Mucha gente dio por hecho que las ideas progresistas habían ganado y que ya estaba claro por qué todas las personas son iguales ante la ley. Además del triunfo de Trump, buena parte de los memes y posts que circulan por las redes, confirman que no es así.
Hablan de “heterofobia”, “activismo proheterosexual”, “cristianofobia” o de “los LGBT quieren imponernos su estilo de vida“. Acuden a estas palabras pretendiendo ocultar lo evidente. O ¿a qué pareja, por estar conformada por un hombre y una mujer, le han impedido casarse? ¿A cuántas personas les han negado una oportunidad laboral por ser heterosexuales? (Ver: Ser LGBT en el mundo laboral).
¿Cuántos jóvenes han durado años pensando cómo decirles a sus papás que les atraen las personas del sexo opuesto? ¿A cuántos menores los han echado de sus casas por ser heterosexuales, a cuántos niños los han matoneado en el colegio por ser “muy masculinos” o a cuántas personas que profesan una fe les han prohibido asistir a sus templos?
El modelo heterosexual es el que, desde todas las instancias, se ha reconocido, promovido y hasta impuesto. Durante años se condenó y censuró cualquier expresión que se saliera de allí. (Ver: La obligación de ser heterosexual).
Las parejas del mismo sexo nunca han pretendido que las heterosexuales no puedan casarse o postularse a procesos de adopción. Sin embargo, una de las estrategias para negar la desigualdad que enfrentan muchas personas lesbianas, gais, bisexuales y trans (LGBT), es voltear palabras como “homofobia” por “heterofobia”.
La táctica no es nueva. En un evento que tuvo lugar a finales de 2016 en la Universidad de Los Andes, Catalina Botero, decana de la facultad de Derecho, recordaba que el expresidente de Venezuela, Hugo Chávez, decía que los discursos de odio eran los que afirmaban que él debía dejar el poder y que esos eran los que había que sancionar.
También, hay quienes califican de “antifamilia” a quienes promueven la igualdad y el respeto por las personas LGBT. “Asimismo, en algunos países, hombres con poder intentan silenciar a los movimientos que defienden la interrupción voluntaria del embarazo, con el argumento de que van en contra de la dignidad de las mujeres porque el embarazo las dignifica”, señaló Botero. (Ver: Aborto en Colombia: lo que se dice vs. Lo que es).
A pesar de lo injusto de apelar a esta estrategia, quienes lo hacen están en todo su derecho. Por ilógico que resulte pretender ubicar la heterosexualidad como una categoría discriminada, quienes lo hacen están en libertad de intentarlo.
No habrá censura
A ellos, como al resto de colombianos, los cobija el artículo 20 de la Constitución política de Colombia, el cual garantiza la libertad de expresar y difundir pensamientos y opiniones. “No habrá censura”, dice.
Sin embargo, la libertad de expresión tiene límites. Un ejemplo de esto fue lo sucedido con el entonces grupo de Facebook “Cursos y Chompos Ásperos Uniandinos”, que recientemente un juez dio la orden de cerrar, lo que dicho sea de paso no desaparece el problema sino que lo traslada.
Hace unos meses, alguien publicó en este espacio un meme con una foto de la escritora y docente Carolina Sanín con un ojo morado, acompañada de la frase “cuando el heteropatriarcado opresor te pone en tu lugar“. (Ver: Carolina Sanín y la censura en Colombia).
En “Chompos” se comparten fotos de mujeres, personas LGBT, afro o con sobrepeso, entre otras, incitando odio hacia ellas (así algunos lo llamen “sátira”). Y la Corte Constitucional ha dicho que la difusión de mensajes cuyos contenidos promuevan la violencia hacia determinadas personas o grupos sociales no está protegida constitucionalmente.
“El Estado no puede silenciar discursos”, Catalina Botero, decana de la facultad de Derecho de la Universidad de Los Andes.
“La violencia puede salir de una pantalla y terminar en un balazo”, Juan Camilo Cárdenas, decano de Economía, Universidad de Los Andes.
Un contenido o mensaje que incite al odio no es el que tenga una opinión negativa sobre una persona o grupo sino aquel que promueva la violencia. Y esto es justamente lo que representa la mezcla del ojo morado de Sanín y la frase que acompaña la foto.
No obstante, muchas personas afirman que si en su perfil de Facebook ella es agresiva con la gente, ¿qué otra respuesta puede esperar? También dijeron: “Chompos es un simple grupo de ocio” y “¿por qué tanto escándalo por un meme?“.
Les resulta lógico que si en su perfil Sanín le responde a una persona con insultos, lo menos que puede esperar de vuelta es un meme como ese. No es así. Por agresivos que sean algunos de sus estados y respuestas y sin importar la rabia que despierten, estos no incitan a cometer actos de violencia, como sí sucede con las publicaciones de “Chompos”.
Para la muestra, el bullying que padeció Sol Fonseca en la Universidad de Los Andes, la joven que creyó haber ganado una beca para estudiar Astronomía en la Universidad de Arizona (Estados Unidos) y pidió ayuda en redes y al Ministerio de Educación para costear su sostenimiento allá.
Más allá de la crítica y la sátira
La Corte ha dicho que no pueden restringirse las opiniones negativas sino el hecho de utilizarlas como arma para incitar a actos violentos contra otros. “Y violencia es violencia sin importar la plataforma donde se realice”, explicaba recientemente Juan Camilo Cárdenas, decano de la facultad de Economía de la Universidad de Los Andes.
Lo curioso es que los administradores de “Chompos” apelaban a la libertad de expresión para publicar sus contenidos. Sin embargo, los primeros en atentar contra ese derecho eran justamente ellos porque si una persona criticaba sus publicaciones, terminaba bloqueada o expulsada del grupo. Y cuestionar a una persona por difundir un meme no es lesionar su derecho a la libertad de expresión sino entrar en el debate.
Ahora, el hecho de que existan sanciones legales contra los discursos que inciten al odio y a la violencia no significa que no haya otras formas de enfrentarlos. Según Botero, vivir en una sociedad democrática implica aceptar que hay posturas que no deben silenciarse sino enfrentarse o enriquecerse a través de la discusión.
“Si pretendemos meter a la cárcel a una persona que piensa distinto a uno, la convertiremos en mártir”, afirma Botero. De hecho, agrega, aunque las redes sociales han democratizado las comunicaciones, también han creado unos nichos en donde la gente solamente sigue a quienes piensan como él o ella, le ratifican sus creencias o le dicen lo que quiere oír y la consecuencia de esto es la intolerancia.
“En las redes sociales el poder lo tenemos nosotros, pero tenemos que autorregularnos”, Catalina Botero, decana de Derecho, Universidad de Los Andes.
“En Twitter hago el ejercicio de seguir gente que no piensa como yo, no para burlarme o insultarlos, sino para poner a prueba mis ideas y debatir con argumentos”, señala Botero, quien tiene alrededor de 450 personas bloqueadas pero no porque vean la vida de otra manera sino porque utilizan expresiones sexistas o crueles. “Y no acepto la crueldad”.
Ahora, agrega Cárdenas, pretender bloquear los discursos con los que no se está de acuerdo, además de ingenuo es equívoco, porque el problema no está en las redes sociales per se. “El problema está en la condición humana”.
“Por eso, más que sancionar, se debe aprender a debatir, porque quizás usted creyó que ese meme era chistoso, pero a mí me pareció agresivo”, señala Cárdenas. La deliberación permite ver más allá y aclarar lo que parece complejo.
El despido de Sanín
Por otro lado, hace unos días se conoció que a Carolina Sanín no le renovaron su contrato como docente, argumentando que sus estados contra la Universidad de Los Andes afectaban la convivencia.
Cuando Sanín aún no había sido despedida, Juan Camilo Cárdenas, decano de la facultad de Economía, explicaba que esa institución debe defender la libertad de expresión. “Si la restringimos, no vamos a invitar a los estudiantes a ser curiosos y a pensar distinto. Es un derecho que permite el disenso y esa es la naturaleza de las universidades”.
Pero más allá de la libertad de expresión, una pregunta que surge es: ¿por qué el meme de Sanín con el ojo morado no es un “simple chiste y ya”? ¿Por qué debe ser censurado, independiente de que se esté o no de acuerdo con las opiniones de esta escritora?
Porque la violencia machista es una realidad en Colombia. Según cifras de Medicina Legal, mientras menos del nueve por ciento de los hombres son agredidos en sus casas por sus parejas o ex, más del 40 por ciento de las mujeres sí lo son.
“No tenemos derecho a que por cuenta de las redes sociales, la crueldad se convierta en algo normal”, Catalina Botero.
“Y esto no es una casualidad. Pasa porque la violencia doméstica contra las mujeres se volvió normal. Alguna vez vi un meme de un niño con un ojo morado, acompañado de la frase: ‘cuando te dicen que tienes los ojos iguales a los de tu mamá'”, recuerda Botero. (Ver: Más voces se suman contra la violencia de género).
La velocidad de difusión de los mensajes que algunas personas creen chistosos, contribuye a volver cotidiano lo que no es normal. “Hay gente que se comporta en las redes sociales como no lo hace en su vida diaria, cuando las redes también son la vida”, señala Botero.
“Hay quienes dicen ‘en Facebook uno pasa rápido y ni se da cuenta de lo que comparte o le da like‘, pero si uno hace el ejercicio de no hacer scroll tan rápido, la respuesta sería otra: algunos memes ya no parecerían tan chistosos”, afirma Cárdenas.
En las redes sociales es posible apelar al humor, al disenso y a la libertad de expresión, pero con unos acuerdos mínimos. Para tal fin, resulta clave permitirle a la brújula moral de cada quien decir: “esto no debería postearlo porque puede herir o maltratar a alguien”, agrega Cárdenas.
Para él, al convertir la violencia por género, raza, orientación sexual o físico en algo normal, disminuye la sanción social. “La persona siente que no la miran mal o no la censuran por pegarle a una mujer”.
La crueldad no es chistosa
Ahora, hay quienes dicen que las mujeres se hacen las víctimas y preguntan con indignación: “¿y si les pegan por qué siguen viviendo con esos tipos?”. “La respuesta es simple: porque muchas veces no tienen a donde más ir con sus hijos. Es que no estamos hablando de mujeres autónomas, con poder y capacidad económica”, afirma Botero.
En todo esto también hay una discusión ética: ¿en qué momento se perdió la sensibilidad? Memes como el de Carolina Sanín son una reacción a los logros de movimientos sociales y sectores tradicionalmente excluidos.
“Esos logros han llevado a que por miedo o falta de empatía, algunas personas se resistan a aceptar que quienes tienen otro color de piel u orientación sexual son igualmente dignos”, agrega Botero.
Hechos como el triunfo de Trump demuestran que la libertad de expresión que había permitido una cultura de inclusión, igualdad y dignidad, no estaba tan asentada como se creía. “Es ahí cuando aparecen esos fenómenos multitudinarios que se ríen de que a las mujeres las golpeen o que se burlan de las personas afro o LGBT”, afirma Botero.
Mucha gente creyó que la burbuja progresista había triunfado. Pero no es así. Seguramente el nuevo presidente de los Estados Unidos se reiría de los posts de “Chompos” y es posible que el paso a seguir ya no sea garantizar lo conseguido sino volver a explicar por qué todas las personas somos iguales.
“No podemos permitir que regrese la discriminación que era normal hace 60 años”, Catalina Botero.
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