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Violencia obstetrica

Violencia obstétrica: la pesadilla de parir  

La violencia obstétrica es una forma de violencia de género poco abordada socialmente. Es hora de hacerla visible y de llamar “violencia” a lo que hoy se asume como “deficiencias en la atención médica”.

Por Melisa Echeverri*

Como muchas otras mujeres, no sueño con ser madre. Pero como feminista, siento una profunda empatía con aquellas mujeres que han sufrido violencia obstétrica, una modalidad de violencia de género poco visible por el sistema de salud y en las familias.

Esta es una forma de abuso que yo ignoraba hasta que conocí los testimonios de mujeres de Estados Unidos y de Argentina que perdieron a sus bebés, fueron abusadas sexualmente o se enfermaron después de ser violentadas durante sus partos.

Así que empecé a investigar más sobre este tema. Mi primer paso fue preguntar en mi perfil de Facebook si alguna mujer había sido víctima de violencia durante el embarazo o el parto o si conocía alguna que lo hubiera sido. Al menos 10 mujeres de todas las edades me contactaron. Me di cuenta de que hay un abuso sistematizado, pero que en Colombia no se le está dando la importancia que merece, ¿por qué?

En 2017, la senadora colombiana Nadia Blel Scaff, del Partido Conservador, radicó el “proyecto de ley con el cual se dictan medidas para prevenir y sancionar la violencia obstétrica” (Proyecto de ley 147), un acercamiento de la legislación colombiana a este tema que en países como Venezuela, México y Argentina ya tiene alguna visibilidad.

Sin embargo, la radicación de este proyecto no tuvo mayor eco. Los artículos en medios de comunicación se limitaron a replicar el contenido del documento presentado por la senadora. El golpe de opinión se dio con la aprobación en primer debate por la Comisión VII del Senado, pues la Federación Colombiana de Obstetricia y Ginecología calificó este proyecto como una “postura sensacionalista poco fundamentada” y como un “absurdo oportunismo”. Además, aseguró que era un desacierto denominar esta ley “contra la violencia obstétrica”. ¿No es esta una forma de desconocer el problema?

Este es solo un reflejo del machismo histórico en la obstetricia. Hasta el siglo XV, el embarazo y el parto fueron atendidos por parteras, mujeres que no solo ayudaban a dar a luz, sino que se encargaban de producir métodos anticonceptivos naturales.

Sin embargo, con la caza de brujas, las parteras empezaron a ser perseguidas y su lugar fue ocupado por médicos hombres, quienes cambiaron el trato y el manejo del dolor. Bajo estas condiciones, traer vida se volvió una pesadilla.

Aun así, gracias a las luchas feministas de los años 70, en 1985 la Organización Mundial de Salud y la Organización Panamericana de Salud hicieron una serie de recomendaciones para garantizar los partos dignos. Hoy muchas mujeres optan por una experiencia lejos de los hospitales y la medicina tradicional. Sin embargo, parir con garantías es un lujo y ni hablar de aquellas mujeres que se practican abortos de manera legal o clandestina, soportando negligencias y humillaciones. De ahí la importancia de hacer visible lo invisible y de llamar violencia obstétrica a lo que hoy se asume como “mala atención médica”.

* Comunicadora social y periodista. Estudiante de maestría en Comunicación Política.

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