Con “Todo lo que siempre quisiste saber sobre sexo y tu hijo sí se atrevió a preguntar”, Sentiido empieza su especial en podcast sobre la educación sexual de calidad. En esta primera entrega el tema es: “¿por qué es tan importante la educación sexual en la infancia y de qué se trata?” #AlOiidoConSentiido.
Ilustraciones: Surmerce para Sentiido.
“Tengo una anécdota muy linda de un niño que vio una vez en el jardín a una mamá embarazada, con una barriga muy grande, y le dijo: ‘¿qué tienes ahí?’. Y la mamá le respondió: ‘Un bebé’. Y el niño le dice: ‘¿y cómo hiciste para comértelo?’”. (Ver: La educación sexual es un proceso, no una charla de un día).
“A mí me sucedió que estando pequeño, mi hijo Juan Fernando, que ahora es cuarentón avanzado, me preguntó muy tranquilamente: ‘Papi, ¿por qué yo tengo pipí y mi hermana no?’. Entonces la hermana que tendría unos seis años la cogió al aire y lo rectificó en forma estrepitosa y le dijo: ‘Yo también tengo, pero no ve que lo tengo escondido’”. (Ver: Papás y mamás de Colombia: sí a la educación sexual y a los derechos LGBTIQ).
“Bueno, mi hijo de seis años ama jugar con su mejor amiguito en el colegio. Entonces un día viene y me dice: ‘Mami, cuando yo crezca me quiero casar con Sebas para poder estar toda la vida juntos’”. (Ver: “Desde que las niñas son rosadas y los niños azules, estamos jodidos”).
¿Cómo responderles a los niños y a las niñas la infinidad de inquietudes que tienen sobre sexualidad cuando están descubriendo el mundo? (Ver: 6 respuestas para los opositores a la educación sexual).
Mi papá cuenta que cuando yo era una niña, un día me dijo lleno de confianza: “Andrea pregunta todo lo que quieras, que para eso estamos los papás”. Y yo no recuerdo, pero él dice que yo le dije algo así como: “Muchas gracias papi, pero es que ustedes nunca nos saben responder”. (Ver: Juguetes sin barreras de azul ni rosado).
Creo que me pasé con mis papás, no era para tanto, pero sí es verdad que muchos papás y mamás nos sentimos medio perdidos cuando nos toca responder preguntas difíciles. Lo cierto es que nadie quiere que los hijos lo cojan fuera de base y menos en materia de sexualidad. (Ver: “Papás y mamás están más a favor de la educación sexual de lo que se ha hecho creer”).
La creencia popular de que los papás y las mamás no quieren que a sus hijos o hijas se les hable del tema, es solo eso, una percepción equivocada.
Varios estudios, entre ellos uno que realizó Sentiido hace poco, muestran que en Colombia la gran mayoría de las familias está a favor de la educación sexual integral.
Claro, de acuerdo con cada edad y la infancia no es una época de la vida sin sexualidad. En realidad no hay etapa de la vida sin sexualidad. Lo que pasa es que la educación sexual a edades tempranas tiene que ver con cosas que no nos imaginamos que son educación sexual, pero lo son: el reconocimiento de las partes del cuerpo, la higiene personal, el respeto propio, el respeto hacia los demás, la comunicación entre padres e hijos, la autoestima…
Por eso Sentiido, organización que aporta conocimiento en género, diversidad sexual y cambio social, dedica este podcast a aclarar en qué consiste la educación sexual en la infancia y por qué es tan importante en la vida de las personas.
Soy Andrea Domínguez y esto es: “Todo lo que siempre quisiste saber sobre sexo y tu hijo sí se atrevió a preguntar”. Otro podcast #AlOiidoConSentiido.
Desde que decidimos ser papás o mamás, ya estamos empezando el camino de la educación sexual de nuestros futuros hijos e hijas, porque estamos tomando decisiones que les van a transmitir información desde el primer momento. (Ver: “Dejemos que nuestros hijos vivan su vida y no nuestros sueños”).
Por ejemplo, si decidimos hacer un ajuar de bebé todo rosado porque tendremos una niña o todo azul porque tendremos un niño.
Si les obligamos o no a saludar de beso a quienes ellos no quieren saludar de beso. Si nos escandalizamos porque nuestro hijo quiere jugar con muñecas o nuestra hija, fútbol. Con todo esto les estamos impartiendo una educación que van a usar para definirse y para entender el mundo e interactuar con él. (Ver: Juguetes para niños, más allá del azul y el rosado).
Como mamá de dos niñas de nueve y 11 años, me encantaría tener todas las respuestas, pero no es así. A pesar de que me considero bien informada e interesada en este tema. Varias veces he tenido que decirles a mis hijas: “espérame un momentico”, y voy a investigar antes de responderles.
Vamos a ver cómo nos ayudan a responder las preguntas difíciles que nos hacen nuestros hijos e hijas, los invitados a este podcast.
Astrid Camacho es psicóloga y ha trabajado en educación sexual, derechos sexuales y reproductivos y protección integral de la niñez. Además, es mamá de una niña de tres años. Astrid explica que la educación sexual empieza mucho antes de que lleguen las preguntas.
“Yo creo que empieza en el vientre, con todo lo que nosotros entramos a cuestionarnos y luego con las decisiones que tomamos con nuestros hijos ya nacidos. Entonces, si abro o no un arete, eso tiene que ver con educación sexual, como nombró sus genitales cuando mi hijo es un recién nacido”.
“Si le pregunto a mi bebé o le cuento a mi bebé que lo voy a limpiar y que el acto que estoy haciendo es limpiar su área genital y se hace una cotidianidad nombrarlo, nombrar que así es como se llama. Sí“.
¿En serio, pedirle permiso a mi bebé que no sabe ni hablar para cambiarle el pañal es educación sexual? Pues sí, porque desde el primer momento le estamos enseñando, primero, que ese es su cuerpo y que hay que cuidarlo.
Y segundo, que es suyo y de nadie más, pero que como todavía necesita nuestra ayuda, lo vamos a limpiar. Y así se imparten las primeras nociones de respeto, autocuidado y consenso que van a ser tan trascendentales durante la infancia y la adolescencia.
“A la gente se le olvida que el cuerpo de todos es privado y la primera forma de enseñar límites y consenso a un niño es que tú respetes las decisiones y la autonomía de ese cuerpo. Entonces, si el niño no quiere ser abrazado, si el niño no quiere ser tocado, ¿por qué lo voy a tocar?“.
“Entra en relación el cuerpo del niño con el mundo y la importancia de que no solo estamos educando al niño, sino a la abuelita, al tío, a la que le explicamos y le recalcamos la importancia de que reconozcamos que el niño o la niña tiene límites, no”
Hacia los dos o tres años, cuando empiezan a hablar, su curiosidad y sus preguntas aumentan y ya a los cinco, cuando dominan el lenguaje, su cabecita es como una crispetera de donde saltan preguntas de todos los colores y tamaños todo el tiempo.
“Los niños empiezan a aumentar su vocabulario. Entonces, ya podemos hacer un ejercicio en el que el niño o la niña puede participar y le podemos decir: ‘bueno, este es el cuerpo de mamá y este es tu cuerpo, este es el cuerpo de papá‘”.
“Y por ejemplo, algo que a mí me parece muy importante: los niños son muy curiosos. Entonces, por ejemplo, a mí me pasa con mi hija particularmente, que ella le da mucha curiosidad el pene de su papá y quisiera tocarlo y entonces papá le dice: ‘oye, no, porque es que mi cuerpo es mío y tú no tienes que tocar mi cuerpo, no puedes tocar mi pene porque es mío‘”.
“Entonces, también le estamos enseñando a establecer ese límite de decirle: ‘tu no solo tienes que te respeten tu cuerpo, si no tienes que aprender a respetar el cuerpo del otro’. Y hay gente que cree que no, pero sí pasa y es el consentimiento“.
Aunque no lo creamos, así es como se cimentan conceptos tan importantes como ese del consentimiento, una herramienta esencial contra el abuso, pero también otros como la autoestima, el autocuidado, el respeto…
Luego llega la etapa del jardín que supone salir de debajo de las alas de mamá gallina y empezar a usar esas habilidades. ¿Debería continuar allí la educación sexual? Claro, porque todo esto del consentimiento, del autocuidado, de conocer el cuerpo y de la autonomía es educación sexual.
El jardín es un lugar en el que los niños y las niñas van a pasar muchas horas, van a interactuar con sus pares y probablemente el jardín tenga que apoyar procesos que empiezan en la casa, como por ejemplo el control de esfínteres, o la socialización que implica el reconocimiento de los límites propios y ajenos.
Una persona que ha vivido cientos de veces este proceso pero que se maravilla igual cada vez, es la psicóloga Paola Grisales, directora del Jardín Infantil Cometas en Bogotá y mamá de dos niños de siete y cinco años.
Para Paola, la educación sexual integral en la primera infancia es vital para propiciar infancias sanas, con autoestimas sólidas y respetuosas de los demás.
Eso sí, tiene que ser una educación acorde con la etapa de desarrollo de los niños y las niñas, en un proceso que se lleva a cabo en coordinación con las familias.
“Esta educación debe centrarse sobre todo en fomentar mucho el respeto, la comprensión que debe tener el niño de la diferencia, de qué me diferencia a mí del otro y tener esa conciencia, pero desde el respeto“.
“También es una oportunidad para la comprensión de esa igualdad de género y para la prevención de abusos y de las decisiones que toman de manera autónoma durante esa primera etapa de la vida en relación a la sexualidad“.
“Y es una oportunidad importante para no categorizar a los niños de una manera o de otra, sino volver a hablar del respeto y de la igualdad de ‘todos somos iguales, no importa si eres niño o niña’”. (Ver: Bullying escolar LGBT: más fuerte y dañino).
“Digamos que nos diferencian unas cosas a nivel físico, pero no pasa nada. Las niñas también pueden jugar fútbol y los niños cuando les den ganas de jugar con las muñecas también lo pueden hacer. No pasa absolutamente nada“.
De acuerdo con Paola, todo esto les va a permitir a los niños y a las niñas, primero, ser conscientes de su propio cuerpo y del cuerpo de los demás, pero además ganar autonomía y autoestima.
En esta época surgen las preguntas básicas: ¿Cómo venimos al mundo? ¿Por qué las niñas no tienen pene? ¿Cuando crezca, nos podemos casar? ¿Qué es sexo? ¿Cómo va a salir mi hermano de la barriga de mi mamá? ¿Para qué sirve el clítoris?
Aparte de otras mucho más difíciles de responder, como por ejemplo: ¿Qué estamos haciendo en este mundo? ¿Dónde estábamos antes y para dónde vamos después? ¿Quién es Dios? Pero esas las podemos dejar para otro podcast o para otra vida.
Lo importante, concuerdan las expertas, es la naturalidad con que se aborden los temas. Es decir, tratar las preguntas sobre sexualidad tal y como se trataría cualquier otra pregunta sin escandalizarse, sin ponerles apodos a las partes del cuerpo, sin dar más información de la que nos están pidiendo, intentando responder basados en información confiable.
Como lo explica Astrid, esas charlas construyen la confianza con los hijos e hijas, una confianza que va a ser un puente muy valioso durante la adolescencia.
Ese es el camino que ha seguido María Paula Hernández, mamá de un niño de nueve años: “Tomás siempre, siempre he sido súper curioso con eso. Pues con todo en general. Pero pues es él como muy observador. Entonces él empezaba a mirarse y me miraba a mí cuando de pronto lo bañaba o nos bañábamos juntos cuando era chiquito y claro, veía diferencias, entonces muy, muy chiquito, preguntaba que yo por qué tengo pene y tú por qué no tienes ahí nada“.
“Nunca le hemos puesto nombres de que la florecita y la serpiente y no sé qué. Nada. Siempre le hemos trabajado todo pues con los nombres que son, con vocabulario muy biológico, con mucho amor, para que él entienda las cosas y que las vea muy naturales“.
“Y así pues, digamos que pensamos nosotros que no se van a crear como doble sentidos a las cosas. Entonces así lo hemos trabajado. A quererse sus partes, a querer su cuerpo, a apreciarse“.
“Entonces también le hemos enseñado el tema de, primero, que tiene que respetarse, tiene que respetar a los demás y tiene que hacerse respetar, que sus partes íntimas, una vez ya las identificó, pues son íntimas. Y entonces le enseñamos qué era la palabra íntima: para él solo. Y nadie más debe tocarlas“.
Y eso es lo que yo he tratado de hacer también con mis hijas. Hablar de todo sin tapujos. Por ejemplo, desde muy pequeña he naturalizado el tema de la menstruación.
Quiero que crezcan sabiendo que hace parte de la vida tanto como dormir. Quiero que piensen en la menstruación como algo natural. Yo tuve la fortuna de tener una mamá muy abierta que nos hablaba de sexualidad a mi hermano y a mí, sin ponerle misterio y sin dobles discursos.
Pero no fue tanto así en el colegio, en donde el enfoque era meramente biológico y moral, lo que nos dejaba con muchas dudas y miedos. Todavía recuerdo las películas que nos hacían ver con imágenes de fetos abortados.
Contrario a generar miedo, la buena educación sexual genera seguridad porque proviene de información completa, veraz y de buenas fuentes, y porque crea lazos de confianza entre quienes la imparten y quienes la reciben.
“Los adultos que conforman el entorno de la niñez tenemos que entender que niños y niñas, aunque tengan buena información y sepan decir ‘no’, continúan siendo vulnerables de ser abusados y es nuestra responsabilidad protegerlos“.
Y es que si en algo están de acuerdo Astrid y Paola, las psicólogas entrevistadas para este podcast y una plétora de especialistas en educación sexual, es que este tipo de educación es fundamental para ayudar a prevenir el abuso.
La evidencia científica que respalda esta afirmación está citada en muchos documentos. Uno de los más reconocidos que usa de guía la Organización Mundial de la Salud es el estudio: “Tres Décadas de Investigación”. El caso a favor de la educación sexual integral del Journal of Adolescent Health.
Ojo, la educación sexual puede ayudar a prevenir, no necesariamente impide que el abuso ocurra, pero si ocurre, sobre todo puede ayudar a impedir que se repita.
Como lo dice Astrid, quien trabajó en el Catatumbo atendiendo a un grupo de niños que habían sido víctimas de abuso sexual, los adultos que conforman el entorno de los niños tenemos que entender que los niños y las niñas, aunque tengan buena información, aunque estén empoderados y sepan decir “no”, continúan siendo vulnerables de ser abusados y es nuestra responsabilidad protegerlos.
“Un niño no está en la capacidad de oponerse a un adulto que lo va a abusar. Eso es muy importante que lo tengamos claro, porque cuando lo tenemos claro podemos trabajar desde ahí. Si no reconocemos que nuestros hijos son vulnerables, no podemos hacerlo. Eso es muy importante“.
“Y la segunda cosa que me parece fundamental es que, pese a que no podemos prevenir que el abuso exista y se dé, sí podemos prevenir que se repita. Un niño que habla con sus papás porque lo reconoce, lo abusan una vez. Un niño que no tiene una red de apoyo adecuada, que no está protegido, lo abusan diez veces, 15 veces, diez personas diferentes”.
Pero la educación sexual integral en la infancia no solo es importante para prevenir que nuestros hijos e hijas sean víctimas, sino también victimarios o para que pasen por ambas situaciones, lo que no es inusual.
Claudia López es mamá de cuatro hijos. En su casa no se hablaba mucho de sexualidad porque ella en su infancia tampoco tuvo mucha información. Cuando su hijo mayor tenía nueve años, fue abusado sexualmente por un tío.
Sin embargo, Claudia sólo se enteró de esto cuando su hijo ya era un adolescente de 15 años y en parte ella se lo atribuye al hecho de que no se hablara mucho de estos temas en su casa.
“Claro, yo digo que si hubiese hablado un poco más con mi hijo respecto de eso, quizás sí se hubiese evitado, porque él permitió eso, pues porque él no sabía, ¿me entiendes? No sabía que eso no se podía hacer, que eso no se lo podían hacer a él. ¿Me entiendes?“.
“Si yo hubiese hablado, quizás él hubiese tenido la confianza de contármelo, de decirme al menos la primera vez. ¿Me entiendes? Qué pasó. Al menos decirme: ‘este, mami, mira, pasa esto. Mi tío me está haciendo esto. Pero como él no sabía y pues ni su papá ni yo nunca le hablamos respecto a esto, pues él lo creyó lo más normal posible“.
Entonces, a los 15 años de edad, su hijo finalmente le contó lo que había pasado. Pero ¿por qué justamente se lo dijo en ese momento?
La educación sexual integral en la infancia no solo es importante para prevenir que nuestros hijos e hijas sean víctimas, sino también victimarios o para que pasen por ambas situaciones.
“La hija de una amiga llegó del colegio y le dijo a su mamá: ‘Mami, ¿cómo se hacen los bebés?’. Mi amiga dudó por un momento si contarle o no a su hija, pero le contó las cosas como son. Al final, la hija le dijo: ‘Bien mami, yo ya sabía todo, pero quería saber si tú me ibas a decir la verdad o no‘”
“Él quiso hacer lo mismo con otro niño, ¿me entiendes? Entonces, yo lo encontré. Y yo dije: ‘No, cómo tú vas a hacer eso’. Y pues era un muchacho de 15 años y el otro tenía como 12 o 13, o sea cosas adolescentes, y pues yo le dije: ‘no’”.
“Y entonces él se sentó a hablar conmigo, él lloró y me dijo: ‘mami, pero es que eso es normal’. Y yo le digo: ‘no, eso no es normal’. Entonces, fue donde él se desahogó como quien dice a contarme: ‘este mami mira mi tío me hizo esto y esto y pues yo pensé que eso era lo más normal, como nadie me ha hablado de eso, respecto a esas cosas, pues yo pensé que eso era normal‘”.
Lo que les pasó a Claudia y a su hijo es una de las peores pesadillas que puede vivir una familia, pero no deja de ser una realidad para muchas personas. Por eso la importancia de trabajar en prevención y de tener una muy buena comunicación con los hijos e hijas.
Sin embargo, no necesariamente hay que enfrentar situaciones tan traumáticas como el abuso para darse cuenta de que la educación sexual nos propone una variedad de retos cotidianamente. Escuchemos esta anécdota.
“La hija de una amiga llegó del colegio y le dijo a su mamá: ‘Mami, ¿cómo se hacen los bebés?’. Mi amiga dudó por un momento si contarle o no la verdad a su hija“.
“Pues porque apenas tenía nueve años, pero se decidió y le contó las cosas como son. Al final, la hija le dijo: ‘Bien mami, yo ya sabía todo, pero quería saber si tú me ibas a decir la verdad o no‘”.
“Tiempo después, mi hija llegó del colegio y nos dijo que ya sabía cómo se hacían los bebés y pues decidimos que para evitar cualquier mala información que le hubiera dado una amiguita, le queríamos contar con mi esposa todo el proceso con lujo de detalles“.
“Y así lo hicimos. Nuestra hija pareció tomárselo todo con mucha calma y mucha tranquilidad, pero tiempo después, recordando ese momento, dijo que aunque ya sabía cómo era la cosa, pues que sus papás se lo contaran de forma directa y sin mayores misterios, pues la había impactado fuertemente”.
Esta historia que nos comparte un papá nos da paso para dejar la primera infancia atrás y pasar a esa fase de la niñez en la que hay una curiosidad insaciable y la necesidad de acceder a información más concreta. Que no cunda el pánico, sonrojados o no, hay que saber responder.
Ahora María López tiene una hija de nueve años y en su casa la regla de oro en materia de educación sexual ha sido siempre la de esperar a que su hija venga con una pregunta, indagar qué tanto sabe y de dónde viene la inquietud. Y luego no dar más información de la que ella les pide.
“Yo creo que lo primero es devolverle las preguntas. Como ¿de dónde surgió esta duda? Cuéntame un poco más acerca de esto. ¿Qué entiendes tú?“.
“Bueno, entonces ahí entiendes un poco el origen, ¿no? De lo que quieres saber. A veces no tenemos la respuesta. Entonces podemos dar una respuesta preliminar“.
“A veces puede ser un poco superficial. No importa. Y podemos decirle al niño: ‘Déjame que también yo voy a investigar un poco y hablamos más tarde’. Esa puede ser una cuando son preguntas muy difíciles, ¿no?“.
“A veces queremos también poderles solucionar toda la duda. Pero hay que entender que el cerebro de ellos no va hasta donde va el cerebro de los adultos. Entonces poner ese límite también es importante. Desde que a ellos les quede clara la pregunta para ellos, no para el adulto, sino para el niño“.
María López tiene una hija de nueve años y en su casa la regla de oro en materia de educación sexual ha sido siempre la de esperar a que su hija venga con una pregunta, indagar qué tanto sabe y de dónde viene la inquietud. Y no dar más información de la que ella les pide.
Responder y responder bien no es solo importante para que los niños y las niñas estén bien informados, sino porque cada pregunta y cada respuesta son como ladrillitos que se van pegando con el cemento de la confianza.
Responder y responder bien no es solo importante para que los niños y las niñas estén bien informados, sino porque cada pregunta y cada respuesta son como ladrillitos que se van pegando con el cemento de la confianza.
Es como construir un puente de comunicación para poder atravesarlo en la adolescencia y estar cerca cuando más nos van a necesitar, pero menos nos van a querer consultar.
Y si no sabemos la respuesta, esa es una oportunidad de oro. Así nos lo hace ver Astrid, que nos recuerda que si no sabemos qué decir, podemos buscar la información juntos.
“Esa es una estrategia que uno puede usar. Entonces, ‘sabes que no sé esto, pero ven y lo investigamos juntos’. ‘Sabes que no sé cómo se hace’“.
“Entonces, hay algo que me parece muy importante y es la posibilidad de mostrarnos vulnerables ante nuestros hijos y nuestras hijas y nuestros hijes. Y es, no somos perfectos, no nos las sabemos todas. Estamos en un camino de aprendizaje y lo podemos hacer juntos y podemos descubrirlo juntos”. (Ver: Dos papás, un hijo y todo el amor del mundo).
Lo otro que es esencial, es estar muy atentos a los contenidos digitales y de los medios de comunicación en general, porque puede que tú en tu casa tengas controles parentales en todos los equipos, o que tu hijo o hija no tenga acceso a teléfonos o tabletas, pero no puedes garantizar que todos sus compañeritos seguirán las mismas reglas.
Y esto fue lo que les pasó a Jimena y Carlos, papás de Jacobo, cuando tenía ocho años de edad.
Un día el niño llegó a la casa con una inquietud que los sacó de la ropa. “Precisamente una experiencia que tuvo él en el colegio con un compañerito que les contó a otros sobre las relaciones sexuales“.
“Pero al parecer el acceso a la información que él tuvo fue a través de videos y realmente fue un tema más de pornografía que de otra cosa. Fue muy fuerte, fue muy fuerte para nosotros. Gracias, pues, que Jacobo nos tiene toda la confianza, llegó, nos contó y pudimos tratar de orientarlo mejor en ese momento“.
“Entonces tuvimos que explicarle sobre el amor, sobre las relaciones sexuales, sobre la pornografía, sobre el impacto que tenía en su cerebro, en sus emociones, en la forma de ver al otro la pornografía, los efectos que podría tener en él y que tenían en los niños, en los jóvenes, en los adultos“.
A ese respecto, Astrid añade: “yo creo que también saber a qué contenido los exponemos. Yo no voy a exponer a mi hijo a que consuma reguetón, por ejemplo“.
“Y no porque tenga nada contra el reguetón, sencillamente porque hay un estereotipo en los cuerpos que se exponen allí, unas letras que también dicen unas cosas y unos caminos que empiezan a aperturarse por eso. Una forma de entender la sexualidad“.
“Un día en el colegio un compañerito le habló a otros, incluido mi hijo, sobre las relaciones sexuales. Pero realmente fue un tema más de pornografía que de otra cosa. Gracias a que Jacobo nos tiene toda la confianza, pudimos orientarlo en ese momento“.
“Es esencial prepararnos para apoyar mejor a las infancias diversas. Si bien no es un contenido que hace parte del currículo de la primera infancia, hay familias que sí empiezan a evidenciar señales de parte de sus hijos a partir de los cinco o seis años“.
“Yo he escuchado letras que digo: ‘bueno, bien, para mí que soy adulta, tengo 30 años, pero no quiero que mi hija las cante’. Y he tenido la triste experiencia de escuchar a niños de cuatro o cinco años cantando canciones con un contenido sexual explícito“.
“Ahora, si yo estoy viendo televisión, yo no debería ver televisión que no esté esa exposición a pantallas adecuada para la edad de mi hijo. Los programas tienen un rango de edad. Pues tú no tienes por qué estar viendo novelas donde va a haber contenido sexual. No tienes por qué exponer a tu hijo”.
Finalmente, y no menos importante, es esencial prepararnos para apoyar mejor a las infancias diversas. Si bien no es un contenido que hace parte del currículo de la primera infancia, hay familias que sí empiezan a evidenciar señales de parte de sus hijos a partir de los cinco o seis años y es importante educarse al respecto para saber orientar.
Fue lo que ocurrió en la casa de Diana y Alberto, padres de Felipe y Antonia. Desde muy temprano, algunos comportamientos de Antonia contradecían las expectativas que ellos tenían frente a su hija.
Aunque nació con la anatomía de un niño, Antonia siempre expresaba intereses que la alejaban de lo que es considerado socialmente masculino. No le interesaba en lo más mínimo los carros, ninjas, robots u otros juguetes con los que jugaba su hermano mayor.
En los Halloween quería siempre vestirse de princesa y más adelante mostró un gran interés en jugar con muñecas y en que su mamá le hiciera trenzas de lana para ponérselas en el pelo.
Por supuesto, esto no significaba nada a tan temprana edad, pues como hemos dicho, es deseable que los niños y las niñas jueguen con todo tipo de juguetes, justamente para combatir los estereotipos de género que refuerzan el machismo y los roles de género.
Y la mayoría de los niños y las niñas jugarán con todo tipo de juguetes indistintamente, sin que esto indique una identidad de género diversa.
Pero en el caso de Antonia sí lo era. “Porque nosotros empezamos a ver cosas que desafiaban nuestras expectativas y lo primero que hicimos fue ir a hablar con las psicólogas del jardín y ellas lo que nos dijeron es que ella está muy chiquita, los niños juegan, exploran el mundo jugando. Así es que aprenden las normas sociales. Y entonces, tranquilos, que esto no quiere decir absolutamente nada“.
“Lo que hay que hacer es acompañar y estar atentos, pero en este momento no quiere decir nada. Entonces, en un principio yo siento que a nosotros nos dio ese compás de espera, de poder afirmarla, mientras nosotros nos educamos y nos informamos para poder hacerlo mejor más adelante. Lo importante fue que contamos con personas que nos dieron esa libertad“. (Ver: Las infancias trans siempre han existido y existirán).
En el camino de acompañar a Antonia, Diana y su familia han tenido que educarse no solo ellos mismos, sino a las personas a su alrededor, pues aún es un tema que genera mucha resistencia y frente al cual hay mucha ignorancia. (Ver: La red de familias de adolescencias e infancias trans (FAIT) rechaza la desinformación sobre el derecho a la salud de esta población).
Por fortuna, esta familia ha encontrado lugares como la familia extendida, el jardín infantil y luego el colegio, donde han estado abiertos a escuchar lo que Antonia tiene para decir.
Y esa es la gran conclusión que Diana comparte con los papás y mamás, no solo de infancias diversas, sino de absolutamente todos los niños y las niñas.
La mayoría de niños y niñas jugarán con todo tipo de juguetes indistintamente, sin que esto indique una identidad de género diversa. Pero en ciertos casos, sí lo es.
“En la infancia se puede plantar la semilla para una transformación orgánica de toda la sociedad“.
“En la infancia se puede plantar la semilla para una transformación orgánica de toda la sociedad. Entonces yo siento que si nosotros empezamos a reconocer la autonomía, la agencia que tienen los niños desde pequeños y a tener conversaciones que nos hicieron creer que eran inadecuadas para los niños, los niños nos pueden enseñar un montón y tienen un poder de transformación increíble“.
“Tenemos que abrirles el espacio. A veces nos paramos desde el lugar de cómo les enseñamos nosotros. Y a veces hay que pararse desde el lugar de cómo dejamos que ellos nos muestren lo que ellos tienen para mostrar“.
Y es que no se trata solo de educar para que las personas que hacen parte de la diversidad se sientan abrazadas por sus comunidades. También se trata de educar a esas comunidades para entender la diversidad. (Ver: “Dejemos de decir que no queremos hijos LGBT”).
El ejemplo que comparte Diana es muy claro. Su hijo mayor estaba resfriado y no encontraba su cuello para protegerse el pecho. Entonces su hermana le ofreció el de ella, que es rosado y de florecitas. “Y él no tuvo ningún problema en irse con ese cuello“.
“Entonces, él siente esa libertad. Él sigue siendo un niño al que le encanta el básquet, que encaja dentro de muchos de esos estereotipos masculinos, y ahí se siente cómodo. Y yo lo que siento es que no se siente incómodo cuando hay una posibilidad de que entre en su entorno algo que tradicionalmente se considera femenino“.
“Entonces, siento que eso le da una libertad de, en este caso muy sencillo, poder aprovechar este elemento que era el cuello que necesitaba”.
Es el sueño de una sociedad menos “adultocéntrica” en la que por supuesto, cada familia transmita sus valores a sus hijos, pero en la que también se escuche lo que las infancias tienen para decirnos.
Si estamos dispuestos a escuchar, nos sorprenderemos con la sabiduría que son capaces de desarrollar a tan corta edad. Evidencia de ello, ya para cerrar, es esta divertida y profunda vivencia que nos comparte un papá sobre su hija.
“Hace unos días estaba conversando con mi hija de nueve años y me estaba compartiendo de una relación que tiene su mejor amiga con un novio en el curso. Y estaba describiendo y en un momento dado me dice: ‘yo creo que esa relación es muy tóxica’“.
“Ese concepto para esa edad me llamó muchísimo la atención, dentro de un contexto de son novios. Entonces le pregunto: ‘¿por qué?’ Y ella dice: ‘porque él quiere terminar y ella no lo deja‘”.
“Y le sigo preguntando que me comparta más y me comparte que lo obliga en algunos momentos a que almuerce con ella, que no vaya a jugar fútbol y haga lo que él quiera“.
“Y yo le pregunto: ‘¿y tú qué piensas de una relación de novios a esa edad, a los nueve años?’. Y me dice: ‘pues muy fácil papi. Uno a esa edad no debería tener novios porque mínimo, mínimo hasta los 13 años, uno debería empezar a tener una relación. A esta edad, a los nueve, uno lo que tiene que tener es aminovios y le pregunto: ‘¿y qué es un aminovio?’. ‘Es un amigo que uno ama mucho‘”.
“Si estamos dispuestos a escuchar, nos sorprenderemos con la sabiduría que las infancias son capaces de desarrollar a tan corta edad“.
“Qué les decimos a nuestros hijos e hijas y cómo lo hacemos, así como la manera como nos relacionamos entre adultos y con ellos y ellas, es es una manera de educar a nuestros hijos e hijos”.
“Ahora que estás preguntándome acerca de preguntas, acerca de experiencias que tengan que ver con la sexualidad y que específicamente en este caso que estoy contando, no es exclusiva de la genitalidad, sino de las relaciones, de cómo los niños empiezan a descubrirse, también a escucharnos los adultos a hablar, a copiar patrones”.
“Y en ese momento para mí fue una conversación muy iluminadora y también me trajo tanto aspectos de la importancia de nosotros los adultos: qué decimos, cómo decimos y cómo nos relacionamos, porque pues es la manera en que les enseñamos a nuestros hijos y, al mismo tiempo también, me llenó de pureza e ingenuidad el poder afirmar que uno puede tener amigos y amarse. Y eso se llama tener ‘aminovios’”.
Autoconocimiento, autoestima, respeto, protección contra todos los tipos de violencia y una relación de confianza sólida entre papás y mamás e hijos e hijas. Me queda clarísimo que todas esas son ganancias de la educación sexual integral en la infancia, pero esto apenas comienza.
Sigue la adolescencia y, si quieres saber qué sigue después de ‘aminovios’ y cómo acompañar mejor a los adolescentes de tu vida en todas sus dudas y vivencias, te invitamos a escuchar nuestro siguiente podcast sobre “educación sexual integral en la adolescencia”. Gracias por escuchar.
***
Este podcast forma parte de la serie #AlOiidoConSentiido. Investigación y entrevistas por Rodrigo Rodríguez y Andrea Domínguez. Guión y narración de Andrea Domínguez. Producción de audio y edición, Rodrigo Rodríguez de Loro Podcast.
La música usada en este episodio es: Spring Field de Godmode. There are many different kinds of love de Chris Zabriskie, Humble Proofreading de Patches, The Sixth Realms de I think I can help you, Sunny Days de Anno Domini Beats y Forget me not de E’s Jammy James.
Gracias a nuestros invitados por compartir su conocimiento y sus experiencias.
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