Muchos fueron los que ayer le dieron un beso conmovido a sus madres, twitearon agradecimientos a las mujeres importantes de su vida, actualizaron sus estados de Facebook para honrar a las “supermujeres” que los inspiran; y, cómo no, se vio a muchos andar por ahí con rosas y juguetes para desear a quien se dejara “un feliz día de la mujer”.
Por: Juliana Martínez.
Todo eso me parece muy bien, esa es la gracia del calendario: oficializar excusas para salir de la rutina y recordar todo aquello que valoramos como sociedad.
Pero precisamente por eso estas fechas son un buen momento para parar y reflexionar no solo sobre esas cosas que valoramos, sino la manera en la que lo hacemos pues, con frecuencia, eso nos permite ver con mayor claridad qué es lo que estamos exaltando al celebrar algo como “el día del amor y la amistad” o “el día de la mujer”.
Ayer, por ejemplo, ALÓmujeres.com publicó un especial “con mucho cariño para todas la chicas que se sienten orgullosas de ser mujeres, de ser madres, de ser estudiantes, de ser amas de casa, de ser hijas” y, encabezando el homenaje, aparece un video titulado “Grandes mujeres, pequeñas historias”.
No hay una sola mención a mujeres empresarias, a las que trabajan en los medios de comunicación, las que son líderes comunitarias, intelectuales o artistas.
Como lo deja bien claro el inicio del vídeo, el sometimiento a las necesidades del hombre y la maternidad son los más marcados. La importancia de la apariencia física los sigue de cerca, y poco después está la abundancia de adjetivos azucarados y suavizantes que hacen del “ser femenino” una mezcla floral entre un chorro de Soflán y unos cuantos paquetitos de Sabro: las mujeres “endulzan” y “suavizan” la vida.
Todo lo anterior asocia las nociones de lo blando y lo delicado a lo femenino, y nos recuerda la gran importancia que como sociedad damos a su cuerpo. El cuerpo de la mujer está constantemente en el centro del debate social, bien sea por la implacable presión alrededor de su apariencia física (modelos, divas de cine, mujeres que supieron envejecer “con dignidad”) o por su capacidad reproductiva.
Pero, y si las mujeres no se someten a estas expectativas ¿también celebramos su existencia y sus posiciones en un día como el de ayer?, ¿si una mujer prioriza su independencia y su libertad sexual (características muy valoradas en los hombres) por sobre su dedicación a la familia?
¿Si una mujer no quiere o no puede ser madre?, ¿si una mujer ama a otra mujer? ¿y si alguien se siente muy mujer a pesar de que su anatomía diga lo contrario?
¿Celebramos también a estas mujeres, o, por lo menos, les otorgamos un lugar respetuoso y digno dentro de nuestra sociedad?
“Melba Escobar, escritora” piensa que sí, que hoy en día no sólo hay igualdad entre hombres y mujeres sino entre diferentes maneras de vivir esa feminidad: “hay una cantidad de cosas maravillosas, ahora podemos hacer lo que queramos, un poco, que esa lucha que ya dieron otras mujeres en su momento, que podamos trabajar, estudiar, tener hijos o no tenerlos, casarnos o no casarnos, tener novia o novio, hacer lo que queramos, es una libertad maravillosa y es una maravilla ser mujer en el siglo XXI”.
Sin embargo las estadísticas contradicen radicalmente a Melba. Dentro y fuera de Colombia las mujeres siguen siendo discriminadas y abusadas en números mucho más altos que los hombres. Las cifras de las Naciones Unidas presentan un panorama que aún con significativos progresos, sigue siendo desolador:
En lo que va de este siglo tan maravilloso sólo 28 mujeres han sido elegidas como líderes de estado (de los 190 actuales, 9 son mujeres) y de los 187 diplomáticos de alto rango en las Naciones Unidas, sólo 7 son mujeres. Además, 2/3 de los 130 millones de niños en edad escolar que no están asistiendo a la escuela son mujeres.
A nivel mundial las mujeres ganan, en promedio, tres cuartos de lo que ganan los hombres por el mismo trabajo tanto en los países desarrollados como en los que están en vías de desarrollo, y en la mayoría de países las mujeres hacen aproximadamente el doble de trabajo no remunerado que los hombres.
Finalmente, la lucha de muchos por impedir que las mujeres tomen decisiones sobre su cuerpo lleva a que anualmente se practique en el mundo 20 millones de abortos inseguros que ocasionan la muerte de 70.000 mujeres.
Las cifras en Colombia tampoco apoyan mucho la entusiasta versión de Melba. El 13 de septiembre del 2011 Portafolio publicó un artículo señalando los resultados más preocupantes revelados por la encuesta de “Medición de uso de tiempo libre y trabajo no remunerado” hecha por el DANE. El artículo inicia con una declaración contundente:
“En Colombia, las mujeres son más educadas que los hombres, trabajan más que ellos y, sin embargo, ganan menos. Sobre ellas, además, recae la mayor cantidad de labores no remuneradas.”
Y continúa con su lista de estadísticas preocupantes: el 43% del total del trabajo femenino en las áreas urbanas no tiene remuneración y el 92,4% de estas actividades no remuneradas constituye el cuidado de niños y ancianos.
Además, agrega que en el periodo 2007-2010 las mujeres colombianas trabajaron en promedio 10,8 horas semanales más que los hombres y recibieron a cambio sólo el 20% del ingreso.
El Presidente Juan Manuel Santos dio otra preocupante cifra que habla de cómo la prioridad que las necesidades masculinas tienen sobre las femeninas lleva a que muchos hombres sientan que las mujeres están allí para ellos, como objetos que pueden (e incluso merecen) ser tomados: “el 59 por ciento [de los hombres], de acuerdo con una encuesta que se hizo, creen que si las mujeres se visten de una forma provocativa se exponen a ser violadas”.
Lo aterrador es que muchas lo son y no necesariamente por extraños. De hecho, 61% de las mujeres abusadas sexualmente han sido víctimas de los hombres que se suponen más las aman, valoran y respetan:
“Según la Encuesta Nacional de Demografía y Salud (ENDS 2010), el 10% de las mujeres manifestó haber sido violada por el esposo o compañero, el 6 por ciento informó haber sido violadas o forzadas a tener relaciones sexuales por alguien diferente al esposo o compañero; del total de casos, el 16 por ciento de los victimarios fueron desconocidos, el 18 por ciento el exmarido, el 12 por ciento un amigo, el 10 por ciento un pariente de la mujer, 6 por ciento el novio, el 5 por ciento un pariente del esposo”.
Como si esto fuera poco, en los últimos años viene creciendo de manera alarmante el número de mujeres desfiguradas por ácido, también, en su mayoría, por sus compañeros sentimentales presentes o pasados para que “no fuera de nadie más”, como declaró Viviana Hernández, de 28 años, que le dijo su exmarido y padre de sus 3 hijos al explicar el ataque contra ella. En el 2011 55 mujeres sufrieron esta suerte. En el 2011 fueron 42.
Esto debe hacernos reflexionar. Tenemos que pensar que como sociedad estamos haciendo algo mal cuando las estadísticas continúan revelando un desbalance tan terco de poder entre hombres y mujeres, y que quizás esos valores que tanto celebremos en días como el de ayer sean en gran parte los responsables.
En vez de esforzarnos por hacer de los niños “caballeros” y de las niñas unas “damas”, podríamos pensar que por fortuna el feudalismo ya no existe (al menos en teoría) y que ahora nos corresponde pensar modelos sociales que promuevan la felicidad, el respeto, la dignidad y el bienestar de las personas sin importar su género, identidad de género, ni sexualidad.
Así, en el día de la mujer quiero sobre todo felicitar a Ángela Robledo del Partido Verde. En honor al día de la mujer, la Representante señaló que, “el estudio ‘Primera encuesta de prevalencia de la violencia sexual en contra de las mujeres en el contexto del conflicto armado’ (apoyada por ONG internacionales como OXFAM), realizado en el 2010, en 407 municipios colombianos con presencia de actores del conflicto, revela que, entre el 2001 y el 2009, 489.687 mujeres declararon haber sido víctimas de violencia sexual. 74.698 de ellas responsabilizaron a actores ilegales (guerrillas y paramilitares), mientras 21.036 a la fuerza pública” y la impunidad es del 98%.
Finalmente, también quiero felicitar, aunque con cautela, al Presidente Santos por firmar esta semana con los gobernadores del país el Acuerdo Nacional por la Defensa de los Derechos de las Mujeres. Falta a ver si se ven los resultados
Me parece excelente que todos y todas celebremos la presencia de las mujeres importantes de nuestras vidas, pero los invito a que en esta celebración piensen en buscar acciones concretas que, más allá de “rosas y juguetes”, promuevan la verdadera igualdad y dignidad de todos, y a que como sociedad reconozcamos y valoremos a las mujeres por lo que éstas verdaderamente son como personas, aceptando y aplaudiendo su especificidad y diversidad.
Gracias por este reconocimiento, que va más allá de los detalles banales y sin significado. El mejor regalo para las mujeres es el reconocimiento a su entereza, a su lucha, a sus fortalezas ignoradas por la mayor parte de la sociedad.
Bello artículo.
Bueno Juli… Acá, como lo dije ayer en entrevista radial para radio diversia, lo que queda es replantear que por supuesto hay algunas luchas que las mujeres han dado y que han sido “superadas” como el derecho a votar y a trabajar. Pero hay otras luchas aún por dar, seguimos en la revolución de géneros y como lo diría en su momento, la Doctora Isabel Cristina López, estas no son luchas sencillas. Son luchas donde hay sangre, sudor y lagrimas y que siempre habrá una más por dar, dado que así es el proceso de evolución de las sociedades. Que bueno que nos recuerdes a tod@s a las mujeres afro descendientes, a las mujeres indígenas, a las mujeres empresarias, a las mujeres trabajadoras sexuales, a las mujeres transgénero, a todas esas mujeres que a parte de pertenecer a la gran minoría de las mujeres (que son minoría, no por la cifra, sino por la exclusión y la vulneración de sus derechos) también pertenecen a otras minorías y tienen que dar una batalla adicional en sus vidas. De nuevo felicitaciones y gracias por compartir esto con nosotr@s.
La hipocresía de la sociedad se evidencia en todo lo que argumentas en el artículo, muy puesto en razón y absolutamente verídico. Pienso que hay un circulo vicioso que debe ser quebrado: me refiero a cómo se forma un macho abusador. Es claro que no se nace siéndolo sino que es la cultura la que incide fundamentalmente en la aparición de este flagelo y , dentro de esa cultura, la educación. Un niñ@ es como una esponja que absorve informaciones por ósmosis: durante los cinco primeros años se forman las actitudes de la persona y, para bien o para mal,estas permanecen para toda la vida. El ejemplo del hogar, lo que se vive en él, las relaciones de los padres entre sí y con los hijos, cada palabra se vuelve importante a esa edad y cada acto presenciado por el infante pesa en su formación como persona. Un niño abusado en cualquier forma tiende a reproducir esa conducta con otros. Cada negación del cuerpo (no se toque ahí!, No mire eso!, etc) tuerce la futura conducta sexual, establece relaciones internas en el niño que van a determinar inhibiciones, bloqueos, etc. Cada carencia afectiva, cada déficit de caricias, contacto parental, besos y afecto, cada acción equivocada puede llevar a ese pequeñ@ a simas de temor o cimas de autoestima. Por todo ello, la lucha contra la discriminación hacia la mujer debe empezar allí, en el hogar, con los padres preocupados por ser mejores seres humanos. Si solo se piensa en términos de presupuesto, gastos y normas severas de conducta inspiradas por religiones, si cada padre, madre, se preocupan tan solo por llenar la barriga del niño y ponerlo en guarderías, colegios y desentenderse de lo que realmente significa la paternidad, el ciclo establecido continuará cada vez más fuerte. No son los gobiernos los que van a acabar con las inconductas machistas sino los ciudadanos y ciudadanas independientes, bien formados con Amor y respeto, personas, seres humanos que desde la cuna han recibido afecto, apoyo espiritual y conocimientos suficientes para repudiar esta verguenza que hoy vivimos: la cosificación del hombre y la mujer, el aislamiento y el egoísmo exacerbado.
Felicito a Juliana por tan excelente artículo.