Hace poco vimos un enlace en que se hablaba de la supuesta homosexualidad de la actriz norteamericana Julianne Moore, publicada por un portal de noticias argentino llamado A24.
Por supuesto, la novedad parecía ser absolutamente reveladora, aunque todo empezó a flaquear cuando nos dimos cuenta de que la noticia había sido publicada en febrero de 2011, sin que hubiera producido eco alguno en la prensa internacional.
Al igual que la bloguera Debora Dora, nos preguntábamos cómo era posible que una noticia de semejante calibre hubiera pasado absolutamente desapercibida por otros medios y especialmente por los de temática LGBT, que siempre están al tanto de todo lo que sucede en este campo.
Como ya se podrán imaginar, la búsqueda de información en Internet reveló lo que era obvio: que, curiosamente, A24 era el único portal de noticias con esa “novedad”. ¿De dónde sacaron la información y los testimonios? Eso aún es un misterio.
Esta circunstancia nos dio pie para reflexionar acerca de un fenómeno que ya veníamos notando desde hace tiempo pero del cual no habíamos escrito nada: el síndrome del Quijote.
Tal parece que en ocasiones las personas quieren mirar la realidad con los ojos del deseo y se permiten a sí mismas construir un mundo en el que los personajes que interpretan ciertos actores son recibidos como la identidad real del mismo.
Bien es sabido que Julianne Moore ha interpretado en varias ocasiones papeles de mujeres lesbianas o con dudas de serlo; cómo olvidar la magistral actuación como Laura Brown en Las horas (2002), en Chloe (2009) o en la más reciente The Kids are All Right (que hace algunos meses reseñamos). Sin embargo una cosa es que a Moore le llamen la atención estos papeles y que lo haga bien y otra es que eso signifique necesariamente que sea porque ella es lesbiana.
Una situación parecida nos sucedió cuando vimos en YouTube un vídeo hecho por una usuaria en el que incluía como actrices lesbianas a Charlize Theron (por Monster), Jennifer Beals (por la serie de TV The L Word) y a Hilary Swank (por Boys Don´t Cry).
Sin embargo, estas mujeres que interpretan papeles lésbicos para el cine y la pantalla chica suelen convertirse en íconos porque pareciera como si “ayudaran” a ampliar el espectro de lesbianas que hay en el mundo; como si añadir una más a la lista fuera una forma de anunciarle al mundo no homosexual que también hay famosas que son lesbianas (aunque no es que no las haya, por supuesto).
No hay nada de malo, claro está, en desear que Julian Moore o Hilary Swank sean lesbianas. Aunque sí sería un poco mejor para disminuir la desinformación que pulula en Internet sobre personas LGBT, hacer una lectura más crítica de lo que se muestra en el mundo del espectáculo.
No podemos olvidar que el cine, como la literatura, es una representación de la realidad, más que un reflejo idéntico de la misma. Sería como creer que todos los personajes de Oscar Wilde son gays porque él lo era.
(Aquí nos atrevemos a plantear otro “fenómeno” que seguramente desarrollaremos en otra ocasión: considerar “gay” o “lésbico” a toda obra literaria o película que incluya en su trama personas con esta orientación. Nos preguntamos si esto no será caer en la trampa de querer etiquetarlo todo…)