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Sobre piropo y mano en cola ajena

En defensa del piropo“, una columna de Mauricio Rubio nos llama la atención por varias razones.

Entre ellas, porque el tema del piropo, tan callejero y a veces trivial, puede ser espinoso dependiendo de quién lo lea.

Así mismo, porque el autor pone sobre la mesa una discusión que es necesario desarrollar con más profundidad: la diferencia entre el piropo, el acoso y la agresión.

El ejemplo que Rubio utiliza al inicio de su columna es muy interesante. Se trata de un estudiante norteamericano que fue acusado de acoso sexual y posteriormente expulsado por decir que su profesora de colegio le parecía bonita.

Esto es llevar a un extremo la discusión que debería marcar ciertas diferencias entre una acción y otra.

El piropo, esa frase ingeniosa que a veces saca una sonrisa, es muy distinta a la frase cargada de connotación sexual, que pretende desnudar a la persona en milésimas de segundo. No discutiremos el valor del piropo, pues cuando se hace con risa, picardía y con ánimos de divertirse, es algo que logra cambiar la rutina de un día cualquiera y digno de convertirse en una anécdota.

Lo que queremos señalar acá es que el autor mete en la “bolsa piropera” todo aquello que se dice en la calle sin darse cuenta que muchas veces el juego se torna invasivo e irrespetuoso con la dignidad y el cuerpo, principalmente de las mujeres. A continuación incluimos breves respuestas a tres comentarios que extrajimos de la columna de Rubio:

1.    “Desconocer la sexualidad ajena, suponerla igual a la propia y reprimir cualquier manifestación fue la lógica fanática que llevó a la burka”. Estamos de acuerdo y por esto mismo hacemos uso de esa idea para responder a “La defensa del piropo”: cuando una persona desconoce la sexualidad ajena y piensa que ésta es igual a la suya, cree que “un simple piropo” no le hará daño a nadie.

Sin embargo cuando usa palabras obscenas, se acerca para susurrar al oído o hace gestos con connotación sexual (aunque no ha tocado, manoseado o restregado) está ignorando los límites del respeto hacia la otra persona. Esto ya no es un simple piropo.

2.    “Difícil imaginar un travesti ofendido por un cumplido, pero la iniciativa se asocia con los LGBT”. Hagamos una diferencia. Un cumplido no es lo mismo que una frase ofensiva. Tampoco creemos que, en general, las mujeres se molesten por “un cumplido”. Generalmente un cumplido eleva el ego y hace sentir, como su nombre lo indica, complacida a la persona que lo recibe.

Si lo que el autor insinúa es que un travesti no debe ofenderse porque le digan cosas, obscenas o no, es una suposición que cae en la generalización de que ellos o ellas están tan acostumbrados a que les digan todo tipo de sandeces, que uno más no debe importarles.

¿Acaso una prostituta, cuyo trabajo se basa en el sexo, no puede sentirse ofendida si alguien le hace una propuesta sexual que ella no quiere hacer o porque no lo espera de la persona que se la hace?

3.    “Detrás del rechazo al piropo, como a la mendicidad, lo que hay es clasismo”. La insinuación de que sólo las personas de clase baja lanzan piropos es también una forma de clasismo. No creemos que esto tenga que ver con la clase social sino con el conocimiento de los límites entre el respeto y el irrespeto.

Incluimos también el vídeo argentino que promueve la campaña “Respetá” al que Rubio hace alusión, porque creemos que es una propuesta que hay que conocer y discutir. Al fin y al cabo siempre es un buen ejercicio ponerse en los zapatos de los demás.

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