Los superiores del padre Llano le pidieron dejar su columna en El Tiempo por abordar temas que consideran polémicos. Llama la atención que no actúen con igual diligencia ante los casos de abuso sexual por parte de sacerdotes.
El artículo 20 de la Constitución de Colombia señala: “se garantiza a toda persona la libertad de expresar y difundir su pensamiento y opiniones (…)”.
Sin embargo, el padre Adolfo Nicolás le ordenó al jesuita Alfonso Llano, de 87 años, dar por terminada su columna en el periódico El Tiempo. Le pidió que no se despidiera de sus lectores y que guardara silencio sobre el tema.
Quizás para el padre Nicolás pesan más los votos de obediencia del sacerdote que el artículo 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos que dice: “Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión. Este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas por cualquier medio de expresión”.
De esta manera se repite lo sucedido en 2003, cuando tras 25 años de tener su espacio semanal “Un alto en el camino” en dicho periódico, el padre Llano se vio obligado a dejarlo por expresar opiniones que los jerarcas de la Iglesia católica consideraron controversiales.
En ese entonces el jesuita ya había dicho que las parejas deberían tener derecho al control de la natalidad, que el celibato debería ser opcional para los sacerdotes, que el Papa debería vivir de manera más modesta y que las personas divorciadas y vueltas a casar deberían comulgar, pues el amor de Dios está por encima de las leyes del clero.
“Hoy sabemos que Jesús nació y creció como cualquiera de nosotros, que la presencia especial de Dios en Él respetaba su libertad”, señala el padre Llano en su libro Confesión de fe crítica.
“No voló al cielo”
En temas teóricos también había manifestado que hay episodios de la historia bíblica que, en su opinión, se han recreado de una manera piadosa. “No creo que Cristo se haya levantado del sepulcro para irse volando por el espacio”, afirmó entonces.
Sin embargo, la gota que derramó la copa, tanto en 2003 como el 9 de diciembre de 2012, fue la acusación de sus superiores de sembrar dudas sobre la doctrina de la Iglesia católica al abordar la virginidad física de María y al hablar de un Jesús histórico, un hombre común y corriente.
Después de la primera censura, el sacerdote recuperó su espacio semanal en 2008 advirtiendo que se sentía más amordazado que nunca. No obstante, la columna le fue mantenida hasta hace unos pocos días.
En esta ocasión, el punto de quiebre fue su escrito titulado “La infancia de Jesús” en el que dice: “la virginidad de María es un tema que está siendo revisado por algunos teólogos católicos y requiere aclaración”.
Y agrega: “Jesús es verdadero (hijo del) hombre y verdadero (hijo de) Dios. Esta doble realidad supone un doble nacimiento. San Pablo, en la carta a los filipenses 2,6 nos dice que Jesús fue un hombre común y corriente (Fil 2,7). San Mateo, el mismo que nos habla de la concepción divina de Jesús (1,26), nos presenta a Jesús como el hijo de María y de José (13,53 y ss.) y con varios hermanos hombres y varias mujeres. Es hora de dejar el cuento de que son primos hermanos de Jesús para poner a salvo la virginidad corporal de María”.
¿Un acto de amor?
Llano también afirma en su columna que “María engendra al Hijo de Dios virginalmente, en sentido teológico, sin la intervención de José, tal como lo relata Mateo 1,26, por obra y gracia del Espíritu Santo. En cambio, como madre del hombre Jesús, igual a nosotros, lo engendra con un acto de amor con su legítimo esposo, José, del cual tuvo cuatro hijos varones y varias mujeres (Mt 13,53 y ss.)”.
La pregunta es: así el padre Llano haya expuesto, con argumentos, puntos de vista distintos a los “dogmas de fe” que la Iglesia ha difundido por los siglos de los siglos ¿por qué silenciarlo? ¿Por qué no dar paso a un debate?
¿Temen los jerarcas que sus fieles empiecen a cuestionarse sobre esos temas para los que, aseguran, la mente humana es incapaz de entender? ¿Les asustará la idea de que de ahí se pase a otros tópicos como el hecho de mantener aún una estructura machista?
¿No pensarán que callar al padre Llano es una manera de reafirmar la hegemonía de la que tanto se acusa a la Iglesia católica? ¿Cuál es el problema de que cuestione conceptos?
Acaso ¿qué pasa con los estudios e investigaciones que desde entonces han adelantando los teólogos que el padre Llano acostumbra citar? ¿La Iglesia está “blindada” de cualquier discusión, como el posible embarazo y parto de María?
¿Creerán los jerarcas de la Iglesia católica que abordar este hecho puede alterar o debilitar la fe de los católicos? En realidad, lo que posiblemente sí cuestionarán será el afán de esta institución por ocultar hechos históricos bajo el manto de “dogmas de fe”.
En ese entonces los jerarcas de una iglesia que dice ser sustentada en el amor al prójimo, no dijeron nada.
Esto sí, esto no
De todo este episodio con el padre Llano, llama la atención que cuando hace unos meses el sacerdote publicó la columna titulada “Idoneidad moral” en la que señalaba que las parejas homosexuales que quieren adoptar niños lo hacen para llenar su vacío y carencia de afecto, sus superiores no se pronunciaron al respecto.
Guardaron silencio frente a las palabras discriminatorias y generalizadoras expresas por el sacerdote tales como: “una pareja homosexual no aporta el ambiente idóneo para formar la conciencia de los niños: falta algo, falta mucho: el hogar, el calor de la familia, el cariño, el respeto, el ejemplo de una vida que no tiene nada que ocultar, y sí, mucho que dar. Cualidades que suelen estar ausentes en parejas homosexuales”.
En su columna señalaba que es mucho, quizás demasiado, lo que las parejas homosexuales han conseguido. “Lo que quieren es pasar por normales, con iguales derechos que los matrimonios heterosexuales. Veo bien el ayudar a dichas parejas a asumir un hecho poco agradable: la tendencia homosexual, que por mucho que se la respete, nunca va a ser algo deseable y digno, algo normal”.
El hecho de silenciar al padre Llano demuestra el miedo que sienten los jerarcas de esta iglesia de que los saquen de su zona de confort y de que sus fieles dejen de seguirlos ciegamente, repitiendo sin cuestionarse lo que ellos dicen.
También sería ideal que con la misma prontitud que acudieron para callar a uno de sus sacerdotes también lo hicieran para castigar a otros tantos ministros acusados de abusar sexualmente de menores.
Por último, valdría la pena aprovechar esta coyuntura para que las directivas del periódico El Tiempo se cuestionaran sobre si con columnas como esa no están favoreciendo a una religión. En aras de la igualdad y de estar en un Estado laico, lo justo sería que, de incluir columnas de religiosos, otros credos tuvieran espacios similares.