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Mujeres trans en deportes: cuando lo más importante es poder competir

En Tokio 2020, la levantadora de pesas neozelandesa Laurel Hubbard, se convirtió en la primera mujer trans en competir en unos Juegos Olímpicos. Sin embargo, aún existen varios retos para la inclusión de las personas trans en los deportes.

Oscar Bermeo Ocaña*

Habitualmente visto como un espacio abierto, la práctica deportiva también puede asomar hermética y rígida cuando poblaciones como la trans buscan su lugar. Para las mujeres trans, por ejemplo, el derecho a la práctica deportiva no sólo implica esfuerzo físico sino sortear factores externos, condicionamientos sociales y criterios normativos.

Más que historias de éxito, estas son historias de lucha de deportistas trans latinoamericanas que defienden su derecho a jugar y a competir.

En la justicia también se libran partidos

Saira Millaqueo respira hondo y sonríe. Después de pasar varias horas en la oficina, otras tantas en las aulas leyendo textos de derecho, el final de la jornada la entusiasma. Se calza la vestimenta deportiva y entra a la cancha de hockey del club Palihue de Bahía Blanca (Argentina), su segundo hogar desde hace siete años.

El hockey ha sido su refugio desde la niñez. Lo descubrió a los diez años, jugando por diversión en un grupo mixto de infancias en un club de su natal Allen (un pueblo de Río Negro en la Patagonia argentina).

Al llegar la adolescencia el grupo tuvo que dividirse entre chicos y chicas. Jugó un año con los hombres por su sexo asignado al nacer, aunque internamente ya tenía claro que ese no era su espacio.

Más que historias de éxito, las historias de las mujeres trans en los deportes son de lucha por su derecho a jugar y a competir.

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Saira concentrada en pleno partido.

Cumplidos los 15 años, Saira agarró su maleta y dejó Allen. No hubo despedidas. Los palos de hockey quedaron colgados. Para sobrevivir durante cuatro años recorrió varias provincias ejerciendo el trabajo sexual.

A los 12 años empezó a expresar verbalmente su identidad de género. “Al construir mi identidad como Saira empezaron los problemas”, recuerda. De pronto, en una ciudad pequeña (30 mil habitantes) se encontró muy expuesta.

Además de la resistencia familiar, empezó a ser hostigada en la escuela y en la calle. Las agresiones físicas y la discriminación se hicieron cotidianas. (Ver: Bullying escolar LGBT: más fuerte y dañino).

Bajo ese contexto, cumplidos los 15 años, agarró su maleta y dejó Allen. No hubo despedidas. Los palos de hockey quedaron colgados. Para sobrevivir durante cuatro años recorrió varias provincias ejerciendo el trabajo sexual. (Ver: La fuerza de Lola Dejavu).

Era la única alternativa que conocía en ese marco de clandestinidad en el que vivíamos las personas trans”, menciona. Para entonces aún no existía la Ley de Identidad de Género 26743 (sancionada en 2012). (Ver: Así lo logró Argentina, ¿cuándo lo hará Colombia?).

En 2011 se instaló en Bahía Blanca (ciudad argentina ubicada en el sudoeste de la provincia de Buenos Aires) con su pareja. Esa relación impulsó su deseo de reconstruir su vida. El deporte volvió a aparecer.

Cuando empiezo a proyectar mi futuro, me encuentro que un club del barrio estaba armando un equipo recreativo de hockey. Me encantó la idea de retomar algo que me hacía feliz en la niñez”, anota.

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Saira en acción en un partido de la liga de hockey.

Actualmente integra el plantel femenino profesional del barrio Palihue. Cada fin de semana enfrenta a equipos competitivos, integrados, incluso, por seleccionadas nacionales. Le costó llegar a la primera división, ya que no solamente le implicó esfuerzo físico, sino también una batalla legal.

En 2017, cuando el club presentó su ficha para inscribirla como jugadora del primer equipo, sus papeles rebotaron en la Confederación Argentina de Hockey. Después de revisar su caso, el ente rector emitió la circular 33/2017, donde planteó que debía presentar análisis hormonales para ser incorporada en la categoría femenina.

A nivel internacional pasaba algo similar. En la última década, el COI (Comité Olímpico Internacional) habilitó la posibilidad de que las mujeres trans participen en unas olimpiadas, siempre y cuando sus niveles de testosterona se encuentren por debajo de los 10 nanomoles por litro durante el año previo a la competición.

Después de revisar su caso, la Confederación Argentina de Hockey emitió la circular 33/2017, donde planteó que Saira debía presentar análisis hormonales para ser incorporada en la categoría femenina.

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Saira, la segunda de las que están de rodillas, con el plantel femenino del club Palihue.

Si evalúan mis marcas con las chicas de mi rango etario, pierdo con varias”, explica Saira.

Lejos de amilanarse, Saira inició una demanda legal por discriminación y violencia de género. La deportista buscó defender su derecho a su identidad amparada en la ley. Luego de cuatro meses viendo desde las tribunas a sus compañeras en los campos de juego, la justicia falló a su favor. (Ver: El género existe y no es una ideología).

Sin embargo, la tensión vivida en esas semanas previas no le permitió disfrutar de su primer partido. “Estaba sumida en mucho estrés, bastante confundida. Si bien sabía que podía enfrentarme a una situación incómoda, nunca imaginé que iba a ser tan complejo”, confiesa.

No siente tener mayor fuerza o velocidad que sus compañeras. “Si evalúan mis marcas con las chicas de mi rango etario, pierdo con varias”, explica. Para Saira, el discurso de una supuesta ventaja deportiva de las mujeres trans sobre las mujeres cisgénero (o que no son trans), refuerza estereotipos construidos socialmente. “No conocen la trayectoria de nuestros cuerpos ni nuestros procesos de hormonización”. (Ver: Dr. Mario Angulo: Las infancias trans están expresando quiénes son).

De cara a París 2024, el COI endureció los criterios para habilitar la participación de las deportistas trans. La directriz, anunciada en enero, estableció que, de forma obligatoria, las atletas debían haber iniciado su proceso de hormonización antes de cumplir los 12 años, medida que imposibilita la práctica profesional a quienes iniciaron sus terapias hormonales en la adultez.

La doctora Cecilia Calvar, jefa de Endocrinología del Hospital Fernández (Buenos Aires), explica que esta disposición tiene que ver con los cambios que se producen al iniciar la pubertad.

En la etapa prepuberal, las infancias no tienen diferencias en cuanto a las capacidades deportivas. En la pubertad -en las personas asignadas como hombres al nacer- hay un pico de hormonas masculinas, que provoca el desarrollo muscular, la mayor estatura. Entonces, la terapia que se utiliza alrededor de esa edad es el bloqueo puberal”, precisa.

Sin embargo, indica, a la fecha no existen estudios concluyentes entre atletas de élite (cisgénero y trans) que evidencien ventajas deportivas. Más bien, un hecho que contrarresta dicho supuesto es que “durante la última década varias atletas trans han competido en distintas disciplinas y no se ha visto que se impongan sobre las demás”.

Saira fue una de las primeras jugadoras trans de hockey que recurrieron a la justicia para defender su derecho a competir en la categoría femenina. Su caso y el de Jessica Millaman, de Chubut, sirvieron para que en Argentina otras chicas trans usen estos fallos como jurisprudencia para poder ser fichadas por los clubes.

No existen estudios concluyentes entre atletas de élite (cisgénero y trans) que evidencien ventajas deportivas“, doctora Cecilia Calvar, jefa de Endocrinología del Hospital Fernández (Buenos Aires).

La activista Lohana Berkins (1965 – 2016) decía que las identidades trans – travestis al introducirse en otros espacios distintos a los que socialmente se les quiere reducir, los transforman. Saira siente que algo de eso ha ocurrido.

A pesar del tiempo transcurrido, la inscripción de una jugadora trans en el circuito de hockey aún no es un trámite sencillo: la circular 33/2017 continúa vigente.

Para Saira, las ideas no han cambiado mucho en los órganos que regulan la actividad deportiva. “Uno de mis sueños en esta lucha es ver algún día una deportista trans representando a Argentina en unos Juegos Olímpicos”, señala.

Más allá de lo deportivo, esta práctica la ayudó a reconstruir su vida. Su relación de pareja terminó, pero ya había construido en Bahía Blanca un círculo de amistades en el mundo del hockey que le permitió echar raíces. “Me dio la posibilidad de relacionarme con otros entornos y proyectarme. Pude pensarme más allá de las estructuras sociales que nos designan”, dice Saira.

La activista Lohana Berkins (1965 – 2016) decía que las identidades trans – travestis al introducirse en otros espacios distintos a los que socialmente se les quiere reducir, los transforman. Saira siente que algo de eso ha ocurrido en Palihue. Desde hace una década el club ya no sólo es su refugio. Es un lugar más abierto e incluyente para todas las personas.

Mohana con su tabla, lista para entrar al mar.

El derecho a la identidad, primera meta

Muy temprano, en los albores del día, Mohana Benavides empuja la tabla y se sumerge en el mar de San Bartolo, un balneario del sur de Lima. La primera vez que lo hizo tenía siete años. Haber crecido a pocas cuadras de la playa hizo que el surf forme parte de su cotidianidad desde pequeña.

En medio de las olas, se olvida de los quehaceres y responsabilidades. Los presupuestos que debe enviar a los clientes de su negocio de decoración de vehículos pueden esperar. “Todas las personas necesitamos una actividad donde podamos botar el estrés y también la mala vibra. Este deporte es mi cable a tierra”, dice.

Retirada del circuito competitivo, ya no se exige con los movimientos, ahora disfruta también de las sacudidas que puede propinarle el mar. Pero, hubo una época donde sí buscaba la perfección.

Todas las personas necesitamos una actividad donde podamos botar el estrés y la mala vibra. El surf es mi cable a tierra”, Mohana Benavides.

Mohana en el podio de la categoría Damas en el campeonato nacional de surf.

Mi máxima aspiración fue competir en un campeonato nacional con las chicas, que me reconozcan como una mujer”, Mohana Benavides.

La primera vez que compitió en un torneo nacional femenino llegó a subir al podio. Fue en Lobitos, al norte del Perú. Cuando por los parlantes anunciaron que había quedado segunda, se quebró. “Me fui caminando sola por la orilla. Sentí la presencia de mi abuela fallecida, que me había estimulado desde chica. Lloré, lo había logrado”, recuerda emocionada.

Más allá del puesto obtenido, al salir del agua Mohana sintió haber conquistado un sueño mayor. “Mi máxima aspiración fue competir en un campeonato nacional con las chicas, que me reconozcan como una mujer”, precisa la deportista.

Compitió en un torneo más y luego su carrera se vio interrumpida por una disposición organizativa. A inicios de 2019, la Federación Nacional de Tabla le exigió que en su DNI debía consignar “sexo femenino” como condición para seguir compitiendo con las mujeres.

Mohana en las playas del Perú practicando el surf.

A diferencia del caso argentino, en el Perú no existe una Ley de Identidad de Género ni medidas incluyentes como cupos laborales para la población trans. (Ver: Miluska Luzquiños, transfeminismos por los caminos del Perú).

Ante la ausencia de un marco normativo, Mohana considera que son pocas las herramientas legales que tiene su colectivo para luchar por sus derechos. “Con los congresistas que tenemos actualmente, que se promueva un proyecto de ley que reconozca nuestra identidad es inviable”, dice resignada.

Para la endocrinóloga Cecilia Calvar, del hospital Fernández de Buenos Aires, impedir el acceso a la vida deportiva para esta población tiene varios perjuicios.

No sólo por la vulnerabilidad social, también está la situación psicológica y cierto riesgo cardiovascular que podría tener la terapia hormonal. Entonces, el acceso al deporte es importante para esta población también por una cuestión de salud”, señala.

En el Perú la única vía que tiene una persona trans para rectificar su DNI es la judicial, interponiendo una demanda al Estado. Mohana señala que el trámite ronda los tres mil dólares. Además de la limitante económica, también deben considerarse los tiempos de la justicia que hacen que el proceso sea desgastante.

Con los congresistas que tenemos actualmente en el Perú, es inviable que se promueva un proyecto de ley que reconozca nuestras identidades”, dice Mohana Benavides.

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Mohana en medio de las olas.

Varias colegas del surf abrazaron la causa de Mohana. La olímpica Sol Aguirre, la ex campeona mundial Analí Gómez y la hoy jueza Karen Gamarra, fueron algunas de las tablistas que pidieron que la dejen participar.

En uno de los casos más recientes, en febrero de este año, los procuradores del Registro Nacional de Identificación y Estado Civil (Reniec) apelaron una resolución judicial que otorgaba el cambio de nombre en el DNI a la ciudadana trans Kriss Ampudia.

El trámite había tomado siete años en los tribunales. Ante esta posición del ente registral, el proceso se extenderá por un tiempo indefinido. En la apelación, Reniec alegó que “el nombre es inmutable”, además de solicitar una pericia psicológica.

En un primer momento, al no poder competir en la categoría femenina, Mohana consideró la posibilidad de radicarse en Uruguay y desarrollar ahí su carrera deportiva. “Tengo amigas que sacaron su DNI allá”, cuenta.

Varias colegas del surf abrazaron la causa de Mohana. La olímpica Sol Aguirre, la ex campeona mundial Analí Gómez y la hoy jueza Karen Gamarra, fueron algunas de las tablistas que pidieron que la dejen participar.Con ellas siempre me sentí incluida”, señala.

Antes que competir con los hombres, como le sugirió la Federación, Mohana decidió alejarse de los torneos competitivos. Entendió que el deporte debía ser una actividad que le permita escapar de los problemas y no agravarlos. Entonces se dedicó a la práctica recreativa. “Tengo 47 años y lo voy a seguir haciendo, es algo que me apasiona”. Sobre la tabla Mohana se siente libre, como el mar.

*Periodista. Corresponsal del diario El Comercio (Perú) en Argentina y colaborador de Mongabay Latam. Codirector del documental “Prueba de fondo” (2018).

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One thought on “Mujeres trans en deportes: cuando lo más importante es poder competir

  1. El derecho a una identidad subjetiva no puede estar por encima del derecho de las mujeres a competir en igualdad de condiciones. Porque entonces la tan bien sonante inclusión, excluye al 50% de la población. El deporte de alta competición distingue entre sexos, pesos, condiciones de discapacidad, todo variables biológicas que por supuesto influyen en el rendimiento deportivo. Dejad de mentir. Gracias.

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