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PTPL: personas trans privadas de la libertad, no de sus derechos

El documental PTPL -Personas Trans Privadas de la Libertad- es una ventana hacia el interior de las prisiones y un guiño al empoderamiento de personas diversas en centros carcelarios a través del conocimiento de sus derechos.

Fotos: Adriana Bernal-Mor, proyecto PTPL.

¿Qué pasa de muros para adentro con las personas trans privadas de la libertad? ¿Qué pasa cuando se es la única mujer trans en un patio de hombres o cuándo se es un hombre trans que debe desnudarse en una ducha llena de mujeres? (Ver: “Nuestra revolución será envejecer con dignidad, respeto y amor”).

¿Qué pasa con la salud y la vida afectiva de estas personas mientras viven en centros de reclusión en los que imperan el machismo y los prejuicios hacia las personas LGBTIQ?

Contar estas historias con la dignidad, el respeto y el cuidado que merecen fue la tarea central del documental PTPL (Personas trans privadas de la libertad), lanzado recientemente gracias a una alianza entre la Universidad del Rosario, la Red Comunitaria Trans y Pazósfera. (Ver: Transfariana, historias de amor trans).

Como lo dice el propio documental, en esta producción la población trans privada de la libertad usa su voz, su cuerpo y sus experiencias para expresar la manera en que la cárcel ha marcado el pasado y el presente en sus vidas.

Una de esas voces nos dice que la cárcel “es un cementerio de vivos donde se habita la ausencia, la incertidumbre y el duelo a la libertad. Sé que respiro, que soy espectadora de mi propia vida, la cual, no puedo vivir”.

La cárcel es un cementerio de vivos donde se habita la ausencia, la incertidumbre y el duelo a la libertad. Sé que respiro, que soy espectadora de mi propia vida, la cual, no puedo vivir”.

personas trans privadas de la libertad
En PTPL, las personas trans privadas de la libertad usan su voz, su cuerpo y sus experiencias para expresar la manera en que la cárcel ha marcado sus vidas.

Cuando las personas trans llegamos a la cárceles, estamos privadas de la libertad, no de nuestros derechos y el principal derecho que tenemos es a la vida digna”.

Pero no se trata apenas de una denuncia de las difíciles condiciones de vida para las personas trans en los centros carcelarios de Colombia, donde padecen discriminación y diversos tipos de violencias, desde insultos, exclusiones o burlas, privaciones de sus terapias hormolanles y otros servicios de salud hasta agresiones físicas, abuso sexual y ataques contra su integridad. 

También es un documental en el que se abren vías de empoderamiento y en el que se muestra cómo, a través de actividades como el taller que dio origen al documental, es posible fortalecer a la población trans privada de la libertad para que pueda acceder a sus derechos. (Ver: Mujeres trans en deportes: cuando lo más importante es poder competir).

Como lo dice otra de las voces en el documental: “cuando las personas trans llegamos a la cárceles, estamos privadas de la libertad, no privadas de nuestros derechos y el principal derecho que tenemos es a la vida digna”.

personas trans privadas de la libertad
Esta ventana hacia el interior de la vida de personas trans privadas de la libertad en siete centros penitenciarios del país fue abierta gracias al trabajo en equipo de cuatro mujeres.

Conocimiento académico y empírico

Pero ¿cómo fue posible llegar a estas prisiones, conversar con 89 hombres y mujeres trans privados de la libertad de aspectos tan íntimos y además grabar las conversaciones de manera que sentimos sus experiencias tan próximas?

Esta ventana hacia el interior de la vida de personas trans privadas de la libertad en siete centros penitenciarios del país fue abierta gracias al trabajo en equipo de cuatro mujeres que integraron una sólida alianza cisgénero-trans y que se valió tanto del conocimiento académico como del saber y la pericia profesional de todas ellas. (Ver: Cisgénero es una característica, no un insulto).

Estas cuatro mujeres son Katalina Ángel, actual directora de la Red Comunitaria Trans; Adriana Bernal-Mor, realizadora audiovisual de Pazósfera; Ana María Medina, coordinadora del programa Cuerpos en prisión, mentes en acción y Valentina Villamarín, investigadora social de la Universidad del Rosario y coordinadora del proyecto Personas Trans Privadas de la Libertad (PTPL). (Ver: “Mi cuerpo es un tanque de guerra pintado de rosa”).

Esta ventana hacia el interior de la vida de personas trans privadas de la libertad en siete centros penitenciarios de Colombia, fue abierta gracias al trabajo en equipo de cuatro mujeres que integraron una sólida alianza cisgénero-trans.

personas trans privadas de la libertad
Queríamos crear un curso que se adaptara a las necesidades puntuales de las personas trans privadas de la libertad y a la par, ir documentado el proceso“.

El proyecto PTPL incluye un curso en derechos humanos dictado en las prisiones, el producto audiovisual que documentó este proceso y una publicación académica que recoge la experiencia.

El proyecto PTPL incluye un curso en derechos humanos -certificado por la Universidad del Rosario- que se dictó al interior de las prisiones, el producto audiovisual que documentó este proceso pedagógico y una publicación académica que recoge la experiencia y que se titula: “Derechos para la transformación y la dignidad en personas trans privadas de la libertad”.

Las cuatro conocían el tema desde ángulos diferentes, ya fuera porque han trabajado con población privada de la libertad como en el caso de Adriana y Valentina, y/o porque han vivido en carne propia lo que significa ser una persona trans y habitar en un centro carcelario de Colombia, como en el caso de Katalina y Ana María.

La inquietud que sentían las cuatro sobre lo que en realidad se vive al interior de las cárceles les impulsó a aliarse en este proyecto. “Queríamos crear un curso que se adaptara a las necesidades puntuales de las personas trans privadas de la libertad y a la par, ir documentado el proceso. Queríamos que el curso estuviera certificado por la universidad pero que no fuera sólo una gestión de la universidad y sabíamos que era algo que no podíamos hacer sin la trayectoria de las organizaciones sociales aliadas”, dice Valentina acerca de la participación de la Red Comunitaria Trans, el programa Cuerpos en prisión, mentes en acción y la organización Pazósfera. 

Katalina y Ana María trabajaron como facilitadoras de los talleres en las cárceles y participaron del proceso de edición del documental.

Katalina y Ana María trabajaron como facilitadoras de los talleres al interior de las cárceles y participaron del proceso de edición del documental junto a Valentina y Adriana. Valentina estuvo a cargo de la coordinación general y Adriana, realizadora audiovisual, literalmente se echó la cámara al hombro durante todo el proceso.

Por su realidad de vida como mujeres trans que habían estado privadas de la libertad, Katalina y Ana María podían ofrecer a las personas que participaron en los talleres una perspectiva única, con conocimiento de causa, pero además con la sensibilidad necesaria para generar espacios seguros durante las sesiones.

Yo estuve privada de la libertad casi 12 años, mayormente en la Picota. Allí conocí a Katalina, cuando fue con el programa Cuerpos en prisión, mentes en acción, que hoy coordino yo. En ese entonces, ella llegó ofreciéndonos un espacio pensado y liderado por mujeres trans que habían estado privadas de la libertad. Entonces creo que ese recorrido y a la vez la experiencia de Pazósfera, además de la Universidad, avalan nuestro proyecto, porque no es lo mismo que llegue una persona, por más académica que sea, a dar un curso de derechos a personas trans cuando ni siquiera es trans ni ha estado privada de la libertad sino que lo que sabe de personas trans privadas de la libertad lo ha leído o se lo ha contado a alguien, a que lo dicte una persona que ha vivido esa realidad”, dice Ana María.

Por su realidad como mujeres trans que habían estado privadas de la libertad, Katalina y Ana María podían ofrecer a las personas que participaron en los talleres una perspectiva única, con conocimiento de causa y con la sensibilidad necesaria.

Mientras estuve en la cárcel me di cuenta de la falta de garantías que vivimos las personas privadas de la libertad y mucho más siendo LGBTIQ”.

Al mismo tiempo, Ana María y Katalina reconocen lo valioso de la alianza con sus otras compañeras del grupo. “En una sociedad criminalizante, en la que se mira hacia la gente que ha estado en prisión como escoria, si hubiéramos llegado Kata y yo a una universidad a proponer un proyecto así, nos habrían mirado como ‘estas dos travestis qué hacen acá’ y nos hubieran dado una patada. Por eso la red de cuerpos que se tejió es tan importante”, dice Ana María. (Ver: Cuando la pandemia aprieta: Alejandra y la desatención a las vidas trans).

A su vez, Katalina explica que haber estado privada de la libertad durante cinco años en La Picota fue una experiencia que ha podido resignificar a partir del trabajo realizado en este proyecto y antes de él, en Cuerpos en prisión mentes en acción. (Ver: Conocer personas trans).

Mientras estuve en la cárcel me di cuenta de la ausencia y la falta de garantías que vivimos las personas privadas de la libertad y mucho más siendo personas LGBTIQ. Enfrentamos aún más vulneración y exclusión en ese contexto”, señala. (Ver: Cristina Rodríguez: mujer orgullosamente trans).

Justo por eso, agrega, estando recluida empezaron a trabajar desde dentro con otras chicas construyendo espacios colectivos que les permitían dignificar sus vivencias allá adentro cuando no había ninguna organización o institución del Estado que les acompañara en ese encierro.

Y fue muy lindo poder construir espacios como el grupo de danzas, el de teatro y otros que empezaron a crear esta unión y esta convivencia con las demás personas que habitan la cárcel, no solo las personas privadas de la libertad, sino también el personal de guardias, administrativo y de salud”, dice.

Kits de empoderamiento

Volviendo al documental PTPL, lo que vemos es un trabajo que a pesar de denunciar los atropellos sufridos por personas trans privadas de la libertad, no las revictimiza sino que muestra el proceso de empoderamiento que ocurrió en los cursos y las reflexiones de estas personas frente a su situación.

El producto audiovisual refleja el objetivo central del proyecto de fortalecer a las personas trans que están privadas de la libertad para que puedan defender mejor sus derechos.

La idea del proyecto nunca fue el asistencialismo. Como lo dice Ana María: “sí, un kit de aseo, de maquillaje en la cárcel me puede ser de gran ayuda, pero eso no va a cambiar mi vida. Pero si me brindan herramientas para que yo pueda conocer mis derechos y las rutas para hacerlos efectivos puede que, efectivamente, yo pueda  transformar mi realidad”.

O en palabras de Valentina, lo que se buscó fue impulsar a las personas y permitirles habitar un espacio donde fueran ellas mismas quienes tuvieran acceso a herramientas que les sirvieran para crear los cambios que se necesitan.

Si tú te fijas, cualquier resolución, decreto o sentencia a favor de las personas privadas de la libertad, ha sido consecuencia de una lucha de las mismas personas privadas de la libertad, no es como que al Estado se le ocurrió determinada cosa sino que es fruto de un trabajo de quienes padecen vulneraciones”, expresa Valentina.

El producto audiovisual refleja el objetivo central del proyecto: fortalecer a las personas trans privadas de la libertad para que puedan defender sus derechos.

“Intentamos mitigar el daño que podríamos llegar a causar en las personas que participaron del taller y del documental. El hecho de que la Red Comunitaria Trans hubiera sido parte de todo el proceso es una garantía muy importante para eso

Esta fue la primera vez que se hacía un curso certificado por una universidad al interior de prisiones, basado en las necesidades puntuales de la población trans.

Sin omitir, por supuesto, el trabajo de las organizaciones que durante años han trabajado en esto pero es la primera vez que articuladamente se logra hacer esto y por eso tiene un trasfondo muy poderoso, no solamente por la red que creamos, sino por la acción sin daño, porque intentamos mitigar el daño que podríamos llegar a causar en las personas que participaron del taller y del documental. El hecho de que la Red Comunitaria Trans hubiera sido parte de todo el proceso es una garantía muy importante para eso”, reconoce Valentina.

Y es que muchas veces, las producciones audiovisuales se desentienden del impacto que puedan tener en las vidas de aquellas personas que contaron sus historias para que el documental fuera posible. En este caso en cambio, hubo sumo cuidado por parte de todas, pero en especial de Adriana Bernal-Mor, quien tenía la responsabilidad de hacer las imágenes y de llevar a cabo la edición del producto.  

Adriana ya había participado en otros proyectos grabando al interior de cárceles, desde Pazósfera. En esta ocasión, se apoyó mucho en Katalina y Ana María como personas pospenadas y mujeres trans, que podían garantizar que esa intervención en el espacio no causara daños a sus participantes y fuera lo más respetuosa posible. 

Y se logró. En el pasado, cuando Adriana había grabado en cárceles siempre había una cierta barrera impuesta por la gente: “no quiero que me muestre”, “no quiero que me vean”, etc. En esta ocasión fue muy diferente porque hubo una gran apertura de todos los grupos frente a la presencia de la cámara.

Había una necesidad de hablar por sí mismas de todas sus realidades. “Algo que hemos intentado mantener en todo este proceso es que esa voz de quienes están contando la historia se mantenga y nosotros seamos solamente puentes para poder estructurar la forma narrativa que necesita para poder salir a un espacio. Pero durante todo el proceso y gracias a esa apertura tan bella que hubo de todos los grupos en los que estuvimos fue súper poderoso el hecho de poder estar más de seis horas con la cámara prendida en una cárcel sin que nadie dijera ‘corten eso’ o ‘no quiero que me muestren’”, señala Adriana. 

Esto permitió que también se pudiera construir desde lo audiovisual una narrativa que estaba naciendo a partir de todos los testimonios. “Y fuimos nosotras cuatro las que más bien, para preservar a alguien que de pronto aparecía muy vulnerable o podía exponerse innecesariamente, decidimos por ejemplo usar sólo su voz pero no mostrar su cara”, explica Adriana.

Algo que hemos intentado mantener en todo este proceso es que esa voz de quienes están contando la historia se mantenga y nosotros seamos solamente puentes para poder estructurar la forma narrativa que necesita para poder salir a un espacio”.

Es un producto audiovisual con una mínima intervención de los testimonios y que cumple con el objetivo de contarle a un público general sobre la vida de las personas trans privadas de la libertad.

El resultado es un producto audiovisual con una mínima intervención de los testimonios y que cumple con el objetivo de contarle a un público general sobre la vida de las personas trans privadas de la libertad.

El documental que muestra a estas personas no sólo hablando y reflexionando sobre su situación, sino también bailando, conversando, trabajando en cartulinas como lo hace cualquier participante en un taller, cumple también con ese deseo de una de las personas entrevistadas en el documental: “creo que el activismo trans se tiene que naturalizar; que la gente me pueda ver en actividades normales como cualquier otra persona porque mis capacidades laborales, cognitivas, de producir pensamiento y crítica no se encuentran en medio de mis piernas, mi capacidad de raciocinio está en mi cabeza”. (Ver: Brigitte Baptiste, una navegante del género).

Es un primer paso en un proceso complejo y largo. Porque para que en las prisiones se respete a las personas trans privadas de la libertad, no sólo hacen falta talleres con estas personas para que conozcan sus derechos y aprendan a hacerlos valer. También con el resto de la población carcelaria, con los equipos de trabajo de guardia, salud, trabajo social, etc.

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