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Orgullosamente feministas

Menores de 30 años, exitosas académica y profesionalmente, tienen buen sentido del humor y son abiertamente feministas. #FeminismoParaDummies. 

Todavía mucha gente siente miedo de decir abiertamente que es feminista. Sabe que de inmediato le dirán que “odia a los hombres“, “para qué ser tan radicales” y “para qué pasar del machismo al feminismo” como si se tratara de equivalentes.

El problema de fondo es que muchas personas no quieren abordar lo que implican los roles de género y las desigualdades entre hombres y mujeres porque esto requiere hacer cambios y se resisten a reconocer sus privilegios.

Sin embargo, el feminismo está más vigente que nunca y a pesar de lo difícil que pueda resultar identificarse de esta manera en ciertos espacios, cada vez son más las voces jóvenes que se suman al cambio. Sentiido habló con cinco:

  1. Matilda González Gil
  2. María Adelaida “Mía” Perdomo
  3. María Angélica Prada
  4. Rosario Sin Bragas
  5. Matilde De Los Milagros Londoño

El especial #FeminismoParaDummies fue posible gracias a la Fundación Friedrich Ebert Stiftung Colombia: 

Matilda González Gil

mujeres Orgullosamente feministas
Para Matilda pensar el feminismo como una identidad puede ser tramposo porque hay personas y organizaciones que dicen serlo pero que en la práctica no lo son.

28 años, abogada con una maestría en Derecho Internacional, columnista de Vice Colombia y de Revista Cromos.

El feminismo le salva la vida a muchas personas trans”.

“El movimiento LGBT es machista y conservador. En este aspecto me siento frustrada”

Matilda llegó al feminismo cuando era estudiante de Derecho en la Universidad de Los Andes, en Bogotá, gracias a las clases que tomó con profesores como Isabel Cristina Jaramillo, Julieta Lemaitre, Esteban Restrepo y Chloe Rutter-Jensen. (Ver: “Estoy más que calificada para llegar a la Corte Constitucional”).

Ahí empezó a participar en discusiones sobre género en las que no había estado, entre otras cosas, porque Matilda es de Manizales, una ciudad donde este no es un tema tan visible.

Sin embargo, en su feminismo también influyó su abuelita (L’Abuelitah la llama en sus redes sociales), una mujer de temperamento fuerte, que discute, que sacó a sus hijos adelante y con la que vivió tres años. Y en su casa se hace lo que ella diga.

Cuando Matilda entró a Los Andes no había empezado su tránsito de masculino a femenino y le gustaban los hombres. Era percibida, por tanto, como un hombre homosexual. (Ver: Diferentes formas de ser trans).

En ese entonces ya tenía claro que sentir atracción por las personas del mismo sexo no tenía nada de malo y entró a formar parte del Círculo LGBT de Los Andes. Las actividades en las que participó también aportaron a su acercamiento con el feminismo.

1. ¿Cómo ha impactado el feminismo su vida?

El feminismo me ha hecho mucho bien. Le salva la vida a muchas personas trans. A mí me ha ayudado a dejar atrás relaciones tóxicas y a entender que lo malo que a mí me pasa no es por ser trans sino por la transfobia.

Es muy distinto vivir en el mundo según lo perciban a uno como hombre o como mujer. El trato cambia. A las mujeres no nos toman tan en serio como a los hombres, se pierden privilegios. (Ver: “Nuestra estrategia es el amor”).

2. ¿Por qué cree que hay tanto miedo a nombrarse “feminista”?

Yo trato de decir “soy feminista”. Hay que nombrar la palabra porque no tiene nada de malo, aunque entiendo que a veces también depende de la audiencia.

Por ejemplo, en la columna que tengo en el portal Vice, que es principalmente sobre personas trans, no la utilizo por estrategia para llegarle a más gente. Hablo de lo que representa y de lo que busca sin necesariamente decir “feminismo”. (Ver: Es feminismo: no humanismo ni “igualismo”). 

También creo que pensar el feminismo como una identidad puede ser tramposo porque hay personas y organizaciones que dicen serlo pero si se revisa bien, no lo son.

“Hay quienes se identifican como feministas pero en la práctica no lo son”.

Yo creo en el feminismo más como proceso que como identidad. No es algo tan en blanco y negro y, en ocasiones, hay un cierto oportunismo al utilizar la palabra.

Es algo similar a lo que sucede con algunas “organizaciones LGBT” que solamente tienen personas lesbianas y gais contratadas, ni una trans. Entonces ¿por qué se llaman “LGBT”?

El feminismo tiene que ver con los privilegios y las relaciones de poder que tenemos en la sociedad. No es una categoría abstracta de decir “todos somos iguales” sino que está directamente relacionada con lo que hacemos, con cómo vivimos.

“Está bien sentir rabia por todo lo que tenemos que pasar, pero podemos aprovecharla para cambiar el mundo”.

El feminismo no ha sido un movimiento cercano a las personas trans y es un proceso por el que estamos avanzando. El hecho de que la columna que tengo en Vice se llame “Furia Travesti” y que escriba de la manera más sincera posible, así a veces suene grosero, es parte de ese primer paso de tomar conciencia de que lo personal es político.

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2. ¿Cómo enfrenta la creencia de que “el feminismo promueve la guerra de sexos”?

Cuando estas frases salen en contextos heterosexuales donde las mujeres que hablan duro son calificadas de “feminazis” o en espacios de hombres que después de tener sexo con nosotras nos dicen “yo solamente había estado con ‘mujeres’“, me doy la pelea de discutirles porque uno tiene claro que no saben del tema.

Pero cuando esto sucede en contextos LGBT siento rabia. De alguna manera el movimiento LGBT ha sido el mal novio de las personas trans, ese que promete de todo y nos dice “tú y yo nos amamos“, pero en la práctica no lo demuestra.

Se habla de que somos “un movimiento LGBT”, pero a muchas de nosotras no nos dejan entrar a las discotecas que frecuentan gais y lesbianas. También hay mucho machismo en el activismo. (Ver: Derecho de admisión vs discriminación en bares LGBT).

A mí muchos hombres gais me han dicho que soy grosera y que tengo que bajarle al tono. Nos pasa lo mismo que cuando a las mujeres feministas les dicen “feminazis”. Yo creo que es hora de sentarse a hablar con ese mal novio, el movimiento LGBT, de evaluar si vamos a divorciarnos y de aclarar los términos.

Alguien me decía que en su organización no contrataban personas trans porque somos problemáticas y fiesteras y otros argumentos que, en últimas, son machistas. Como si los hombres gais no fueran conflictivos y rumberos.

Si uno hace un análisis de qué mujeres trans son las “aceptadas” en el movimiento LGBT, son las que estamos bien vestidas y las que hablamos de cierta manera. Es el novio que nos presenta como su novia para hacerles creer a los demás que no es gay.

En este caso, también doy la pelea. Yo sí respondo los comentarios y, si tengo mucha rabia, procuro demostrarla así a veces me toque pedir perdón después.

Cuando estoy fuera del movimiento LGBT soy más estratégica pero estando allí donde supuestamente somos una “comunidad” le apuesto a relaciones más sinceras. (Ver: ¿Vale la pena mantener la sigla LGBT?).

3. ¿Desde qué orilla le aporta al feminismo?

Como abogada, me parece importante destacar que el Derecho es profundamente limitado. Le damos al Derecho propiedades que no tiene.

Se tiende a creer que si se cambia la ley, la sociedad cambia de inmediato. Y el objetivo de los movimientos sociales y de algunas organizaciones es transformar el Derecho como si esto, automáticamente, representara cambios sociales.

Uno de los aportes que puede hacer el feminismo trans es decir que nuestro objetivo es la transformación social. Que acudamos al Derecho como una de las vías para lograrlo, está bien, pero con la certeza de que es limitado y de que tenemos que actuar en muchos otros frentes si queremos cambios radicales y no solamente en el papel.

Otro aporte importante son las “políticas trans-críticas” que propone el activista Dean Spade, para buscar las raíces de lo que hace a las personas trans tan vulnerables a la muerte y a que su expectativa de vida sea de 35 años.

Las “políticas trans-críticas” tienen como objetivo la transformación social y al mismo tiempo cuestionar las vías que hemos utilizado que son contradictorias o clasistas, como apelar a la cárcel para solucionar un problema de exclusión cuando allá van a parar las personas más pobres y vulnerables de la sociedad.

4. ¿Cómo responde a la crítica de que el feminismo coarta la libertad de expresión porque ya no se puede decir nada?

A mí me molesta lo del lenguaje “políticamente correcto”. Para mí ese concepto es como decir mentiras porque no significa que la sociedad cambió y somos iguales, sino que vamos a fingir que lo somos.

Es como cuando la gente cree que decir “personas trans” en vez de “travestis” las hace menos culpables: ¿Te hace menos transfóbico decir “personas trans” o más bien contratar a una persona trans en tu organización? (Ver: Diversidad sexual y de género para dummies).

Detrás de lo “políticamente correcto” hay una trampa. Por un lado, el lenguaje construye realidades y, por otro, las refleja. No debemos medir el lenguaje para que la gente no se ofenda y fingir que el problema no está.

“Es violento cuando la gente no utiliza los términos con los que queremos nombrarnos”.

Yo sí confronto a los tipos que me siguen tratando como si yo fuera un hombre y me dicen que lo hacen porque “ellos no entienden de eso“. Lo que hay detrás de esa frase es un “no me da la gana de cambiar lo que pienso”. Yo enfrento eso, no porque sea “políticamente correcto”, sino porque refleja que esa persona me ve inferior a ella.

5. ¿Cuáles son los retos del feminismo en Colombia?

Muchas personas trans han estado excluidas del sistema educativo. Y eso de entrada genera una brecha gigante entre lo que decimos desde la academia y cómo se comunica el feminismo en términos pop, pero sin banalizar el discurso. Las personas trans están excluidas de ese lenguaje tan raro que utilizamos en la academia.

“El reto está en crear un puente entre el discurso de las feministas privilegiadas y las que queremos acercar al feminismo”.

A veces también siento que las feministas nos volvemos evangelizadoras al decir “te voy a enseñar qué es el feminismo” como creyendo que las demás personas tienen que aprender de nosotras, cuando hay muchas prácticas feministas por fuera de las ONG.

Uno de los retos del feminismo es entender que no todo gira alrededor del Derecho y que hay otro tipo de activismo que también debe ser valorado. Antes, las mujeres trans no estaban organizadas en un movimiento pero sí había una práctica de resistencia y gracias a muchas de ellas, otras pudimos ir al colegio y a la universidad.

No se trata de decir: “te voy a enseñar sobre feminismo” sino agradecerles por su práctica feminista, por haber resistido y haber sido visibles en un contexto en el que ni siquiera se les permitía existir.

Un reto es acercar el feminismo a las poblaciones que no han tenido acceso a la educación sin convertimos en evangelizadoras.

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6. ¿Cómo lograr que el feminismo le llegue a más gente?

Para mí el feminismo es, ante todo, un proceso. No lo veo en términos de resultados. Pero muchas veces el feminismo del que hablamos en Colombia es de personas blancas, clase media alta, de Bogotá y de ONG. Tiene problemas de representatividad.

No hay mujeres trans visibles y tampoco se ven muchas mujeres negras ni trabajadoras sexuales en posiciones de liderazgo. Ningún proceso político funciona a punta de buenas intenciones. Y si queremos estar ahí, tenemos que tomarnos el feminismo. Hay que ver, en la práctica, qué tanto dialoga el feminismo con las personas trans.

Si queremos que la “agenda LGBT” hable de temas trans, nos tomamos su agenda porque no podemos quedarnos en “amiguis tu organización dice T y nunca incluyes nada trans“. No es suficiente con nombrarnos, porque en la práctica esto puede tomarse como suficiente, pero los cambios son procesos que también funcionan con fuerza.

7. ¿Cómo responde a la idea de “ya tenemos igualdad, para qué el feminismo”?

Eso de que “las cosas han cambiado, para qué hablar de feminismo” es una excusa para mantener el estatus quo. Lo cierto es que al movimiento LGBT le hace falta feminismo: ¿por qué en sus organizaciones no hay personas trans contratadas?, ¿por qué cuando están contratadas no están al mismo nivel de gais y lesbianas? o ¿Por qué no manejan una agenda trans?

“Cuando sintamos que de verdad hay justicia social, vamos a callarnos, antes no”.

La respuesta de los activistas suele ser: “las cosas están cambiando, ya las estamos invitando a los eventos“, un argumento para mantener el estatus quo.

Seguiremos hablando de justicia hasta que exista plenamente, no hasta que haya “medio justicia”. No buscamos caridad sino igualdad. Nuestros derechos no son un favor que nos hacen. No es que nos van tirando migajas y nos vamos callando. Vamos a seguir jodiendo hasta que no tengamos la necesidad de hacerlo.

8. ¿Cómo aprovechar las nuevas tecnologías para aumentar el impacto del feminismo?

A mí me asombra que varias de las columnas que escribo en Vice Colombia las comparten mujeres que trabajan con web cams. Internet también ha revolucionado el trabajo sexual.

Y como muchas personas trans están en el mercado sexual, hay un beneficio importante en hablar de feminismo por Internet, pero más que todo en redes sociales. Esta ha sido una manera en la que yo, por ejemplo, me encuentro con muchas personas trans.

“Que yo sea una mujer trans con privilegios, me permite estar en lugares muy diferentes de los que están las personas trans promedio”.

Las nuevas tecnologías han revolucionado el alcance de movimientos como el feminista y han hecho posible que nos comuniquemos con personas que de otra manera no habríamos conocido. Al menos en términos de comunicación nos han acercado.

9. ¿Cree que los hombres pueden llamarse “feministas”?

El problema es el feminismo como identidad y no como práctica. Un hombre puede decir “soy super feminista”, pero en la vida real no lo es. Me parece irrelevante que una persona se nombre o no feminista, lo que me parece importante es la práctica. (Ver: Hombres ¿feministas?).

Más bien hay que hablar de los privilegios que cada quien tiene, que pueden ser de clase, raza o por el mismo hecho de no ser trans. Y en el caso de los hombres, por el simple hecho de ser hombres. (Ver: Cis… ¿qué?).

“Más allá de si los hombres pueden o no nombrase feministas, la discusión es si realmente los son”.

La discusión de la representación también es importante. Las personas trans estamos en los logos, en las libretas y en los vídeos de todo lo LGBT pero físicamente no estamos en sus espacios de trabajo ni en las mesas de discusión de las estrategias.

Hay quienes dicen “no hay que ser trans para hablar de temas trans” para justificar que no se contraten personas trans en las organizaciones LGBT. Yo sí creo que hay que hacer responsable a la gente de sus palabras: si va a decir que es feminista o LGBT, tiene que demostrarlo.

“No podemos sentirnos culpables porque la discriminación nos de rabia”.

A mí me gustaría decirles a las personas trans que cuando estén con rabia o furia, no se sientan culpables sino que reivindiquen su derecho a sentirse bravas por estar en una posición injusta.

Muchas veces el argumento que se utiliza para dejarnos de lado es que “somos problemáticas”. De esta manera, el conflicto no es la discriminación sino el tono que utilizamos para reclamar.


María Adelaida “Mía” Perdomo

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Uno de los retos de Mía Perdomo es lograr que más mujeres sean presidentas de compañías, formen parte de las juntas directivas y de los espacios de toma de decisiones de las empresas.

30 años, cofundadora y gerente de Aequales en Colombia, psicóloga, con estudios en Derechos Humanos y liderazgo y con experiencia en educación.

“Todas mis relaciones están atravesadas por el feminismo”

Desde que era adolescente Mía Perdomo experimentaba un sentimiento de injusticia. De hecho, hace poco revisó los diarios que ha escrito desde que tiene siete años y encontró que a los 14 años escribió: “soy feminista“.

Le gustó encontrarse con ese recuerdo porque confirmó que desde muy temprano tuvo conciencia de las injusticias de género y desde muy joven quiso formar parte de un movimiento político y social.

En ese entonces, no podía decir que había algo que la afectara, pero sí percibía la injusticia. En su adolescencia sintió la desigualdad porque consideraba que los hombres solo la veían como un potencial -o no- objeto sexual y ella clasificaba en el “no”.

Eso le causaba malestar aunque no quería sentirse mal por eso. Tenía un conflicto entre “quiero ser aceptada”, pero no como objeto sexual.

Hace tres años Mía es cofundadora y gerente de Aequales una empresa especializada en consultoría en equidad de género.

1. ¿Por qué cree que a tanta gente le cuesta identificarse como “feminista”?

Es un término estigmatizado que pone a la gente en un lugar radical y de protesta social. Y en nuestra sociedad ninguno de estos dos conceptos, así como la izquierda ni la controversia, están bien vistos.

Por otro lado, en muchas ocasiones el privilegio viene acompañado de ser conservador. Con menor razón las personas van a querer denominarse “feministas”.

“Ahora que el feminismo está más de moda y es más pop, es más chévere ser feminista”.

Seguramente para una mujer campesina será difícil llamarse “feminista”, no por un tema de privilegio, sino porque iría en contra de sus costumbres. En general, las personas no se autodenominan de esta manera porque las pone en un lugar de conflicto con la sociedad.

Ser feminista tiempo completo resulta difícil y trae sufrimiento. Sin embargo, es algo que asumí porque lo personal es político, pero no es fácil ser coherente todo el tiempo.

2. ¿Cómo ha afectado su vida el hecho de ser feminista?

Todas mis relaciones y mi trabajo están atravesados por el feminismo. Lo que hacemos en Aequales es propender por el cierre de la brecha de género en las empresas y fomentar que las mujeres lleguen a posiciones de liderazgo.

La gente que me rodea sabe que lo que yo digo, pienso y pasa en mi entorno tiene que ver con el hecho de que soy feminista y eso para muchas personas implica un peso.

Hay muchos amigos que dicen: “no diga eso porque Mía está acá” y yo pienso “ojalá dijeran no diga eso porque es machista“, pero no es así. El tema acá no es que yo me ponga brava sino que está mal.

También me dicen: “no hables de eso para evitar discusiones“. Pero no puede ser que yo tenga que callarme frente a un comentario discriminatorio.

Creo en el feminismo al 100%, todos los hombres con los que he salido en los últimos seis años tienen prácticas feministas así no se identifiquen de esta manera. Ser feministas nos pone en el lado correcto de la historia.

3. ¿Cómo responde a la creencia de que el feminismo promueve la guerra de sexos?

Antes me daba rabia y reaccionaba de manera agresiva. Me costaba pensar que algunas personas creyeran que el feminismo era el equivalente al machismo pero en mujeres.

Sin embargo, he aprendido a darle tiempo a la gente para que pueda entender qué es realmente el feminismo. Ya no me pongo brava, intento explicar. Tampoco quiero que la gente diga “con Mía no se puede hablar“.

Necesitamos la teoría para argumentar. Se puede ser feminista de manera intuitiva al ver las situaciones injustas pero a la hora de sostener esa posición frente a otros se necesita formación. Por ejemplo, la conversación sobre la importancia del lenguaje incluyente la tengo todos los días. (Ver: Feminismo: lo que se dice vs. Lo que es).

Vivo con perspectiva de género todo el tiempo, pero ahora entiendo que no necesariamente tengo que replicar todos los comentarios machistas que oigo.

Antes sentía que si dejaba pasar uno era cómplice, lo que por supuesto no es así. Hay algunas cosas que en mi cotidianidad dejo pasar porque estoy tratando de escoger mis batallas. Tengo que ser estratégica para avanzar.

4. ¿Desde que orilla contribuye a la equidad de género?

Nuestro aporte es hacer el único diagnóstico que existe en las empresas con respecto a equidad de género, tanto en Colombia como en Perú, y proveer de herramientas al ambiente corporativo para avanzar en equidad de género.

Esto implica hablarles a las empresas de feminismo sin mencionar la palabra. Nosotras hacemos un ranking anual de las organizaciones más equitativas en género.

Este año tenemos 300 organizaciones inscritas. De manera voluntaria quieren saber cómo están y cómo pueden mejorar. Cada vez más empresas se quieren medir en equidad de género. Este es el aporte más grande que le hace Aequales a Latinoamérica.

“En Latinoamérica, el 20 % de las mujeres están en posiciones de liderazgo. En Colombia, el 35 %”.

Como feminista siempre pensé que iba a trabajar con mujeres de sectores vulnerables, pero en 2014 mi socia y yo nos ganamos una beca para hacer un curso de liderazgo en la Universidad de Georgetown (Estados Unidos) y la idea era salir con un proyecto de desarrollo rentable. En esos tres meses construimos Aequales.

Como tenía que ser competitivo y abordar Latinoamérica no podía ser una ONG más de mujeres y tampoco queríamos replicar el trabajo que otras están haciendo muy bien.

Pensamos, entonces, en romper los techos de cristal: queremos más mujeres presidentas de compañías, en juntas directivas y tomando decisiones. Y una posibilidad para lograrlo es que las empresas les ofrezcan más posibilidades a las mujeres de llegar a estas posiciones. En Colombia, solo el 4% de ellas son CEO de compañías.

5. ¿Cómo responde a la creencia de que el feminismo atenta contra la libertad de expresión porque “ya no se puede decir nada”?

Yo no acepto los chistes machistas porque un comentario de esta naturaleza puede terminar en un caso como el de Yuliana Samboní. No es algo directo, pero de los machismos cotidianos que se vuelven “normales” se pasa a calificativos de “perra” y “zorra”, de ahí a las agresiones físicas y así hasta terminar en feminicidios.

“Yo no puedo reírme de comentarios violentos que atentan contra la mitad de la población”.

Puede que nos volvamos cansonas, pero no vamos a lograr cambios estructurales si no reparamos en los pequeños comentarios.

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6. ¿Cuáles son los retos del feminismo en Colombia?

Desmontar la idea de que es un tema de “gueto” y lograr que más personas se acerquen a este movimiento. Difícilmente vamos a lograr cambios estructurales si todavía mucha gente cree que las feministas están tratando de dañar a los niños.

Tenemos que tener una conversación con esas personas. Para mí, hasta que el feminismo en Colombia no dialogue con las religiones, no vamos a avanzar mucho más.

“Un reto importante es que las mujeres jóvenes sientan que el feminismo también es con ellas y se apropien de la causa”.

¿Cuántas mujeres no viven acoso en las universidades o en los trabajos? O ¿cuántas no sufren violencia por parte de sus parejas? El feminismo tiene que ser más popular en el sentido de ser un movimiento con el que más personas se identifiquen. El hecho de que implique cambios hace que sea percibido como una amenaza.

Por último, los distintos tipos de feminismo que hay en Colombia: campesino, académico, laboral, entre otros, deberíamos unir esfuerzos, no estar tan separados.

7. ¿Qué opina de la frase “ya tenemos igualdad, el feminismo ya no es necesario”?

Si no fuera porque décadas atrás un grupo de feministas salió a las calles a protestar, arriesgando sus vidas, hoy muchas mujeres no estarían sentadas en una oficina, no irían a la universidad y no podrían votar ni tener propiedades.

Por un lado, debemos agradecerles a esas mujeres y reconocer la historia. Y por otro, todavía nos quedan muchas batallas. En Colombia, la violencia contra las mujeres es aterradora, tampoco estamos llegando a las posiciones de liderazgo ni de toma de decisiones. (Ver: Decir “no”: un privilegio de los hombres).

Muchas mujeres creen que el cambio ya se dio porque estamos en el mercado laboral. Es cierto, estamos ahí, pero no aumenta el número de mujeres en espacios de liderazgo ni de toma de decisiones. Se quedó en 24% a nivel mundial.

Asimismo, hasta que la interrupción voluntaria del embarazo no esté completamente legalizada en Colombia y deje de ser un tema religioso y los anticonceptivos sean gratuitos, no habremos ganado la batalla de los derechos sexuales y reproductivos. (Ver: 4 retos del aborto legal en Colombia).

Muchas mujeres dan los derechos por sentado, pero podemos perderlos. Así como la senadora Viviane Morales puso en riesgo el derecho de las personas solteras, viudas o separadas de postularse a procesos de adopción, ¿quién nos garantiza que en unos años se nos prohíba abortar en los tres casos aprobados por la Corte y hasta divorciarnos o tener propiedades? Es peligroso acomodarnos. (Ver: 9 razones por las que el referendo de Viviane Morales sí discrimina).

8. ¿Cómo aumentar el impacto del feminismo?

Yo soy empresaria y cobro porque las empresas inmersas en un orden capitalista avancen en equidad de género. Algunas feministas podrían considerar esto como una traición a los principios del movimiento porque el capitalismo es un sistema patriarcal y porque recibo dinero de empresas que todavía les pagan menos a las mujeres.

Mi postura como feminista y emprendedora tiene que ver con la importancia de pelear desde adentro. Yo estoy convencida de que el feminismo tiene que incursionar en el capitalismo para tener más fuerza.

Si me paro en la puerta de una multinacional a protestar, no va a pasar mucho, pero si llego a esta misma empresa con un discurso de rentabilidad y competitividad como parte de apostarle a la equidad de género, las cosas empezarán a cambiar.

“Yo hablo el lenguaje de las empresas y al mismo tiempo tengo prácticas feministas”.

Esto no es exactamente lo que habíamos pensado que debía hacer el feminismo, pero hay que ser estratégicos y no permito que se me cuestione mi feminismo por el hecho de que trabajo en un sistema capitalista. ¿De qué nos sirve que las empresas no nos escuchen? Nos sirve que la gente sepa quién es uno y que podemos hablar de género.

En el ranking del año pasado, las empresas ganadoras fueron las más grandes de este país. ¿Cuándo más va a poder uno sentar a todos sus directivos para que nos escuchen hablar de equidad de género?

El feminismo tiene que incursionar en otros espacios y hablar otros lenguajes, tiene que ser más abierto y trabajar con lo que hay, teniendo en cuenta que muchos colombianos son religiosos y que el mundo es capitalista. A mí también me costó aceptarlo.

9. ¿Cómo han contribuido las nuevas tecnologías al feminismo?

Aequales es en redes sociales un referente en género y, al mismo tiempo, una empresa. En redes sociales somos activistas. De manera permanente estamos publicando contenidos relacionados con empresa y género y eso ha contribuido a que nuestra organización se mantenga como una propuesta activista feminista.

“Las redes nos han permitido ser lo que queremos: una empresa social, feminista y activista”.

Este año hicimos la campaña #SomosPares y muchas personas publicaron una nota diciendo porqué hombres y mujeres somos pares. Fuimos tendencia. Es muy satisfactorio saber que podemos seguir siendo activistas apoyadas en las nuevas tecnologías.

También pienso que, en general, las redes sociales son muy útiles para las mujeres, porque muchas de ellas hablan ahí por primera vez de lo que les sucede. Ahí pueden encontrar referentes. El feminismo es un camino que tiene muchas voces.

10. ¿Pueden los hombres identificarse como feministas?

El feminismo es un tema de hombres y mujeres. La equidad de género no se logra sin ellos. Las mujeres pueden estar todo lo empoderadas que quieran y dar talleres de liderazgo, pero también hay que trabajar en masculinidades alternativas.

Ellos también deben poder expresar emociones, abrazar a otros hombres y usar camisetas rosadas sin presiones sociales. Nosotras también queremos trabajar con los hombres para que ellos se liberen y entiendan que la equidad de género les conviene tanto a ellos como a nosotras.

“La equidad de género no es un tema de mujeres sino un asunto donde hombres y mujeres somos equipo”.

Muchos hombres nos dicen: “increíble tu empresa, te voy a contactar con (nombre de mujer) para que trabajen“, como si fuera “un asunto de mujeres”. Es entonces cuando les decimos: “no estás entendiendo: contrátame tú y hacemos un taller contigo“.

Entiendo que hace unos años no dejaran entrar hombres a los congresos feministas porque la voz de uno solo podía convertirse en la más fuerte del recinto. Pero en eso hemos avanzado. El camino es con los hombres porque a unos y a otras nos conviene.

María Angélica Prada

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29 años, abogada con una maestría en Derecho Internacional y estudiante de maestría en Antropología. Ha sido docente e investigadora, fue aspirante a edil de la localidad de Chapinero (Bogotá) y ha sido asesora en temas de género.

“El tema no es que ya no se pueden hacer chistes, Es conocer los límites”.

Hoy abiertamente María Angélica dice que es feminista, no siempre lo ha hecho, aunque desde siempre lo ha sido. Una vez entró a la universidad y se aproximó de una manera más teórica al feminismo, empezó a identificarme públicamente de esta manera.

Tuvo profesoras que han sido un referente para ella como Isabel Cristina Jaramillo de la Universidad de Los Andes y Lina Céspedes de la Universidad del Rosario. (Ver: “Estoy más que calificada para llegar a la Corte Constitucional”).

Sabe que “feminismo” es una palabra estigmatizada porque se ha intentado difundir la idea de que ya no hay desigualdades entre hombres y mujeres, lo que no es cierto.

1. ¿Cómo ha impactado el feminismo su vida?

Soy feliz siendo feminista. Esto genera resistencia en algunas personas que dicen “ya va a salir con su feminismo“, pero igual lo hago. Una vez una mujer se pone los lentes del feminismo, ya no hay vuelta atrás, así cause conflictos con la familia y los amigos.

“Hay espacios en los que no vale la pena entrar en una discusión, así ciertos comentarios me molesten”.

Tener una relación sentimental también es difícil porque si la pareja no es feminista, es una pelea constante. Por fortuna siempre he salido con hombres que son conscientes de eso, pero hasta incluso con ellos hay diferencias.

2. ¿Por qué cree que hay tanto miedo a nombrarse “feminista”?

Porque el término está estigmatizado. Se ha hecho creer que las feministas odian a los hombres. También hay quienes no se denominan de esta manera porque no están dispuestos a cuestionarse sus privilegios ni sus actitudes machistas.

El feminismo nos obliga a cuestionarnos. Yo, por ejemplo, como mujer blanca y heterosexual aunque puedo recibir ciertas estigmatizaciones por ser mujer, tengo muchos privilegios.

3. ¿Cómo responde a la creencia de que “el feminismo promueve una guerra de sexos”?

En algunos espacios, son peleas que he cazado tanto que ya mucha gente no me las da. Saben que con paciencia voy a explicar por qué el feminismo no es una guerra de sexos sino que se refiere a una estructura que genera desigualdades y que afecta tanto a hombres como a mujeres. Y doy ejemplos concretos.

Ahora, no importa la materia que esté dictando pero siempre dedico al menos una clase a explicar qué es el feminismo.

4. ¿Desde qué orilla contribuye a crear igualdad de género?

A través de mis clases, en mi actividad docente universitaria. Allí pongo el tema e invito a los estudiantes a cuestionarse sobre equidad de género.

“Cuando he trabajado derechos laborales también abordo la equidad de género porque no creo que una lucha excluya la otra.

Mi contribución principal es en la cotidianidad, en las discusiones del día a día. Cuando trabajo con sectores de la sociedad donde claramente se percibe el machismo, trato de sensibilizar y de introducir el tema.

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5. ¿Cómo responde a la idea de que “el feminismo coarta la libertad de expresión porque ya no se puede decir nada”?

El lenguaje es poder y reproduce estructuras. Y la pelea por el lenguaje es por cambiar un instrumento de esa estructura. Yo sí acudo al lenguaje incluyente de “los” y “las”, así le moleste a mucha gente.

Cuando salió la noticia de la Real Academia Española de la lengua diciendo que no era correcto decir “todos y todas” pensé: “gracias a esa gran estructura machista española por decirnos qué podemos decir y qué no“.

Muchos de quienes hacen esa crítica de que “ya no se puede decir nada”, sienten que los discursos feministas son de élite, académicos y de gente que no está tan interesada en entender cómo es la realidad de otros sectores de la sociedad.

Hay que pensar en discursos feministas que dialoguen y creen puentes con quienes dicen eso para explicarles que la lucha feminista no es contra el humor sino para entender cómo ciertos chistes son machistas.

6. ¿Cuáles son los retos del feminismo en Colombia?

Ir más allá de la academia para retomar la lucha política. No hablo en términos electorales, sino en trabajar más con activistas y con sectores y grupos de base. ¿Cómo darles más voz a esas mujeres que a diario se dan una pelea contra el machismo?

También hay que reivindicar las desigualdades dentro de la izquierda. Todavía hay quienes dicen defender la igualdad de las mujeres, pero en su vida privada tienen comportamientos machistas.

“Es importante que las luchas por los derechos de la diversidad sexual y de género no se dejen tomar por la derecha”.

Cada vez hay más personas que se autodenominan “pro derechos de las mujeres y de las minorías” pero que desconocen las desigualdades sociales, económicas, de clase y raza, entre las mismas mujeres y personas LGBT. Hay que reconocer estas diversidades. (Ver: La verdadera diversidad LGBT).

7. ¿Cómo aumentar el impacto del feminismo?

Hay muchas propuestas feministas millenial que buscan nuevas formas de llegarles a los jóvenes y, en general, a más personas que no están familiarizadas con el tema. Eso me parece bien, siempre y cuando no se pierda la sustancia.

“Me parece muy interesante la idea de vender el feminismo como algo chévere pero sin perder la sustancia”.

Es importante que cada vez haya más voces feministas en todos los espacios: desde una firma de abogados hasta en ventas informales. No hay uno solo tipo de feminismo y debe haber espacio para todos.

8. ¿Cómo responde a la idea de que “el feminismo era necesario antes, pero ya no porque ya existe igualdad”?

Las desigualdades entre hombres y mujeres eran más evidentes antes cuando las mujeres, por ejemplo, no podían votar o estar en el mercado laboral. Pero todavía hay muchas desigualdades cotidianas como la violencia de género.

“Para ser feminista hay que ser muy consciente de los privilegios que se tienen”.

La lucha feminista está absolutamente vigente no solo por esto sino porque de manera permanente se está esperando que las mujeres actúen de una forma (no hablen duro, sean delicadas…) y los hombres de otra (no expresen sus sentimientos, sean fuertes…).

9. ¿Cómo han contribuido las nuevas tecnologías al feminismo?

Los movimientos sociales han tenido que adaptarse a las nuevas tecnologías. A mí las campañas en redes sociales me parecen muy importantes pero muchas veces están enfocadas en Bogotá, Medellín y Cali y hay muchas personas en este país que no tienen acceso a Internet.

Creo que es importante hacer uso de estos medios pero sin dejar de preocuparnos por otras maneras de llegar de forma más efectiva al movimiento campesino o a las mujeres indígenas sin acceso a Internet. Hay que ir a los territorios.

10. ¿Pueden los hombres identificarse como feministas?

Cualquier persona puede ser feminista porque yo entiendo este movimiento como la búsqueda de la igualdad y, en ese contexto, los hombres, más que aliados, pueden serlo.

Entiendo que la pregunta de fondo es qué tanto pueden hablar los hombres sobre la experiencia de vida de las mujeres. Pero ellos también se ven afectados por el machismo que los limita a unos determinados comportamientos.

“Como mujer blanca, de élite y heterosexual no puedo hablar de la experiencia de vida de una mujer afro y campesina”.

Hay que crear espacios en los que podamos conocer más de la experiencia del otro sin apropiarnos de ella, aprender a ser feministas sin opacar a otros. No se puede ser feminista sin ser consciente de los privilegios de raza, género y clase social, entre otros.

Hay que perderle el miedo a llamarse “feminista”. Creo que todos deberíamos identificarnos de esta manera. Y que no solo se quede en una identificación sino que cada persona sea consciente de cómo contribuye al cambio.


Rosario Sin Bragas

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María Camila Jiménez, Mónica Parada y Natalia Pinilla, tres de las integrante de Rosario Sin Bragas.

Colectivo feminista de la Universidad del Rosario, en Bogotá, que empezó en 2012 ante la ausencia de espacios no académicos para discutir sobre género.

“Hemos logrado que las universidades entiendan que tienen un papel fundamental en la lucha contra la violencia de género”

Uno de los ejes de trabajo de este colectivo feminista, creado por estudiantes de la escuela de Ciencias Humanas de la Universidad del Rosario, es combatir todas las formas de violencia contra las mujeres, especialmente jóvenes, por el contexto en el que opera.

Rosario Sin Bragas está conformado por cerca de 20 personas de diferentes carreras y universidades. Sentiido habló con tres de sus integrantes: Mónica Parada, abogada y socióloga; Natalia Pinilla, estudiante de sociología; y María Camila Jiménez, socióloga.

1. ¿Por qué hay tanta resistencia a identificarse como “feminista”?

La palabra está estigmatizada. Hay muchas personas que no saben qué es feminismo, que se imaginan lo que no es o que tienen dudas o ideas confusas que nunca aclaran.

Además, el feminismo incomoda. Cuando se cuestionan estructuras machistas como el matrimonio o la sexualidad, a mucha gente no le gusta porque se pretende cambiar el estatus quo. De ahí los estigmas.

“Formar parte de Rosario Sin Bragas nos empodera a identificarnos como feministas sin miedo ni pena”.

El feminismo buscar ir más allá de pensar el género como un asunto de “hombres” y “mujeres” sino como un espectro de posibilidades atravesado por conceptos como identidad de género. Todo esto le incomoda a mucha gente. (Ver: Diversidad sexual y de género para dummies).

Uno de los estigmas es que las feministas odiamos a los hombres como si ellos no tuvieran un papel clave en lograr la igualdad. Finalmente los hombres también forman parte de unas estructuras que, por un lado, les dan ciertos privilegios pero, por otro, los perjudica.

2. ¿Cómo responden a los comentarios “son feminazis”?

Hace poco en un perfomance que hicimos nos gritaban “feminazis” pero casi nunca nos hacen estos comentarios de frente sino a través de redes sociales. Sentimos rabia, pero este es un sentimiento que empodera y, ante las situaciones de injusticia, reaccionamos.

Hay circunstancias que dejamos pasar, no porque no sean refutables, sino porque no vale la pena discutir con quienes hacen comentarios malintencionados. Allí no va a pasar nada.

Por lo general, argumentamos con cifras, con contexto y con teorías para enriquecer los debates e invitar a revaluar posturas y miradas. Siempre estamos tratando de abrir espacios para que quien quiera se acerque.

También nos apoyamos entre nosotras, si alguien está pasando por una situación complicada de, por ejemplo, violencia de pareja, lo comentamos, porque Rosario Sin Bragas es un espacio seguro.

No hay un solo feminismo y cada uno tiene unas demandas particulares”.

Hace un tiempo creamos una plataforma llamada Alerta Violeta donde, por un lado, recibimos testimonios para hacerlos visibles. Sabemos que cuando las personas comparten sus experiencias esto anima a otras a denunciar.

Por otra parte, Alerta Violeta muestra rutas de atención. Tenemos información para quienes han sido víctimas de violencia. Rosario Sin Bragas trabaja en red con varias organizaciones y lo que hacemos es remitirlas a la más pertinente.

Alerta Violeta también lleva a cabo talleres sobre los diferentes tipos de violencia y cómo reaccionar. Tenemos un semillero donde estudiamos las violencias sexuales en la universidad.

3. ¿Desde qué orilla contribuye Rosario Sin Bragas a la equidad de género?

Quienes conformamos el grupo venimos de contextos muy distintos pero compartimos el ideal de luchar contra las desigualdades por género. Uno de nuestros aportes es promover que el movimiento feminista no es homogéneo y que las personas feministas somos distintas entre sí.

“Siempre invitamos a vernos como lo que somos: personas diversas”.

Otro de nuestros aportes es cuestionar nuestros privilegios e invitar a que otras personas lo hagan. Es saber que tuvimos la oportunidad de estudiar en una universidad privada y que podemos tener más apoyo institucional que en otras partes.

También desmitificar la creencia de que las mujeres no podemos trabajar juntas porque somos envidiosas entre sí. Nos reconocemos como pares, como aliadas.

“Rosario sin Bragas es muy cercana al grupo Griis, de diversidad sexual, de la Universidad del Rosario”.

Hemos denunciado las violencias que han ocurrido en el espacio universitario y hemos logrado que nos abran las puertas para hablar de un tema que la universidad no reconocía. Muchas de las actividades que planeamos y que ni siquiera concebimos como transgresoras pueden ser vistas de esta manera.

4. ¿Cómo responden a la idea “el feminismo coarta la libertad de expresión porque ya no se puede decir nada”?

A la gente le molesta que le digan de frente que es homofóbica, da por hecho que no es así y le resulta incómodo que le cuestionen sus creencias. Sin embargo, hay mucha gente que cree que va avanzando por el camino correcto desconociendo que buena parte de sus prácticas o comentarios son machistas.

Un chiste sexista legitima formas de violencia. Los chistes nunca tienen en su mira a los hombres blancos o heterosexuales porque eso no se percibe chistoso, pero las mujeres sí.

Todavía tenemos que enfrentarnos a comentarios como “a los hombres también los matan“, cuando se denuncia violencia contra las mujeres, desconociendo que a ellos no los matan por el hecho de ser hombres.

“Hay mujeres a las que matan por ser mujeres, hay un acto de poder de lo masculino sobre lo femenino que termina en muerte”.

Ese tipo de comentarios buscan cuestionar la indignación y decir “todo les molesta”, pero ¿cómo negar, por ejemplo, el acoso callejero cotidiano contra las mujeres?

Y muchas veces cuando reaccionamos, la gente prefiere decir “para qué se visten así“, “usted estaba tomada” o “salió sola por la noche“. Es decir, no siente empatía por la víctima sino por el acosador.

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5. ¿Cuáles son los retos del feminismo en Colombia?

Hemos logrado que nos escuchen y que las universidades entiendan que tienen un papel fundamental en la lucha contra la violencia de género.

El reto ahora es que todas las personas entiendan que de una u otra forma pueden ser responsables por no reaccionar, por calificarla de “normal” o por decir “ellos las matan porque son celosos”, es decir, por justificar la agresión.

Otro reto es convencer a la gente de la importancia de hablar de estos temas abiertamente y de involucrar a las instituciones.

Estos no son temas del “ámbito privado” porque muchas chicas son abusadas por otras personas de la universidad. ¿Cómo las directivas no van a intervenir cuando la víctima tiene que verse todos los días con el agresor?

“Es importante reconocer la violencia cuando está marcada por la jerarquía, de profesor a estudiante por ejemplo”.

Para nosotras es muy grave que un profesor de Sociología agarre a golpes a su pareja en su casa. Cuando esto pasó, presionamos para que el profesor fuera despedido. Y así fue.

6. ¿Cómo responden a la idea de “el feminismo ya no es necesario porque ya existe igualdad”?

Por el hecho de que uno no vea las cadenas que oprimen a muchas mujeres, no significa que no existan. Si uno no se da cuenta de las violencias y las desigualdades que otras viven, no significa que no existan.

El reto acá es aprender a escuchar esas otras voces, puede que a mí nunca me haya pasado una violencia de género y ¡qué bueno! Pero a muchas sí. Y ¿cómo podemos hablar de que ya existe una igualdad si yo me siento bien, pero muchas mujeres no? Yo no puedo llamarme libre si mi compañera no lo está.

“Puede que muchas mujeres no sientan las desigualdades pero no significa que otras tantas no las sufran a diario”.

Que las mujeres podamos votar no significa nada. Muchas tienen que pasar por miles de obstáculos para poder interrumpir su embarazo y tienen derecho al voto. (Ver: Aborto en Colombia: lo que se dice vs. Lo que es).

Se dice que la brecha salarial entre hombres y mujeres se ha ido cerrando, pero existe el techo de cristal lo que significa que muchas de ellas pueden ascender hasta ciertos cargos y después se estancan. No llegan a los puestos directivos.

Las mujeres son quienes principalmente siguen asumiendo las tareas de crianza y del hogar y cuántas carreras profesionales o laborales no se ven estancadas por esto.

7. ¿Cómo han contribuido las nuevas tecnologías al feminismo?

Una de nuestras formas de comunicación más efectiva son las redes sociales. Nos permiten aumentar nuestro alcance, conocer distintas experiencias, otras posturas y las apuestas feministas de muchas partes del mundo.

Contar con Internet, redes sociales y la posibilidad de comunicarse con miles de personas nos facilita no solamente expresar ideas sino abrir espacios de discusión. (Ver: No. La culpa no es de las redes).

También tenemos un grupo de WhatsApp con representantes de organizaciones de mujeres de todo el país que nos permite reaccionar de manera inmediata. Alguien pregunta y rápidamente obtiene el dato que solicita.

8. ¿Creen que los hombres pueden ser feministas?

Sí, pero no voceros de grupos ni de organizaciones de mujeres. Es una invitación a que en su cotidianidad sean feministas pero no para que se tomen nuestras voces.

El objetivo es que reconozcan los privilegios que tienen por ser hombres y que llamarse “feminista” no sea una manera de buscar ser vistos como “progresistas” si en la práctica siguen siendo machistas.

“Son asuntos tan sencillos como que, en el transporte público, los hombres no se sienten con las piernas tan abiertas”.

Recientemente en una entrevista, a un hombre le preguntaron qué opinaba de la reforma tributaria y a su novia, qué opinaba de la moda para el verano. Él dijo que intercambiaran las preguntas: él respondería la que le hicieron a ella y viceversa. Es justamente eso, cuestionar sus privilegios.

La equidad va más allá de que las mujeres hablen primero cuando son ellos los que toman las decisiones y quienes están en los espacios de poder.

Matilde De Los Milagros Londoño

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“El feminismo les permite a las mujeres ser quienes quieran con y sin maquillaje, con o sin pelos, con o sin hijos y con el peso que tengan. Es el camino hacia la libertad”.

28 años y una de las editoras del sello de libros de El Malpensante. Formó parte del colectivo feminista Estereotipas.

“Es muy fácil decir ‘feminazis’ para evadir la responsabilidad que se tiene en el machismo, el sexismo y los sistemas de opresión.

Matilde nació en Manizales pero desde hace muchos años vive en Bogotá donde estudió Literatura y Periodismo en la Universidad Javeriana.

Los últimos cuatro años de su vida los pasó en Nueva York (Estados Unidos) en donde se graduó de Literatura y Escritura Creativa en The New School. Durante un año trabajó en TED (Talks) en Manhattan y hace unos meses regresó a Bogotá.

Su primer encuentro con el feminismo fue en Nueva York donde la diversidad es parte de la cotidianidad. Tenía compañeros LGBT y de diferentes etnias y procedencias y Matilde empezó a notar que ellos escribían mucho sobre esos temas.

Al principio no entendía por qué lo hacían, pero con el tiempo descubrió que ella, por los privilegios que tenía, no necesitaba abordarlos. Finalmente nunca ha tenido dificultades económicas, es una mujer cisgénero, heterosexual y blanca. (Ver: ¿Cis qué?).

Ni siquiera pasó por los obstáculos que normalmente enfrentan las personas latinas en Estados Unidos. Había vivido en un mundo con muchas facilidades que, sin darse cuenta, habían ocultado las dificultades de otros.

Esos privilegios habían hecho que, en principio, Matilde viera las historias de sus compañeros como repetitivas hasta que entendió que esas diferencias eran la causa de discriminación y opresión de muchos de ellos.

Más adelante, en una compañía en la que trabajó, vivió una situación de acoso sexual. Contactó a la columnista Catalina Ruiz-Navarro para que le sugiriera cómo manejar la situación.

Ella la aconsejó y de pasó la invitó a aplicar como practicante de Estereotipas, colectivo feminista del que Ruiz-Navarro fue cofundadora. Más adelante Matilde entró a formar parte de ese proyecto que, aunque ya se acabó, le cambió la vida.

De ahí en adelante entró de lleno al feminismo. Y una vez entendió el tema, no hubo vuelta atrás. Antes de regresar a Colombia esa nueva realidad la asustó porque rápidamente se dio cuenta de que podría representarle perder amigos.

Matilde tiene muy claro que el feminismo no hace las cosas más fáciles, pero sí permite la posibilidad de que las mujeres puedan ser quienes quieran con y sin maquillaje, con o sin pelos, con o sin hijos y con el peso que tengan. Es el camino hacia la libertad.

“Le tengo miedo a ser cómplice de injusticias. Cuando soy consciente de ellas, no puedo quedarme callada”.

1. ¿Por qué cree que tantas personas no se identifican como feministas?

Decir que uno es feminista cierra puertas. Eso es triste. Pero hay que asumir esa identidad con tranquilidad y con la certeza de lo que implica. Cuando yo digo “soy feminista” y la gente me conoce, esa puerta no se cierra porque ven que no hay nada que temer.

“Muchas personas no se identifican como feministas por los prejuicios que existen alrededor de esta palabra”.

Es una lástima que tantas personas eviten apropiarse del término y de su significado y se pierdan de la oportunidad de darle un vuelco a lo negativo que existe en el imaginario colectivo.

Lo primero es entender que no hay un solo feminismo, que el mundo es diverso y eso es justamente lo bonito. ¿Por qué cerrarles las puertas a testimonios y opiniones que solamente aportan?

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2. ¿Cómo responde a la frase “el feminismo promueve una guerra de sexos”?

Son comentarios desinformados y una manera facilista de liberarse de asumir ciertas responsabilidades con quienes han sido víctimas de discriminación. Es una forma de intentar silenciar a las mujeres y a quienes ponemos la discusión sobre la mesa.

Es muy fácil decir “las feministas son feminazis” para no tener que aceptar que somos machistas, sexistas y que hemos sacado provecho de los sistemas de opresión.

“No hay nada más fácil que señalar y descalificar en vez de argumentar”.

Ser intolerante a esos comentarios cierra conversaciones que si yo fuera más paciente podría tener, pero yo no defiendo la discriminación. Estas frases son una salida facilista para señalar, descalificar y decir “con ustedes no se puede hablar“, en vez de asumir la discusión de fondo.

3. ¿Desde qué orilla contribuye a la equidad de género?

Las redes sociales son poderosas. Yo trato de hacer activismo responsable a través de ellas. Ahora, cuando alguien me conoce, entre lo primero que le digo es que soy feminista y me resulta inevitable no tener un enfoque de género en todo lo que hago.

En El Malpensante, donde trabajo, somos cinco mujeres en el equipo editorial. Todas feministas lo que de alguna manera marca una pauta en nuestro trabajo. Nunca nos vamos a creer el cuento de “no hay tantas mujeres escritoras o no hay muchas mujeres artistas“. Esa es una excusa para no buscar.

4. ¿Cómo responde a la crítica “el feminismo coarta la libertad de expresión porque ya no se puede decir nada”?

Lo “políticamente correcto” se ha convertido en una estrategia para disfrazar el respeto que todas las personas merecen. Yo no soy “políticamente correcta” por no hacer chistes machistas, simplemente soy consciente de la realidad de los demás y de que el machismo y el sexismo terminan en violencia y muertes.

Me parecen irresponsables quienes creen que es más importante poder decir lo que se les dé la gana sin importar las consecuencias de sus palabras.

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5. ¿Cuáles son los retos del feminismo en Colombia?

Lo más importante es que la gente esté dispuesta a escuchar lo que tenemos para decir. Es clave que las mujeres nos oigan, pero los hombres aún más.

“Uno de los retos es de comunicación. Y no solo de las feministas. O ¿de cuándo acá se volvió nuestra responsabilidad enseñar del tema?

Una de las estrategias es decirles a los hombres “esa mujer a la que maltratan podría ser tu hermana o tu hija“, pero a mí eso me molesta porque no se trata de buscar la manera de mostrarles que la violencia de género también los afecta, el simple hecho de que quien la viva sea un ser humano es suficiente para que el tema nos importe a todos.

6. ¿Cómo lograr que el feminismo aumente su impacto?

Una estrategia es acudir a la cultura pop, a su lenguaje y a ejemplos y lenguajes de cine, televisión, literatura, entretenimiento y política para explicar y divulgar los conceptos clave del feminismo. Es importante que el tema resulte atractivo. El feminismo debe ponerse de moda, pero entendiendo su significado y propósito.

7. ¿Cómo han contribuido las nuevas tecnologías en el feminismo?

Nos permiten tener más mecanismos de difusión, pero también les ofrece la misma facilidad a quienes están presionando desde el otro lado como los supuestos defensores de la “libertad de expresión” que en realidad quieren defender el irrespeto.

Así como Donald Trump tiene una cuenta de Twitter para decir lo que quiera, nosotras también. En ese sentido, es un arma de doble filo, pero que se puede aprovechar muy bien para hacernos oír.

8. ¿Pueden los hombres ser feministas?

Me molesta cuando un hombre dice que es feminista y a duras penas se ha leído un artículo sobre el tema o piensa que estar de acuerdo con que exista igualdad es suficiente para identificarse de esta manera.

Llamarse “feminista” implica cambios en el día a día y en la forma de ver el mundo. Yo también tuve que pasar por ahí y tuve que esforzarme para cambiar mis hábitos, entonces que los hombres lo digan con tanta tranquilidad pero que en su cotidianidad tengan comentarios o prácticas en contravía de la igualdad es desesperanzador.

Si realmente son feministas deben aprender del tema, tener datos en su cabeza y defender los postulados feministas cuando llega el amigo a mostrarles la foto privada de la mujer con la que se acostó. Puede haber hombres feministas, pero les toma trabajo llegar a serlo realmente.

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