Esta es la historia de La Poderosa, una persona no binaria que transformó la violencia que vivió por parte de actores armados, en una carrera dedicada al arte, a la enseñanza y en un conmovedor bullerengue titulado “Colombia me llora”.
En el video vemos a La Poderosa cantando en su propio funeral en una noche de luna roja. Antes de irse al mundo de sus ancestros, canta y le entrega una flor y una sonrisa a cada uno de los dolientes que han venido a llorar a las víctimas LGBTIQ de la violencia en Colombia. (Ver: “El país no dimensiona lo que como sociedad les hicimos a las personas LGBTIQ”).
La canción se llama “Colombia me llora” y podría ser el bullerengue más triste compuesto hasta hoy. Eso se debe a que su melodía, sus letras y su interpretación vienen de lo más profundo del conflicto armado colombiano: las vivencias reales de víctimas de violencias atroces cometidas por los grupos armados contra las personas LGBTIQ, sólo por su orientación sexual o identidad de género.
Pero La Poderosa, quien la compuso e interpreta, está más vivo que nunca. Ese funeral también representa la despedida de un pasado -si bien nunca olvidado y siempre doloroso- que ya no le amarra más a una vida de víctima porque hoy, La Poderosa es una persona alegre, artista profesional, dedicada a cantar con su agrupación Ecos de Tambó y a enseñar a bailar danzas tradicionales a niños, jóvenes, adultos y ancianos.
La Poderosa es una persona alegre, dedicada a cantar con su agrupación Ecos de Tambó y a enseñar a bailar danzas tradicionales.
“Colombia me llora nace de los testimonios de las personas que fuimos a la JEP y contamos lo que habíamos vivido. Yo lo único que hice fue tomar los testimonios de mis amigas y darles vida a través del canto”.
Hoy es una persona admirada por su familia y apreciada por sus vecinos de San Juan de Urabá. Mientras concede esta entrevista con Sentiido, en una mecedora al frente de su casa, va hablando y respondiendo los saludos de los transeúntes. “Parezco el alcalde”, comenta y se ríe.
La Poderosa compuso “Colombia me llora” por invitación de la Comisión de la Verdad y de la organización Caribe Afirmativo. “No son unas historias que yo me inventé, la canción nace de testimonios de las personas que fuimos a la JEP y contamos lo que habíamos vivido. Yo lo único que hice fue tomar los testimonios de mis amigas y darles vida a través del canto y usar ciertas expresiones para proteger su identidad”, dice. (Ver: LGBTI en la JEP: cambió la forma pero no el fondo).
Personas trans asesinadas, mujeres lesbianas violadas y desplazadas, hombres homosexuales violados, personas no binarias torturadas, hombres gais desaparecidos…
La Poderosa y los productores del video logran nombrar estas atrocidades dignificando a las víctimas y convirtiendo esta canción en un poema ritual de despedida a estas víctimas. En una caricia final para existencias que fueron golpeadas.
Su historia
Cuando tenía 16 años La Poderosa vivió en su propia piel una de estas pesadillas. Integrantes de un grupo armado lo violaron y le dieron dos horas para irse del pueblo. Salió huyendo hacia Guamucó, Bolívar y estando allí unos meses después volvió a ser violado por miembros de otro grupo al margen de la ley.
Fueron años oscuros, de tristeza y miedo constante en los que sentía que no valía la pena vivir siendo una persona diversa. La autoestima destrozada y el rechazo social casi lo llevan al suicidio. “Pero como pude me llené de fuerzas y me metí a escarbar en los socavones de las minas”.
Trabajó en todo tipo de actividades demandantes: minas de oro, pesca artesanal en mar abierto, transporte de racimos en las bananeras, construcción de viviendas. Luego se formó para ser estilista profesional y empezó a cultivar una gran clientela. (Ver: “Yo no soy gay, soy marica, una loca de Montería”).
“Cuando comencé a presentarme, las personas en mi pueblo, más que ver a la marica, empezaron a ver al artista”.
Después de un tiempo regresó a su pueblo, San Juan de Urabá, aunque con mucho miedo. Él y uno de sus mejores amigos de infancia se empezaron a acercar a la Casa de la Cultura para ver a la gente bailar hasta que en un momento dado su amigo lo retó: “Tú no te atreves a bailar”.
No sólo sí se atrevió sino que lo hizo tan bien y se entusiasmó tanto que continuó ensayando con el grupo y aprendió a bailar porro, fandango y puya. Se hizo parte del colectivo y empezó su vida de bailarín.
“Cuando comencé a presentarme las personas en mi pueblo, más que ver a la marica, empezaron a ver fue al artista. Había como una luz que hacía que las personas me miraran y quedaran enamoradas de mi forma de bailar. Eso me fue dando mucha fortaleza. Ahí comienza mi proceso de danza y ya llevo 36 años en él”.
El destino le tenía guardada otra sorpresa. Mientras acompañaba a un grupo de bullerengue de su pueblo a una presentación en Puerto Escondido, sucedió que una de las cantantes no pudo cantar. “Entonces me dijeron a mi, tú te sabes las canciones, sube y canta”.
Ese fue el comienzo de su carrera como bullerenguero, uno muy particular porque aparte de un talento innato para componer, cantar y conmover con su voz, La Poderosa es un bullerenguero diferente, porque este género musical ha sido tradicionalmente machista, pero desde el primer día que La Poderosa se subió a un escenario ha tenido una expresión de género difícil de encasillar o definir. (Ver: Ni hombre ni mujer, persona no binaria).
El hecho de haber sido aceptado por las autoridades del bullerengue se debe a que, dice, todo lo hace con respeto hacia los mayores y la tradición.
Cuando trabajaba de estilista alisaba el pelo con una plancha que la gente apodaba “la poderosa” porque su efecto era muy duradero. De ahí viene su nombre artístico.
Su identidad
A La Poderosa no le importa si le llaman con su nombre artístico o de pila, Esmith Rivera Márquez. Cuenta que cuando trabajaba de estilista se hizo reconocido porque alisaba el pelo con una plancha que todos apodaban “la poderosa” porque su efecto era muy duradero.
“Alísamelo con la poderosa” le pedían hasta que sus clientes empezaron a llamarlo a él “La Poderosa” o “La Pode”, y un día en un festival del bullerengue en el que participó, antes de cantar lo presentaron como “La Poderosa“. Ese sería su bautizo artístico.
Desde hace mucho lleva su pelo largo, tejido en trenzas. Le gusta usar candongas y en ocasiones lleva pañuelos de colores vivos anudados en la cabeza. No le gusta usar falda así que generalmente va de pantalón y le causa gracia la desorientación que causa en algunos su expresión de género indefinida. “Los tengo locos y yo feliz”, comenta y se ríe. (Ver: Alanis Bello: no quiero ser un hombre ni una mujer).
“Quiero que nos paremos como comunidad LGBTI y digamos: ‘aquí estoy yo, aquí llegó La Pode, aquí no llegó la marica, no llegó la bis, no llegó la no binaria, aquí llegó fue La Pode y pare de contar, lo demás no me importa. No me importa si tengo el pelo largo o corto. A mí no me interesa esa pelea de ‘me tienes que decir que soy femenina’. No, yo soy La Poderosa, soy masculina y soy femenina, soy las dos cosas pero soy mucho más que eso porque soy un ser humano que siente, que vive el día a día, que sufre, que sabe qué es el dolor, qué es el amor, y para eso no tengo identidad de género”, afirma. (Ver: Nix: mi lucha es ser yo, mi esencia).
Cuenta que le insisten mucho para que se defina. “’Pero, Pode ¿no te identificas con nada?’… ‘Pues soy no binario y soy esto que está aquí. Eso es lo que vale y no me interesa aclararle a nadie cuál es mi orientación sexual”. (Ver: Jess: soy yo sin pedir permiso ni dar explicaciones).
Y con contundencia La Pode simplifica su mensaje en tiempos en los que parece tan difícil ponerse de acuerdo en torno a los conceptos sobre género y sexualidad: “La gente vive montándose cosas en la cabeza de las que no tiene necesidad. Haga el amor, haga la paz, trabaje. Viva en armonía con su comunidad. Es todo lo que usted necesita, ¿cierto?”
Siempre le están preguntando cómo quiere ser nombrado si como él o ella. “Me da igual, respondo a ambos”, agrega.
Su arte
La vida de La Poderosa se empezó a transformar el día en que puso un pie en la Casa de la Cultura para empezar a bailar. “Por misericordia de Dios, me montó en una plataforma donde me alejó de la droga, de la prostitución, porque ya no estaba en una cantina bebiendo y consumiendo, sino que estaba en una casa de la cultura haciendo arte. Ahí comienza el proceso de limpieza de mi vida. Empiezo en la danza y luego voy incursionando en el canto y este me permite liberarme, me permite gritarles a los malhechores, me permite cantarle al amor, a lo que soy”.
Esas composiciones le han ayudado a sanar, como lo hace “Colombia me llora” que es, en su opinión, la letra más diciente y completa que ha creado. “Antes me hacía llorar mucho cuando la cantaba. Todavía cuando canto en los ensayos, el grupo llora y cuando estuvimos grabando el video fue muy dramático, había personas que no podían parar de llorar. Es la parte humana dentro del arte, es la poesía… Pero es también lo que me hace levantar en la mañana, sonreír y pensar: ¿qué puedo hacer hoy por las otras personas? Cómo puedo aportar, cómo les puedo decir a las otras personas que podemos resistir, que podemos lograr nuestros sueños, que podemos ser cantantes, que podemos ser ser maestros, doctores, alcaldes, presidentes…”, dice La Poderosa mientras su voz se quiebra de la emoción.
En su día a día, hace su aporte a la paz y la reconciliación a través de la Corporación Cultural de Bullerengue Eco de Tambó. Este sueño hecho realidad durante la pandemia, es hoy una escuela que lidera procesos de danza y canto. Esas fueron, son y serán la herramienta de “La Pode” para la paz.
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