De mujer trans, Ælien Rubashkyn pasó a identificarse como persona no binaria. Su causa, sin embargo, tiene que ver con otra característica suya: ser intersexual. Busca que la “i” de LGBTIQ sea visible.
Supe de Ælien Rubashkyn en febrero de 2014, cuando -Eliana en ese entonces- escribió a Sentiido para contarnos la difícil situación que estaba viviendo. Todo empezó en 2012 cuando, con 23 años y después de estudiar Química Farmacéutica en la Universidad Nacional, salió de Bogotá rumbo a la Universidad de Taipéi, en Taiwán, no solamente a estudiar una maestría en Salud Pública sino a avanzar en su tránsito de género que sentía no podía hacer en Colombia. (Ver: Eliana, una colombiana atrapada en Hong Kong).
La pesadilla empezó en julio de 2013 cuando, llevando un año de estudio, debía renovar su visa. En Taiwán le dijeron que no podían hacerlo allá debido a que su imagen ya no coincidía con la de su pasaporte ni con el registro fotográfico que tenían: su cara y su cuerpo habían cambiado radicalmente por el tratamiento hormonal que seguía como parte de su tránsito. (Ver: Diferentes formas de ser trans).
Debía, entonces, ir al consulado de Colombia más cercano para actualizar su pasaporte. Con este propósito viajó a Hong Kong el 16 de septiembre de 2013, pero los oficiales de inmigración le negaron la entrada al territorio argumentando inconsistencias entre su pasaporte y su apariencia. De nada valieron sus explicaciones, la obligaron a desnudarse, fue víctima de burlas, insultos, malos tratos y abusos.
“Muchas veces las características sexuales son la causa de la discriminación hacia las personas trans”.
Después de completar casi un día en el aeropuerto y de tener que usar el baño de hombres, en algún momento pudo encender su celular y pedir ayuda a través de sus redes sociales. Su caso llegó a oídos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU): estuvo 10 meses en Hong Kong viviendo en un campo de refugiados hasta que en junio de 2014 Nueva Zelanda aceptó su petición de asilo político y desde entonces vive en ese país. (Ver: Continúa la pesadilla de Eliana en Hong Kong).
En 2014 Ælien y yo hablamos un par de veces más. Supe que en Nueva Zelanda trabajaba como intérprete (habla siete idiomas) en un campo de refugiados, que la Universidad de Auckland le había aceptado para continuar sus estudios y que formaba parte de un grupo de apoyo a personas trans. (Ver: El renacer de Eliana).
Por razones de la vida, retomamos contacto este 2021, siete años después de la pesadilla de Hong Kong. Me dijo que su nombre ya no era Eliana sino Ælien y que había una parte de su historia que en ese entonces no me había compartido, pero que hoy es una de sus causas de vida: es intersexual o intersex. “Somos quienes tenemos características que no se acomodan a las definiciones médicas ni sociales de cómo deben ser los cuerpos masculinos y femeninos”, me explica.
“Así como el género es un espectro que incluye a las personas no binarias, el sexo también lo es e incluye a las personas intersex”.
Entre las al menos 45 posibilidades de intersexualidad, la de Ælien consiste en una mutación en un gen que hace que sus receptores de testosterona no respondan como tradicionalmente sucede en los cuerpos masculinos. Otra variedad de intersexualidad es la de la atleta sudafricana Caster Semenya, quien tiene cromosomas XY (masculinos), pero quien fue asignada como mujer al momento de nacer y así se identifica.
Contrario a lo que se cree, no todas las variedades de intersexualidad se traducen en genitales ambiguos o diversos. Una posibilidad, por ejemplo, es cuando se desarrolla un cuerpo masculino, pero también un útero. “En últimas, el 1.7 por ciento de las personas nace con un arreglo cromosómico o genético o anatómico que no corresponde a lo que tradicionalmente se asume como un cuerpo masculino o uno femenino”, agrega Ælien.
“Uno de mis objetivos es que los derechos humanos intersex siempre se mencionen cuando se habla de LGBTIQ”.
Una vez llegó a Nueva Zelanda, Ælien empezó a indagar más sobre su identidad. Había vivido su infancia y adolescencia como hombre, aunque tenía un cuerpo distinto al de sus pares. “Yo tenía senos”, lo que fue motivo de burla en el colegio masculino, católico, en el que estudió. (Ver: El bullying por homofobia debe salir del clóset).
“Recuerdo mi adolescencia utilizando fajas para intentar ocultarlos. Yo presenté en el colegio una excusa médica para no hacer clase de Educación Física porque no quería que mis pechos se hicieran obvios al correr. La gente siempre me preguntaba por qué usaba una camisa debajo, obviamente muchas personas se dieron cuenta de que tenía senos. Yo era siempre el chiste. Fue horrible”. (Ver: Bullying escolar LGBT: más fuerte y dañino).
Le cuesta recordar buenos momentos de su infancia y adolescencia. “No tenía amigos. No logré intimar, no digo sexualmente porque eso nunca ocurrió, sino sentirme parte de algo”. Por supuesto, nunca se desnudó enfrente de nadie y evitó cualquier plan que implicara ponerse vestido de baño. El matoneo que vivió le llevó a entregarse por completo al estudio. (Ver: Bullying y homofobia en el colegio: hablamos mucho pero hacemos poco).
Su mamá, su única familia, sabía que el cuerpo de Ælien era distinto y tenía un sentimiento de culpa por haber fumado durante su embarazo. Creía que lo uno era consecuencia de lo otro. “Siempre existió ese silencio incómodo de saber que mi voz no se masculinizó y de que tenías unos pechos que no correspondían con un cuerpo masculino”. Los médicos le sugirieron a su mamá que le dejara como hombre. “Quizás les pareció que mis genitales se ajustaban más a lo que la medicina asume debe ser un cuerpo masculino”.
Ælien recuperó un concepto médico suyo de 2001 en donde el especialista habla de “pseudo hermafroditismo” y le sugiere ir a consulta a genetista y urología, citas que nunca ocurrieron porque la mamá de Ælien no tenía recursos para pagarlas. “Hoy pienso que eso fue conveniente porque en muchos países las personas intersex son mutiladas, víctimas de cirugías innecesarias”.
La palabra “intersex” la conoció hasta que llegó a Taiwán, mientras que otras como “marica” o “travesti” se las dijeron desde siempre. En Taiwán, los médicos le explicaron que, si se identificaba como mujer trans, necesitaba una terapia de remplazo hormonal para poder manifestar las características sexuales secundarias femeninas. En aquel entonces en Taiwán, las mujeres trans no podían acceder a ese tipo de tratamientos a menos de llevar dos años vistiéndose como mujeres y de haber tenido cita con psiquiatría, que no era su caso. Pero el médico pareció decir: “esta persona ya nació mal, entonces que haga lo que quiera”.
“Ser una persona intersex no se reduce a tener un cuerpo diferente, incluye las violencias médicas, sociales y familiares que por esto vivimos”.
Según Ælien, aunque Colombia tiene sentencias de la Corte Constitucional que protegen a las personas intersexuales de las cirugías no urgentes y no consentidas, la medicina suele utilizar diagnósticos confusos para justificar intervenciones que la persona no ha aprobado: muchas veces se hacen a temprana edad, a pesar de ser irreversibles. “El problema no es que existan alternativas quirúrgicas para las personas intersex, sino que deben plantearse a una edad en la que persona decida si las quiere o no”. (Ver: La Corte Constitucional de Colombia y los derechos de personas LGBT).
“Yo, por ejemplo, no quiero hacerme cirugías para volver mi cuerpo ‘normal’, según la visión médica y social. Todo termina en propuestas de mastectomía y cirugías para hacer descender un testículo. Yo no me voy a operar para que la sociedad o la comunidad médica diga que soy normal”. Para Ælien, la situación es clara: el problema no son los cuerpos intersex, sino la percepción de que son equivocaciones que deben corregirse.
“Yo quiero ser visible por las 800 mil personas en Colombia, el 1.7 por ciento de su población que, de acuerdo con cifras de Naciones Unidas, es intersex. Son personas que muchas veces sufren en silencio porque sus cuerpos han sido mutilados o sienten miedo y vergüenza porque les han hecho creer que son errores de la naturaleza”.
“Solo tres países en el mundo (Malta, Portugal y Alemania) tienen legislaciones que protegen a las personas intersex de mutilaciones no consentidas y solamente diez nos protegen de la discriminación”.
“De esas 800 mil, algunas quizá no sepan que son intersex o crecieron creyendo que tienen un síndrome o enfermedad rarísima. O desconocen esa diversidad que celebraban los Muiscas y los indígenas de Muzo. Ellos tenían dioses con cuerpos ambiguos. Furatena, por ejemplo, es un mito donde ‘Fura’ significa ‘padre’ y ‘Tena’, ‘madre’, y Furatena es un solo ser, hermafrodita, así lo describe el científico Alexander Von Humboldt”.
La neurocientífica Gina Rippon plantea en su libro “El género y nuestros cerebros”, lo que Ælien señala: así como el género se considera un espectro que va más allá de “hombre” y “mujer” para incluir, entre otras, a las personas no binarias (o que no se identifican ni como hombre ni como mujer), el sexo también es un espectro que va más allá del binario “hombre” y “mujer” o “macho” y “hembra” como hasta ahora se ha entendido. (Ver: Ni hombre ni mujer: persona no binaria).
Según Rippon, el sexo que se asigna al nacer es más complejo de lo que parece. “No es nada raro que haya individuos con cromosomas mezclados (algunas células XY y otras XX). Todo apunta a que las manifestaciones del sexo biológico son un espectro más que una división binaria. Para la muestra, las personas que nacen con genitales ambiguos o que desarrollan características sexuales secundarias que no concuerdan con el sexo asignado. Al ver el sexo como un espectro no se asumiría los llamados ‘trastornos del desarrollo sexual’ ni la intersexualidad como la excepción a la regla sino como una posibilidad más”.
Parte de los objetivos de Ælien es que no solamente se hable de orientación sexual, identidad y expresión de género sino también de características sexuales para que realmente esté presente la “i” de la sigla LGBTIQ. “Es fundamental que las personas intersex sientan que hay un movimiento que lucha por sus derechos”.
“Naciones Unidas protege los derechos humanos desde la óptica SOGIESC (las iniciales en inglés de orientación sexual, identidad y expresión de género y características sexuales). De hecho, las características sexuales son en muchas ocasiones el motivo por el cual las mujeres trans son discriminadas, cuando se dice, por ejemplo, que ‘no pasa’ como mujer porque su rostro se ve masculino, tiene las manos grandes o se le nota la manzana”. (Ver: Cristina Rodríguez: mujer orgullosamente trans).
Para Ælien, la razón de la discriminación hacia las personas homosexuales y trans, es la misma que existe hacia las personas intersex: el afán de homogeneizar a la sociedad. Así como ciertas orientaciones sexuales e identidades de género son percibidas como “desordenes” que deben “corregirse”, asimismo sucede con las características intersex. Esa es la razón para intervenir, cuando no es urgente, los cuerpos intersex.
“El médico John Money (1921 – 2006) fue quien popularizó las cirugías a temprana edad en las personas intersex, asumiendo que una modificación genital permitía que la persona desarrollara una identidad de género de acuerdo con esos genitales. No es así”, relata Ælien.
“Así como existen las personas trans y las que no lo son (cisgénero), también existen las personas intersex y las que no lo son: endosex”.
Durante su vida en Colombia, Ælien sintió que nunca encajó. “Nací y crecí en el barrio Carvajal, en la localidad de Kennedy (Bogotá), con una mamá de la Unión Soviética, sin papá y con un cuerpo distinto al de mis pares”. Quizás por ese sentimiento, empezó a preguntarle a su mamá por historias familiares, y ella le contó que su abuela era judía y que sobrevivió al Holocausto.
Ælien empezó a estudiar más de judaísmo y encontró que tiempo atrás esta religión aceptaba a las personas intersex. Supo de escritos que mencionaban siete variedades intersex, incluida la suya, y donde los rabinos concluían que había que respetar la autodeterminación. “Pero esa estructura religiosa se desencaminó y dejó de reconocer lo evidente”, señala. (Ver: La silenciosa lucha de Laura Weinstein).
Ælien encontró en ese judaísmo una motivación para seguir adelante. “Cuando se ha pasado por un campo de refugiados y por situaciones de abandono y desolación como las que yo he vivido, ese conocimiento es de las pocas cosas que nos dan sentido a la vida. Empecé a sentir que mi sufrimiento podía explicarse en que mi próxima vida será mucho mejor”.
“La necesidad de operar a una persona intersex sin su consentimiento, es el mismo afán de ‘corregir’ que existe en la homofobia y transfobia”.
Mientras tanto, en Nueva Zelanda, Ælien empezó a trabajar en el área cosmética de una farmacia donde el código de vestuario para las mujeres exige maquillaje, pelo arreglado y tacones. “Después de hacer esto a diario, me hastié’”. Para completar, la gente empezó a tratarla como muchas veces se hace con las mujeres: de manera condescendiente.
“Me di cuenta de que ser mujer es sofocante por todos los mandatos que se les exigen: que se maquille, que se vista así, que camine de tal manera, que tenga los pechos grandes, que los zapatos y el bolso combinen… Me empecé a ahogar y a decir: si es complejo ser hombre, es hartísimo ser mujer. Ninguno de esos dos lados me gusta”. Y finalmente se descubrió como una persona no binaria: “No quiero acoplarme a ninguna expectativa de género, quiero escapar del binario hombre y mujer”. (Ver: Nix: mi lucha es ser yo, mi esencia).
Y agrega: no me importa si tengo senos, si algo de mi rostro es masculino, si tengo pies grandes o manos pequeñas. Ahora, un día me pongo falda, tacones y labial y al siguiente pantalón, corbata y botas militares, sin pensar si son de hombre o de mujer porque ya no estoy acogiéndome a ninguna norma de género, estoy simplemente siendo yo. (Ver: Brigitte Baptiste, una navegante del género).
Por eso cambió su nombre de Eliana a Ælien que escogió no solo porque encaja con su identidad no binaria, sino también con el sentimiento de alienación que durante mucho tiempo sintió. Ahora las personas se refieren a Ælien con pronombres neutros: they/them, lo que en español es “elle”, y le encanta. (Ver: Geras: habito en él y en ella, con los dos me identifico).
“Duré más tiempo viviendo como hombre que como mujer: no aguanté tantas exigencias. Ahora no compro ropa pensando si es de hombre o de mujer. Ya no siento esa urgencia de tener que encajar”.
Actualmente enfoca su trabajo científico en el desarrollo de tecnologías de reducción del daño, centrándose en quienes consumen sustancias porque son poblaciones marginadas. También trabaja con ILGA (Asociación Internacional de Lesbianas, Gais, Bisexuales, Trans e Intersex) como oficial del programa de intersexualidad, donde está organizando el foro internacional intersex e interactúa con diferentes agencias de Naciones Unidas.
Se casó hace siete años con un hombre que le quiere y respeta como persona no binaria así le haya conocido como mujer trans y a pesar de que él creció en una comunidad ultra religiosa. “En nuestra casa tenemos nuestra propia cosmogonía. Y cuando tú te quieres, le das la posibilidad a otras personas de quererte”. (Ver: Mujer trans, pastora evangélica y mamá).
A quienes viven bullying por ser LGBTIQ, el mensaje de Ælien es claro: “no duden ni por un segundo que ustedes son una manifestación de la belleza de la diversidad. Sepan, también, que todo mejora. Los dolores que yo he experimentado me han permitido transformar y transformarme, así como un diamante se transforma a través de presiones y temperaturas elevadas. A pesar de tanto dolor, sufrimiento, violencia y hasta intentos de homicidio, he logrado desarrollarme personal y profesionalmente”. (Ver: Sí, todo mejora).
Cuando recuerda lo que vivió en Hong Kong, Ælien siente rabia, frustración y tristeza, sentimientos que, en últimas, le dieron el impulso para ser la persona que siempre quiso ser: una valiente, fuerte y resiliente. “Hoy soy una persona de ciencia vinculada a un laboratorio farmacéutico y que a diario trabaja para que nuestros cuerpos y nuestras vidas sean finalmente respetadas”.