Ser Francisco Bárcenas en Montería, con uñas pintadas, maquillaje, aretes y una sensibilidad que le ha llevado a abrirse camino en la literatura, le ha representado violencia, insultos y miradas displicentes. Nada de esto le detiene a la hora de decir: así soy feliz. Especial de Sentiido #SoyYo.
“Ronda sobre mi cuerpo la idea del suicidio.
No espero nada. Eso es habitar el miedo y la esperanza”,
Francisco Bárcenas, Bramidos de agua dulce (2020).
Francisco nació en Montería (Córdoba), pero creció en La Pradera, un barrio popular de Barranquilla, en un ambiente nada extraño en Colombia: con una mamá a cargo de las tareas del cuidado y un padre proveedor, ausente, machista y violento. “Cuando llegaba tarde a la casa de una fiesta con sus amigos, mi mamá tenía que levantarse a atenderlos”.
Según Francisco, su papá tenía la idea de que los hombres deben “ser unos machos” que no usan ropa rosada ni lavan platos porque esa labor les correspondía a su mamá y a su hermana. “Desde que nací he sido una persona muy sensible. Siempre me ha gustado la ropa que socialmente se considera de mujer, en la infancia jugaba al desfile de modas y me sentía más a gusto con las mujeres que con los hombres”. (Ver: “Desde que las niñas son rosadas y los niños azules, estamos jodidos”).
Pero estaba la presión de que no podía hacerlo. “Para mí todo lo que se suponía era masculino me resultaba impuesto, como el fútbol que nunca me ha gustado. Siempre tuve claro que mi forma de ser y de mostrarme al mundo iba por otro lado”. Pero con su papá tenía que ocultarlo porque sentía la ansiedad de él de querer taparle su feminidad: tú eres un hombre, todo un Bárcenas. “Esto me despertó rabia hacia él porque viví una infancia violenta”. (Ver: “Tener una hija lesbiana es un orgullo para mí”).
“No entiendo por qué a tanta gente le molesta que alguien que percibe como hombre sea femenino, ¿cuál es el problema?”.
“Yo siento el rechazo de muchos hombres porque les parece que boto mucha pluma”.
Todo se centraba en que, para su papá, Francisco es biológicamente un macho y esto implica unos comportamientos. Fin de la discusión. “Mi infancia fue de mucho silencio porque existía una contradicción entre lo que yo sentía y lo que mi círculo más cercano me hacía pensar: que estaba mal ser como yo era. Entonces decidí tragarme lo que sentía, algo muy doloroso”. (Ver: “A mí no se me nota”).
Aunque su mamá no le bautizó ni era católica practicante, su visión de mundo sí estaba permeada por el rechazo hacia la diversidad sexual y de género. Por esto, en su infancia y adolescencia Francisco tuvo muchos conflictos con Dios. “No entendía cómo este ser superior podía juzgarme por ser como soy”. (Ver: “Soy un gay a imagen y semejanza de Dios”).
Con el tiempo, su mamá se vinculó a los Testigos de Jehová. “El adoctrinamiento era terrible, le obligan a uno a desconocer la diversidad y plantean un camino de vida como el único posible. Esa vinculación marcó la vida de mi hermano y mi hermana”. (Ver: Qué es el fundamentalismo religioso y qué implica realmente).
Después de diez años en Barranquilla, sus papás se divorciaron. Francisco, su mamá y sus hermanos se regresaron a Montería, una ciudad tradicional y conservadora en la que su mamá hacía todo lo que podía para sostenerlos. Pero desde entonces, Francisco y sus hermanos debían ser más independientes. “Aunque tuve que asumir tareas para las que no estaba listo, tuve también más libertad con mi cuerpo, algo que no habría podido experimentar viviendo con mi papá”. (Ver: Alanis Bello: no quiero ser un hombre ni una mujer)
Su mamá terminó por alejarse de los Testigos de Jehová no solo porque no fue bien recibida la noticia de su divorcio sino porque también reconoció su orientación sexual: es lesbiana y tiene una pareja. Esta información le significó reclamos y señalamientos por parte de su familia. “Mis hermanos, mi tía y mi abuela se alejaron de ella diciendo que en la familia no aceptaban lesbianas. Yo les dije que, si no la aceptaban a ella, tampoco me aceptaban a mí porque soy marica”. (Ver: “A mi yo de 12 años le diría: eres perfecta como eres”).
Con el tiempo, Francisco le ha venido enseñando a su mamá todo lo que ha podido sobre diversidad. “Ella era de las que me decía que, si yo era marica que no se me notara, que yo no debía maquillarme sino ser como todo el mundo. Pero ahora soy yo quien le dice a ella que no está mal ser como es y eso la ha tranquilizado mucho”. (Ver: Diversidad sexual y de género: lo que se dice vs. lo que es – I parte)
“El machismo y las ideas religiosas le hicieron daño a mi mamá, quien replicó esa educación con nosotros”.
“Identificarme como marica y usar prendas y objetos que se consideran de mujer, me ha representado violencia y miradas opresoras”.
En Montería, ciudad a la que llegó justo para cursar cuarto grado, también sintió la presión del colegio, católico, en el que estudiaba. “Yo entré con pánico, no solo por ser el nuevo sino por venir de otra ciudad, Barranquilla, y ser una persona femenina. Siempre sentí miedo de hablar. Ese primer año fue terrible porque los niños se burlaban de mí, me señalaban por mi tono de voz y mi forma de caminar. Me asumían como una persona débil porque todo lo que tenga que ver con femenino lastimosamente es visto de esta manera”. (Ver: El bullying por homofobia debe salir del clóset).
A esto se sumaban las normas del currículo oculto: los hombres deben ser masculinos y las mujeres femeninas. “Esto resulta muy fuerte para las personas no binarias o las que viven la masculinidad y la feminidad por fuera de los mandatos sociales. Yo siempre quise tener el pelo largo, pero nunca me lo permitieron. A pesar de ser un buen estudiante, el corte debía ser militar. Yo le decía a mi mamá que me cambiara de colegio, pero de ahí me gradué”. (Ver: Colegios: les llegó la hora de reconocer la diversidad sexual).
Su familia siempre sospechó que Francisco no era el niño tradicional que esperaban que fuera, pero aún así se sorprendieron cuando por redes sociales habló de su identidad y de su orientación sexual. Sus hermanos le reclamaron que para qué publicaba eso, que era una vergüenza. El mensaje familiar era: “si vas a ser marica, que no se te note, que nadie se entere y de eso no se habla”. Francisco recuerda que más de un familiar le escribió diciéndole que no merecía el apellido Bárcenas. (Ver: Cuando los hijos salen del clóset los papás entran en él).
Pero el rechazo más fuerte lo vivió de parte de su hermana, a quien no le cabía en la cabeza que a Francisco le gustara maquillarse, usar aretes y ropa considerada de mujer. “Si yo llegaba con una de esas prendas a mi casa, ella la cogía porque decía que eso era de mujer”. (Ver: A mí no se me nota).
Su hermana, quien tiene dos hijos, decía que Francisco era un mal ejemplo para ellos. “Yo le respondía que lo malo era pretender ocultarles que las personas como yo existimos y que su comportamiento solo traería más discriminación. Para mí era doloroso aceptar que ella les está enseñando a mis sobrinos a excluir. Pero mi hermana insistía en que debía irme de la casa porque mis sobrinos no podían vivir conmigo”. (Ver: Tener una posición).
Francisco terminó por irse de la casa. Ahora vive con su hermano, quien viaja mucho. “Cuando había discusiones familiares, él también me cuestionaba”. En todo caso, Francisco no tiene la menor duda de que cada ser humano debería vivir su identidad como lo siente, finalmente no le hace daño a nadie. “Con la familia es difícil porque uno quiere su aprobación y al sentir su rechazo, uno se siente culpable. Pero yo tengo muy claro que lo más importante es ser honesto conmigo mismo y sigo adelante con mis uñas pintadas, mis cejas depiladas, los aretes y el maquillaje”. (Ver: Ni hombre ni mujer: persona no binaria).
Vivir abiertamente como Francisco Bárcenas, más allá de las etiquetas “hombre” y “mujer”, “masculino” y “femenino”, le ha significado insultos y miradas descalificadoras hasta cuando va al mercado a comprar algo. Pero su respuesta siempre ha sido ser como es, sin ocultarse. “Las personas como yo existimos desde siempre, esa es la realidad”. (Ver: Geras: habito en él y en ella, con los dos me identifico).
“Yo me identifico como marica. no soy homosexual ni gay porque esto implica unas ventajas que no tengo. Yo soy la loca”.
“Mientras estudiaba, trabajaba en la universidad para poder sostenerme. Me iba en bicicleta y llevaba la comida de la casa. estudié con las uñas”.
Además, dice Francisco, los estados intermedios como el suyo son socialmente más castigados. “Mucha gente nos asume como en una metamorfosis o en un tránsito hacia algo y no como en un estado real. No entienden la posibilidad de no definirse ni como hombre ni como mujer”. (Ver: Nix: mi lucha es ser yo, mi esencia).
Este rechazo lo vivió en la facultad de humanidades de la Universidad de Córdoba, donde estudió una licenciatura en literatura. “Tenía profesores, hombres y mujeres, que me cuestionaban mi pelo y mis uñas. Había uno que me decía que Montería no estaba lista para gente como yo. Y mi respuesta era: nunca va estar preparada mientras no evidenciemos que existimos. Yo existo. Eso hay que reconocerlo ya, no después”. (Ver: Jess: no puedo quitarme lo negra para ser marica).
A Francisco le parecía increíble que profesores de humanidades cuestionaran públicamente su identidad, ridiculizándole y alimentando las miradas agresivas, los insultos y chiflidos por la calle. “Los mismos profesores propiciaban los malos comentarios hacia mí. Yo de manera privada les preguntaba cuál era el problema que tenían conmigo si mi promedio era sobresaliente y formaba parte de cuanto comité podía”.
En alguna fecha importante, con el semillero de educación de la universidad pusieron la bandera LGBT en la facultad de humanidades, algo que nunca se había hecho. Recibieron tal linchamiento que la bandera solo estuvo 24 horas expuesta. “Confirmamos lo que de mil maneras nos habían hecho saber: que estábamos en un entorno machista y conservador”.
Pero nada de esto le ha detenido. En 2019, durante los meses de paros y cacerolazos, Francisco y unos amigos se pararon frente a la catedral de Montería con el torso desnudo, falda y maquillaje a leer poesía contra la violencia, la misma que llevó a que, en agosto de 2020 en Sincelejo, le cortaran un brazo a Luis Álvarez, un menor de 17 años.
Su meta es abrirse un espacio en la literatura y en la poesía marica. “Esta me ha dado la fuerza para encontrarme con lo que la sociedad ha pretendido negarme”. Las obras del chileno Pedro Lemebel (1952-2015), de la filósofa norteamericana Judith Butler y de escritoras trans le han sido fundamentales para entenderse. “Es una reivindicación de los cuerpos diversos, de la loca del frente”.
“Espiritualmente estoy conectado con mis ancestros, con mi parte negra”.
“Yo creo en la espiritualidad porque escribir me resulta profético, pero no en el sentido católico, sino en una búsqueda interior permanente a través de las palabras. Esa es una forma de espiritualidad”. (Ver: La sanación emocional).
A quienes dicen que su identidad es una etapa o una moda, Francisco les responde como lo hacía con sus profesores: “acá estoy para mostrarles que la diversidad existe y que no pueden pretender ocultarnos”. Desde hace dos años Francisco no tiene una relación afectiva estable porque, dice, a muchos hombres gais de Montería, permeados por la cultura machista, les parece vergonzoso un marica como él. (Ver:Soy gay… Pero masculino).
“En esta ciudad me toman como un juego, no para una relación seria. Yo no creo en las máscaras y por esto en aplicaciones como Grindr me muestro como soy, pero ahí también me dicen ‘loca’ o ‘esta mujer qué’. Mejor dicho, nos discriminamos entre nosotros”. (Ver: “Busco hombre acuerpado cero plumas”).
Cuando estaba en la universidad, Francisco se ganó una beca para ir de intercambio a Santiago de Chile, ciudad en la que pudo establecer otras relaciones. “Regresé a Montería entendiendo mejor mi cuerpo y mi identidad. Cuando uno sale de su entorno es cuando más aprende de la vida. Yo ahora sueño con ese momento en el que uno simplemente sea una persona más, sin que esto sea causa de violencia. Pero sé que para esto todavía falta”.
El especial #SoyYo identidades no binarias, fue posible gracias al apoyo de la Fundación Friedrich Ebert Stiftung Colombia.
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El artículo me pareció de lo más educativo, formativo y muy emotivo; la mayoría de las veces todos juzgamos a la ligera y la vida no se trata de eso. Gracias a Francisco por ser tan valeros@ y darnos una lección, eres grande y tu paso por esta vida definitivamente no será en vano. Mil Gracias
Muchas gracias por este texto y por el especial #SoyYo.
Concuerdo con Francisco cuando dice que si no mostramos a las personas con orientación sexual e identidad de género hegemónica, que la diversidad existe, la sociedad nunca va a estar preparada para reconocer y respetar la diferencia.