llevadas uno las puede movilizar.
El Congreso sigue siendo un espacio que se opone a la diversidad. Un ejemplo de esto es que el proyecto de ley que prohíbe la práctica de las mal llamadas “terapias de conversión” para las personas LGBTIQ no ha pasado porque la mayoría del Congreso todavía es conservador y homofóbico. (Ver: “Cuando acepté que ser homosexual no era enfermedad ni pecado, mi vida cambió”).
Sin embargo, cada vez hay más voces que uno puede convencer. Así, por ejemplo, con este proyecto de ley, la primera vez no pasamos del primer debate. La segunda, logramos pasar a segundo debate.
Lo mismo ha pasado con otros temas, como por ejemplo el cannabis. Empezó que no pasaba ni siquiera ponencia y luego se movió y pasó a primer debate y luego a segundo. La eutanasia, la primera vez no pasó de ponencia, la segunda logró pasar la comisión y no plenaria. La tercera perdimos por un voto. (Ver: Esto no es terapia).
Eso quiere decir que sí se puede cambiar la percepción de algunos congresistas, así requiera un esfuerzo importante. Hay que saberlas inspirar porque el cambio no viene de garrote, sino que tiene que ser conversado y negociado hábilmente, explicando y desmitificando falsas creencias.
Por ejemplo, una pregunta que en algún momento me hicieron fue: “¿usted por qué quiere que en el Consejo Nacional de Planeación haya un puesto para las personas diversas?”. Había para las personas campesinas, para las mujeres, para las juventudes y para las personas con discapacidad…Y no había para las personas LGBTIQ. Y lo logramos, ¿cómo? Desmitificando quiénes somos, negociando y explicando que no queremos más derechos que las demás personas, pero tampoco menos.
“No necesitamos que todos los congresistas salgan a defender públicamente la inclusión y la no discriminación, pero que por lo menos no nos ataquen. Y lograr eso requiere mucha estrategia”, Mauricio Toro.
S: ¿Qué es lo más difícil para lograr que proyectos de ley de inclusión y no discriminación LGBTIQ sean aprobados en el Congreso?
M.T.: Lidiar con las falsas narrativas. Ahora, hay muchos congresistas cuyo apoyo a los proyectos de inclusión y no discriminación no está claro. Es decir, moral y éticamente sienten la responsabilidad de votar a favor, pero tienen mucho miedo de que eso se los cobre su electorado y se pegan de cualquier cosa para decir: “yo los iba a apoyar, pero usted no me puede imponer nada”.
Ahí es donde se requiere capacidad de negociación y astucia para movilizar a la gente, sumar más voces aliadas y que, si lo prefieren, voten en silencio.
S: Mucha gente LGBTIQ quiere emprender porque no le resulta fácil conseguir empleo, ¿qué recomendaciones podría compartirles?
M.T.: Aplica la misma recomendación para quienes quieren emprender o hacer política: la población abiertamente LGBTIQ es reducida para enfocarnos en temas o en soluciones exclusivas para estas personas. Muchas veces el emprendimiento o la campaña política está enfocada en esta población y el mercado y el mundo político son mucho más amplios.
En otras palabras, tenemos que hablar y abordar todas las necesidades que como seres humanos tenemos: empleo, educación, acceso a servicios de salud…El mercado es mucho más amplio y hay que saberlo utilizar a favor.
Por supuesto, las personas LGBTIQ tenemos unos temas de exclusión y demás que no se pueden ignorar. Además, hay compradores y electores que, en la balanza, les ayuda a elegir que la oferta sea de una persona LGBTIQ.
En todo caso, la clave está en arriesgarse. Mucha gente dice: “mejor no, va a ser muy difícil para mí abrir mercado”. Y sí, es un hecho que para muchas personas LGBTIQ todo es más difícil. Para nosotros la vida es más complicada que para el resto de la sociedad.
Lamentablemente todavía estamos tres pasos más atrás porque no hemos vivido en un país con igualdad de derechos, pero nos toca caminar -y con pasos más largos- porque tenemos que seguir.
Yo intenté emprender en Estados Unidos y encontré que mientras en Colombia competía con diez, allá con 100.000. El reto está en encontrar la oferta de valor necesaria, definir la innovación alrededor de ese producto o servicio y responder.
“La desigualdad no puede ser una limitante para emprender. Finalmente, este siempre será un camino difícil, sea uno LGBTIQ o no”, Mauricio Toro.
S: Cuando fue presidente de Icetex, ¿qué retos identificó en la educación en Colombia para que realmente sea de calidad y más gente pueda acceder a ella?
M.T.: Encontré retos importantes. El primero, hay una falencia que arranca en la formación de kínder en habilidades blandas. Eso hace que nos vaya mal en las pruebas PISA. En Colombia, los jardines privados, lo hacen muy bien. Estimulan esas primeras habilidades y capacidades porque hay personal docente, especializado en despertar en esas primeras etapas lo que las infancias y adolescencias van a necesitar en adelante.
Pero eso no pasa en los colegios públicos. Allí hay una carencia de personal con esa formación porque lo que predomina es la figura del “cuidador”, que lo hace con amor, pero no con la preparación adecuada para desarrollar esas primeras habilidades necesarias para la vida.
El segundo problema es la calidad de la educación media. Difícilmente colegios de municipios alejados cuentan con profes con la formación necesaria para garantizar las competencias que se requieren en la universidad.
En otras palabras, hay una brecha gigantesca entre la calidad de un bachiller en Colombia y lo que la universidad ofrece: cuando se conectan hay un corto. Empecemos porque muchos bachilleres salen sin saber comprender un texto. Solo dos de cada diez comprenden un texto y son capaces de explicarlo rápidamente.
Y en tercer lugar, la calidad de nuestras universidades. Colombia tiene unas universidades de élite que logran salir en algunos rankings. Unas cinco públicas y universidades como Los Andes, La Javeriana, el Rosario, La Sabana, EAFIT…
Pero hay 380 universidades en el país y en los rankings internacionales entran seis o siete y queda una a nivel global. Entonces, no somos un país productivo y competitivo porque son las empresas las que reciben ese talento. Y parte del problema está en la educación. (Ver: Un imán llamado Juan David Aristizábal).
Otro tema es la formación docente. Deberíamos tener programas que les permitieran a los docentes formarse en las mejores universidades internacionales y volver al país.
Pero un docente que se quiere formar tiene que endeudarse con el Icetex a unas tasas altas. Algunas universidades les dan la posibilidad si se quedan estudiando unos años, pero son las de élite. Muchos profes no han salido nunca de su municipio o departamento.
¿Cómo vamos a lograr que tengan acceso a nuevos conocimientos y pedagogías? Para hacerlo necesitamos un programa real de formación y preparación de formadores. Hay docentes que no hablan una segunda lengua y que no manejan bien Internet porque ni conectividad tienen.
Otro reto es el acceso a la educación porque en Colombia es limitado y difícil. De cada diez jóvenes que se gradúan, 4.7 entran a la universidad. No es fácil lograr que entren porque las universidades públicas no tienen los cupos suficientes y quienes se quedan sin poder ingresar a una pública van a una privada, si pueden pagarla, que difícilmente lo pueden hacer. Instrumentos como el Icetex lo permiten, pero lo están apagando.
¿Pero qué pasa con los jóvenes del Catatumbo? ¿Con los de la Orinoquía? ¿Con los de la Amazonía que tienen que viajar para poder estudiar? ¿Y con qué plata? Van para la informalidad. Los pocos que pueden llegar, no salen lo suficientemente preparados. Y a esto se suma el golpe y el costo económico de vivir en otra ciudad.
Muchos de los estudiantes que entran, se estrellan y se van. O entran y no tienen con qué sostenerse. Los programas y los profes no están bien formados y por esto quienes salen, resultan poco competitivos en el mercado. Muchas empresas tienen que formar a la gente.
“El tema no es que la universidad sea gratuita. Esa es una narrativa distractora. Ojalá fuera así, pero la gratuidad no resuelve los verdaderos problemas de fondo”, Mauricio Toro.
S: ¿Qué retos existen para que los ambientes educativos sean realmente incluyentes y se valore más la diversidad?
M.T.: Todo esto parte de los primeros años de vida: cómo nos forman, nos educan y nos hablan de inclusión. Pero, lamentablemente, de eso no se habla en el país. Colombia suele “enclosetar” temas. En el Congreso es muy difícil hablar de diversidad, de eutanasia, de cannabis, de consumo de drogas y de trabajo sexual. (Ver: “Papás y mamás están más a favor de la educación sexual de lo que se ha hecho creer”).
Pero Colombia tiene que aprender a hablar de todo, este es un principio básico de la educación. Sin embargo, algunas personas no quieren que se hable de educación sexual por falsas creencias como: “la niña se va a embarazar”. Todo lo contrario. (Ver: 6 respuestas para los opositores a la educación sexual).
Ahora, el colegio es un espacio más que indicado para enseñar que la diversidad es la realidad, finalmente todos los seres humanos somos diferentes. No enseñar esto es menospreciar a las infancias y adolescencias. (Ver: Bullying: ni inofensivo ni normal).
Por supuesto, los programas de educación están diseñados de acuerdo con la edad y la etapa de la vida en la que se esté. Por ejemplo, a temprana edad, se aborda más el conocimiento del cuerpo y se habla más de respeto y cuidado. (Ver: La educación sexual es un proceso, no una charla de un día).
Pero qué pasa cuando mucha gente llega a bachillerato y a la universidad. Qué nunca les han hablado ni de educación sexual ni de diversidad. Y ahí queda el espacio perfecto para la exclusión y el bullying. Ser diferente en este país cuesta desde el colegio. (Ver: Bullying y homofobia en el colegio: hablamos mucho pero hacemos poco).
Pero la respuesta está en la educación, en romper ahí los círculos viciosos de odio y de discriminación. A mí, por ejemplo, me hablaron en un colegio católico franciscano de educación sexual y métodos de protección y anticonceptivos. (Ver: El bullying por homofobia debe salir del clóset).
Eso, lamentablemente, todavía no pasa en muchos colegios y menos confesionales. Y tener ese conocimiento me permitió abrir la conversación con mi familia. Es fundamental que desde el colegio se trabaje en promover ciudadanías responsables.
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