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Sandra Morán

Sandra Morán: sentía más miedo de enfrentar a la sociedad como lesbiana que como revolucionaria

La activista guatemalteca Sandra Morán habló con Sentiido sobre por qué ha valido la pena ser revolucionara, exiliada, música, educadora popular y primera mujer abiertamente lesbiana y feminista en llegar al Congreso de su país.

Fotos y video: Andrés Camilo Gómez de Productora Espectro para Sentiido.

Sandra Morán siempre será la primera mujer abiertamente lesbiana y feminista en haber llegado al Congreso de Guatemala. Nadie le quita lo legislado. Tampoco lo luchado. (Ver: “Yo era rara por principio”).

No importa que en las elecciones más recientes los votos no le hayan alcanzado a su coalición con el Movimiento Político Winaq para reelegirse al Congreso. De hecho, sólo una persona del movimiento logró un escaño. (Ver: Elecciones en Guatemala: una contienda de agendas conservadoras)

En la maratón de largo aliento que es la lucha por los derechos humanos, perder una etapa sólo significa asumir la tarea desde otro punto de vista.

Sandra Morán sigue apoyando las agendas de las mujeres, las personas LGBTIQ y los indígenas de su país con el respaldo de su base, el Movimiento de Mujeres con Poder Constituyente. (Ver: Mónica Estefanía Chub, mujer trans, católica e indígena de Guatemala).

Al fin y al cabo, es una labor que ha realizado desde muy joven y desde diversos puntos de vista: el de la joven de 14 años que se hizo activista estudiantil, el de la universitaria revolucionaria que tuvo que partir para un exilio que duraría 14 años…

El de la música que interpreta canciones con contenido político en la agrupación Kin-Lalat, el de la primera mujer en atreverse a gritar en un país conservador y homofóbico: “soy lesbiana, soy feminista y quiero ser su congresista” y el de la educadora popular que siempre vuelve al aula. 

Pero ¿de dónde saca fuerzas para continuar? “A mí lo que me recarga es la lucha misma, me niego a la derrota, me niego al no se puede”, afirma Sandra y cita como ejemplo la manera como asumió públicamente su orientación sexual. (Ver: Gina Parody: sentí que tenía que ser más visible).

Yo salí del clóset de manera pública porque no quería darles poder (a los opositores políticos). Si yo no lo declaraba por mí misma, ellos lo iban a hacer y lo iban a hacer en contra mía. Entonces aprendí a no darles poder a ellos, ¿verdad? Porque el poder sobre mí lo tengo yo, y yo decido cuándo lo uso”. (Ver: El plan B de Mauricio Toro).

Enfrentar el miedo ha sido una constante en su vida. Enfrentarlo, no vencerlo, porque es algo con lo que se aprende a vivir. Luego de permanecer exiliada en Canadá y tras la firma de los acuerdos de paz en Guatemala a mediados de los años 90, se abrió la oportunidad de volver a su país.

Al final de cuentas la decisión que vos tenés que tomar es la decisión de asumir lo que pase, porque nunca vas a romper el miedo y nunca vas a estar completamente segura. Es decir, te vas para salvar la vida y cuando volvés, te arriesgás a que te maten, pero volvés. Sin embargo, cuando regresé yo venía con más miedo de ser lesbiana que de ser revolucionaria”, recuerda.

“Yo salí del clóset porque no quería darles poder (a los opositores políticos). Si yo no lo declaraba, ellos lo iban a hacer en contra mía”, Sandra Morán.

Sandra Morán
Sandra Morán siempre será la primera mujer abiertamente lesbiana y feminista en haber llegado al Congreso de Guatemala.

Sentiido: ¿Qué ha significado para ti que Bernardo Arévalo esté en la Presidencia de Guatemala?

Sandra Morán: La gente está ilusionada. La memoria histórica está a favor de Bernardo (cuyo padre es recordado por una buena gestión en la presidencia entre 1945 y 1950) y los abuelitos están recordándolo, así es que este tejido de generaciones está creando una ciudadanía activa y es muy lindo.

Florecerás Guatemala“, vuelve a estar como consigna de esperanza y Semilla (la coalición progresista que representa Arévalo), como la herramienta para lograrlo.

Sandra Morán creció en un ambiente católico en el que su mamá se dedicó, literalmente, a construir una iglesia.

Sandra, que creció en un ambiente católico en el que su mamá se dedicó, literalmente, a construir una iglesia, tenía una pesadilla recurrente por aquellos tiempos del exilio: iba en una camioneta y la apedreaban por ser lesbiana. (Ver: “A mi yo de 12 años le diría: eres perfecta como eres”).

Entonces, cuando yo regresé, te juro que tenía mucho más miedo de enfrentar a la sociedad como lesbiana que como revolucionaria”. Pero lo hizo, como ha hecho tantas otras cosas más en una vida personal que ha estado marcada por la vida de su país.

Sentiido se encontró con ella en Ciudad de Guatemala para hablar de los desafíos de la lucha social en especial para una mujer lesbiana, feminista y defensora de los pueblos indígenas. 

Sandra Morán
“Las decisiones trascendentales de mi vida, como tener o no pareja o quedarme en un lugar o en otro, las he tomado dependiendo de lo que tenga que hacer por Guatemala”. 

S: ¿Qué han significado para ti todos esos roles que has ejercido: activista, revolucionaria, exiliada, música, congresista y profesora?

S.M.: Yo he vivido la historia del país en mi propia vida porque la historia del país ha estado primero que mi vida personal, sobre todo cuando me fui al exilio y ocurrió la masacre de la Embajada de España.

Ahí ya decidí que no había un paso atrás. Y de ahí para acá las decisiones trascendentales en la vida, como por ejemplo tener o no pareja, quedarme en un lugar o vivir en otro, las he tomado dependiendo de lo que tengo que hacer por Guatemala. 

Cuando empecé, yo era una persona mucho más introvertida, yo no jugaba roles de liderazgo pero eso se fue dando. En mis años en la Universidad de San Carlos, la gente que tenía el liderazgo tenía que salir del país porque la iban a matar, entonces yo me quedé porque era la menos conocida y podía continuar con el trabajo, pero al final de cuentas tuve que salir también.

Luego en la música -con la agrupación Kin-Lalat- fuimos la única banda de América Latina con participación de mujeres en roles que no eran los usuales, porque éramos percusionistas y hacíamos la primera voz, hasta que una compañera canadiense me dijo: “mirá Sandra, vos tenés un liderazgo que no has desarrollado“. Y ahí se empezó a consolidar ese liderazgo.

Me hice educadora popular. Y cuando regresé a Guatemala venía con esa idea de trabajar en la educación popular como herramienta de transformación, desde la base de las mujeres feministas. (Ver: Todo el mundo llega al aula con algo que aportar).

Sandra Morán
“Cuando empecé, yo era una persona más introvertida, no jugaba roles de liderazgo, pero eso se fue dando”.

S: ¿Cómo fue regresar a Guatemala después de 14 años de exilio?

S.M.: Volví con miedo, pero volví en el 94 y fue un momento perfecto porque se estaba formando el sector de mujeres para la participación de la sociedad civil en la negociación por la paz.

Yo en ese entonces pensaba: “púchica, pero yo no conozco a nadie“, pero la verdad es que nadie se conocía porque la guerra había implicado que no nos conociéramos, que desconfiáramos, que estuviéramos desconectados…

Pero empezamos a juntarnos y yo además tenía mi identidad como música de Kin-Lalat y eso me abrió el camino. 

S: ¿Algún recuerdo especial de ese retorno?

S.M.: Junto con toda la banda que estaba en Canadá vinimos en el 95 a hacer una primera gira por Guatemala. Hasta entonces habíamos sido clandestinos aquí y tocar así, abiertamente, invitados por la Universidad de San Carlos, fue bellísimo.

Tocamos en el Teatro Nacional, en la Universidad de San Carlos, en el parque… Y cuando tocamos en la firma de los acuerdos de paz con 150.000 personas en representación del movimiento revolucionario, fue como regresar por la puerta grande, fue apoteósico.

Además, para variar, el presidente había dicho que se le iba a dar un espacio para un discurso al movimiento social y al momento de hablar dijeron que no.

Como yo ya era parte del movimiento social y ya estaba en la tarima, los compañeros me dijeron: “Sandra, vos ya estás en el escenario, así es que agarrá el micrófono y hablá“. Y lo hice.

Sandra Morán
“En 1994 conocí a una compañera con la que nos hicimos pareja. Ella es poeta y ambas hicimos una propuesta política musical”.

S: Hablabas de lo difícil que fue salir del clóset, ¿cómo fue enfrentar ese miedo?

S.M.: En el 94 conocí a una compañera con la que nos hicimos pareja. Ella es poeta y ambas hicimos una propuesta política musical en la que yo le ponía música a sus poemas con mi instrumento, el tambor.

Lo llamamos Percusionémonos y hacíamos presentaciones. Pero nos movíamos en un círculo muy cerrado. En el 95 unas compañeras hicieron un foro que se llamaba “La invisibilidad del lesbianismo también es violencia” y ahí yo salí del clóset con el movimiento, pero con pánico… No fue miedo, fue pánico. (Ver: ¿Dónde están las lesbianas?).

Recuerdo que yo me levanté y dije: “yo también soy lesbiana” y salí corriendo. Y ahí empezó mi camino de salir del clóset, primero en el movimiento, luego entre mis amigas, con mis compañeras… Porque uno va creando un gueto, ¿verdad? Tus redes seguras son un gueto y la familia queda fuera de todo.

Con mi familia sólo fue hasta los años 2000 y fue muy difícil, especialmente con mi mamá. Pero después ya se enfrentó todo. Esa es la historia, la misma de todo mundo, ¿verdad? (Ver: “Dejemos de decir que no queremos hijos LGBT”),

O sea, empezás a salir del clóset con vos mismo. Luego, con tu gente más cercana. Y en ese camino pierdes gente, porque hay gente que se aleja. Y ahí lo vas haciendo más público, más público. (Ver: “Cuando los hijos salen del clóset, los papás entran en él”).

Por eso cuando lo hice en el Congreso, eso sí fue lo más público posible, por si quedaba algún rincón al que no hubiera llegado la noticia.

“Tenemos que encontrar una narrativa que le llegue a la gente, una narrativa menos desde la política, más desde la humanidad”.

S: En el tema LGBTIQ hay poco margen de acción por la expansión que han tenido los grupos ultraconservadores, ¿qué hacer?

S.M.: Todo se puede debatir. Lo que no se puede siempre es resolver, aprobar leyes. Eso dependerá de la cantidad de votos que tengamos. Pero podés hacer la discusión y ese proceso es importante porque amplificamos la voz de las organizaciones, la voz de la calle. (Ver: “Papás y mamás están más a favor de la educación sexual de lo que se ha hecho creer”).

A mí me parece que es necesario hacerlo en el Congreso porque allí están los medios de comunicación y puede que hasta los medios de comunicación nos bloqueen, pero están las redes y los medios alternativos amplificando lo que se debate. (Ver: Yusimil Carrazana, la médica dedicada a la salud de los hombres trans en Guatemala).

No es solamente que aprobemos la ley, no, el proceso es esencial porque vos vas discutiendo con la gente y la gente o te echa penca o empieza a pensar: “ay, sí, tal vez tienen razón“.

Y ahí es donde tenemos que encontrar una narrativa que le llegue a la gente, una narrativa menos desde la política, más desde la humanidad, porque esos son temas de humanidad.

“Las puertas hay que abrirlas, o hay que entrar por la ventana, o por un huequito”.

S: En Guatemala han estado cerca de aprobar iniciativas muy regresivas, ¿pueden volver?

S.M.: Claro, pueden volver disfrazadas. Ellos van a seguir en su trabajo y nosotros también. Ellos tienen sus objetivos, están organizados para eso y cada vez mejor. (Ver: Los pasos de gigante de la avanzada conservadora).

Han logrado muchísimo. Están en todo lugar a nivel nacional y a nivel de las instituciones internacionales. Incluso están disputando gobiernos, pero nosotros también. Entonces la disputa es clara, ¿no? Pues bueno, sigamos en la disputa. (Ver: Qué es el fundamentalismo religioso y qué implica realmente).

S: Es una lucha difícil…

S.M.: ¿Difícil? Sí. ¿Qué hay obstáculos? También, pero bueno, esa es la vida. Estamos en contra de un sistema en el que jamás nos van a abrir las puertas y nos van a decir: “no tengan pena, vengan pa’dentro”.

No, las puertas hay que abrirlas, o hay que entrar por la ventana, o por un huequito. ¿Has visto esas ramitas que se abren paso entre los muros? Eso ha sido mi vida. 

“El neoliberalismo nos ha hecho pensar que las cosas tienen que ser rápidas. Pero hay cosas que no son rápidas”.

S: Pero a veces, ante esto, se siente mucha desesperanza…

S.M.: Cuando yo vivía en Canadá y llegaba el invierno veía los árboles, unos chiriviscos, o sea desnudos totalmente. Eso es lo que vos ves, no hay nada, parecen muertos.

Pero si vos te acercás a esos árboles, ahí están los que después van a ser las hojas, los retoñitos, esperando el momento justo. Pues en eso estamos nosotros, ¿verdad? Esperando el momento justo.

Pero hay que pasar por el proceso. A veces comemos ansias. El neoliberalismo nos ha hecho pensar que las cosas tienen que ser rápidas. Y hay cosas que no son rápidas, mucho menos la historia de los pueblos, entonces: “tranquilas, vamos pasito a pasito, tranquilas“.

Yo fui de la generación que quería cambiarlo todo; no lo logramos. ¿Qué lo que me me toca a mi ahora es contribuir a eso? ¡Órale! No me toca ver el cambio, no importa.

Yo tengo 63 años. Mi rol ahorita es compartir lo que he aprendido, por eso me dedico a la educación popular. Estoy trabajando en escuelas de formación política, tal vez no me toque a mi ver ese cambio que mi generación quería ver, pero estamos en ese camino. (Ver: La Mocha: un bachillerato popular travesti-trans).

Como dice mi libro sobre mi experiencia en el Congreso: “Valió la pena”. Y es así, hay que entender esa expresión verdaderamente, vale la pena.

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