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Por qué somos tan afeminados

Hay algo en el clima, en la humedad y en la falta de vello corporal que hace que los homosexuales sí sean producto de la naturaleza. El debate debe renovarse. Les contamos por qué.

No hay duda de que los debates que se han dado en torno a los derechos de los homosexuales se han convertido en algo permanente en muchas partes del mundo.

Todos los días algún medio publica un artículo sobre la homosexualidad, las familias, la legislación, los legisladores, etc.

A tal punto ha llegado la situación, que hasta dermatólogos opinan sobre el tema en sus secciones sobre caspa y dermatitis seborreica y el tabloide colombiano El Espacio le da columna al inigualable Godofredo Cínico Caspa para despotricar del “grupo terrorista autodenominado LGBTI”, según sus palabras.

Hemos visto con preocupación, sin embargo, que los argumentos empiezan a repetirse. Que quienes quieren defender, con razón, los hogares sin mácula, limpios del germen de la “diversidad”, se pegan de ideas como “lo natural y lo antinatural”, lo que Él manda o lo que dice el científico XX en su estudio xx…

Es por esta razón que queremos aportar algunas fuentes ricas en información al debate. No queremos ver que la discusión se estanca en el “estudio” de un tal Regnerus, un profesor de la Universidad de Texas, a quien se le ha demostrado que fue financiado con fines políticos. Queremos que la situación dé un giro, se renueve, entren aires frescos.

Para tal efecto, nos hemos dado a la tarea de leer exhaustivamente estudios, revisar archivos, consultar expertos. He aquí lo que hemos encontrado para enriquecer el debate y ayudar a quienes rechazan las “otras” orientaciones sexuales, a salir del estancamiento en que se han visto.

Un holandés de mucha cultura

En un reciente estudio denominado Investigaciones filosóficas sobre los americanos, publicado por el filósofo holandés Cornelius de Pauw entre 1768 y 1769, se planteó, entre otros aspectos, el problema sobre qué es lo natural y lo antinatural en las personas y en su comportamiento.

Cornelius de Pauw afirma en su investigación, basándose en las opiniones del viajero francés Charles Marie La Condamine, que “todos los amerindios eran insensibles y estúpidos por naturaleza” (ver referencias al final del texto).

Aún más, se pregunta, a propósito de la población americana: “¿Pudo ser la Naturaleza tan impotente como para no terminar su trabajo sino solo por intervalos o pensamientos secundarios?”

Primer argumento útil: no solo los homosexuales son un producto (eso sí, erróneo) de la naturaleza. En líneas generales, todos los americanos. Incluidos senadores, procuradoras para la infancia, pastores y rebaños, etc.

Pero no nos detengamos en esta idea. Hay más. El clima, como es bien sabido, fue una de las principales preocupaciones de científicos, viajeros y hombres de letras ilustrados.

De Pauw, basándose en los estudios de otro gran filósofo, Georges Louis Leclerc, más conocido como el conde de Buffon (el apellido es en serio), resaltaba el efecto que tenía el clima tropical húmedo sobre todo lo que llegaba de Europa y sobre los habitantes de América. Leamos este breve fragmento de De Pauw:

Todos los naturalistas sostienen que los animales importados de Europa a América se degeneran; el mismo deterioro que prevalece en los animales más fuertes, se extiende a los hombres quienes, en diferentes provincias, han caído presa del moquillo epidémico más o menos letal. La gran humedad de la atmósfera, la prodigiosa abundancia de aguas estancadas, los vapores nocivos, líquidos corruptos, y las viciadas cualidades de las plantas y los alimentos, son las responsables de la debilidad del semblante, la aversión al trabajo y la general incapacidad para el mejoramiento de ningún tipo, que les ha impedido a los americanos salir de su estado salvaje”.

Ahora sí, detengámonos en esta idea. Como es bien sabido, en Colombia y en los países que gozan de un clima tropical, se sabe qué es la humedad. Se sabe qué es ver llover con ira y que todo se mantenga medio seco y medio mojado por muchos días.

También es probable que los americanos entendamos eso de las “aguas estancadas”. Lo que en el pasado fueron humedales o ciénagas, bellos parajes con criaturas exóticas, son ahora la fuente del salvajismo en el que nos encontramos.

Sería interesante pedirle al DANE o a cualquier otra dependencia encargada de mediciones y estadísticas en los diferentes países, que verificara si quienes viven cerca al agua, especialmente la estancada, con sus “líquidos corruptos”, es más proclive a la pereza y a la carencia de un espíritu laborioso y triunfante (acá también se pueden incluir a algunos políticos, que gustan de llegar siempre tarde a los debates a los que son citados).

Pero no nos alejemos del tema principal. El problema acá es la desviación sexual. Es claro que los sodomitas y aquellas encargadas del “sexo inane y recreativo” deben tener una relación con el clima, porque se quitan mucho la ropa en las marchas y se acaloran con cualquier discusión.

No sorprendería, para ayudar a quienes quieren combatir esta práctica, que ya haya un “estudio” que demuestre que los homosexuales tienden a vivir más cerca de lugares húmedos, con aguas estancadas y afectados por el moquillo.

Señoras y señores encargados de mantener los debates en televisión, de convencer a las masas de que la homosexualidad es antinatural: deben darle un giro a sus argumentos.

La pregunta final: por qué somos tan afeminados

Quienes aún creen que el argumento del clima no ayuda, que se necesita llegar con algo más a las “acaloradas” discusiones con respecto a lo natural y lo antinatural de la homosexualidad, acá tienen un argumento más.

Según Cornelius de Pauw, la virilidad de los americanos es bastante cuestionable. ¿Por qué? Por la carencia de vellos corporales, principalmente la barba. Leamos este breve fragmento del holandés:

“Desde el estrecho de Bahama a aquel de Davis, un trayecto de alrededor de 3.000 millas, uno no encuentra un solo hombre con barba. De aquí, que los teólogos españoles justificaran la crueldad  de sus coterráneos contra los miserables americanos, al negar que eran hombres: carecían de ese signo de virilidad que la Naturaleza les ha dado todas las naciones de la tierra, excepto a estas”.

Aunque han pasado algunos años, esta afirmación puede ser inmensamente útil. No en vano los homosexuales no tienen pelos. Hacen creer que se afeitan o se depilan, pero en realidad hacen parte de esa especie desgraciada de la que habla De Pauw en su investigación.

La  feminidad, la carencia de virilidad (acá ni se menciona a las lesbianas, porque ellas no cuentan y son inanes en todo sentido) y de espíritu laborioso (ya se sabe que los gays no trabajan porque se la pasan maquillándose y teniendo “sexo recreativo”) es natural. Es producto del clima, del exceso de humedad y las aguas estancadas en las que los gobiernos inoperantes tienen sumidas las ciudades y los pueblos.

Si lo pensamos bien, en realidad, todo parece indicar lo siguiente: la basura estanca las aguas, las vuelve corruptas y por lo tanto vicia los alimentos. Como hay tanta basura en las ciudades, que los gobernantes no han sido capaces de recoger y de manejar adecuadamente, podemos concluir que la homosexualidad, que se da naturalmente, es culpa de alcaldes y gobernadores. Manejen bien las basuras, enseñen a reciclar y seguro habrá menos desviados sexuales en nuestra sociedad.

Esperamos que estas referencias sirvan de algo. Esperamos, también, que dada la tendencia de los “representantes de la población” a presentar estudios serios, actuales y filosóficamente sustentados, hagan alarde de su educación y muestren que De Paw es un hombre de letras que puede participar de la discusión sobre la homosexualidad. Al fin y al cabo, nadie va a ir a buscar la fuente original (ni siquiera quienes lo usan como argumento).

*Las traducciones fueron hechas del inglés por Sentiido. Tomadas de: Daniel Webb. Selections from M. de Pauw.
*La obra original es: Cornelius de Pauw. Défense des Recherches Philosophiques sur les Américains.

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