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Que sean lo que quieran, pero que no lo demuestren

Existe la creencia de que las personas LGBT pueden mostrar sus logros profesionales y académicos, siempre y cuando mantengan oculta su vida afectiva para no recordar esa parte que “les baja puntos”.

El martes 19 de mayo, Angélica Lozano, representante a la Cámara por Bogotá y Claudia López, senadora de la República, se presentaron ante el Consejo de Estado, a propósito de una demanda de pérdida de investidura interpuesta contra ellas por el abogado Víctor Velásquez.

Según este último, tanto López como Lozano estarían inhabilitadas para ejercer sus respectivos cargos. El argumento es que el Artículo 179 de la Constitución Política de Colombia establece que las personas vinculadas entre sí mediante matrimonio o unión permanente, no pueden inscribirse por el mismo partido o movimiento político para elecciones que tengan lugar en la misma fecha.

En este caso, ellas se inscribieron por el partido Alianza Verde para las elecciones que se llevaron a cabo el 9 de marzo de 2014.

Desde la asistencia de las congresistas al Consejo de Estado, han circulado por las redes sociales comentarios tales como: “la ley debe reglamentar por igual a homosexuales y a heterosexuales”. Es una manera de decir que si ellas tienen un vínculo sentimental, como en efecto sucede, deberían perder su investidura.

Esto va en sintonía con la creencia de que está bien que una pareja se tome de la mano o se dé un beso por la calle, siempre y cuando sea heterosexual. De lo contrario, “es un mal ejemplo para mujeres, ancianos y niños”.

Quienes lo afirman, olvidan que la Constitución no establece como impedimento las relaciones de noviazgo, como la que ellas sostienen. Mantener un vínculo afectivo no necesariamente es sinónimo de unión permanente o de vivir juntas.

Y en este caso, mucho menos de matrimonio, debido a que en Colombia pocas parejas del mismo sexo han podido casarse. Al no estar el tema reglamentado por el Congreso, está sujeto a discreción de cada juez.

Otra de las frases que se ha visto es: “no tengo nada en contra de ellas. Por el contrario, aplaudo su labor como congresistas, pero deberían mantener en la intimidad su vida privada”.

Esta idea puede ser objeto de un análisis más profundo. Para empezar, llama la atención que quienes la digan, no suelen repetirla cuando una revista registra en sus páginas sociales el matrimonio de un congresista con su novia o cuando una congresista aparece con su esposo.

¿Por qué la idea de que la “vida privada”, entendiendo esta expresión como la parte afectiva o sentimental, debe mantenerse oculta cuando se trata de alguien homosexual o de una pareja del mismo sexo?

Una forma más de violencia

Quienes dicen esto, refuerzan las violencias por las que a diario tienen que pasar muchas lesbianas, gais, bisexuales y trans (LGBT). Así poco se reflexione en esto, la heterosexualidad se comunica todo el tiempo y esta orientación sexual implica “comodidades” tan cotidianas que hasta resultan imperceptibles.

A una persona no la “echan” de su casa o la despiden de su trabajo por ser heterosexual. Tampoco la hace más vulnerable al bullying escolar ni la obliga a pensar en cómo “salir del clóset”.

Quienes son heterosexuales no suelen pasar por grandes conflictos para asistir con su pareja a las reuniones familiares. Al menos, no por este motivo.

Además, pueden poner con tranquilidad la foto de su pareja en sus puestos de trabajo y mencionar su nombre o hablar de su esposo o novia, frente a sus jefes y compañeros, sin temor a cómo van a reaccionar.

Tampoco sienten miedo de que su orientación sexual los vaya a convertir en blanco de chismes o rumores o sea un obstáculo para un ascenso laboral.

Ser LGBT puede ser causa de muerte. Según cifras de la ONG Colombia Diversa, entre 2006 y 2014 fueron registrados 824 asesinatos de esta población en el país.

Afirmar que estas congresistas deben obviar en las entrevistas las preguntas en torno a su vida afectiva, por el hecho de no ser heterosexuales, es como decir: “yo acepto a los homosexuales siempre y cuando no se les note” o “no tengo nada en su contra, pero por qué tienen que andar demostrando que lo son”.

A quienes dicen estas frases, les molesta que algunas utilicen una pulsera con la bandera LGBT, que construyan su apariencia física como mejor se sientan o que expresen públicamente su afecto como lo hacen muchas parejas heterosexuales.

Pocas veces contemplan que estos comportamientos forman parte de la identidad y son un ejercicio del libre desarrollo de la personalidad, derecho protegido constitucionalmente.

Además, son una manera de hacer visible una minoría que, así se quiera creer lo contrario, existe. También, hay quienes lo hacen para que los demás no asuman, como suele suceder, que la heterosexualidad es la única posibilidad.

Finalmente es esta orientación sexual la que se comunica de manera permanente e imperceptible, sin venir de la mano de señalamientos o violencias.

Estos comentarios que se vieron a propósito de la demanda contra López y Lozano refuerzan la creencia de que las personas LGBT pueden hacer públicos sus logros profesionales y académicos, pero no su orientación sexual o identidad de género.

Aunque el tema de interés general de estas congresistas es su gestión política, es un hecho que la mayoría de revistas y publicaciones enfocadas en estilo de vida, suelen abordar la parte afectiva de sus personajes. Y si ellas aceptan participar en estas publicaciones, ¿por qué deberían ocultar una parte tan importante de sus vidas?

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