Fallon Fox, una exitosa competidora en el campo de las artes marciales mixtas, decidió hablar públicamente sobre ser una persona transexual. La lluvia de críticas no se hizo esperar.
Una vez finalizada la temporada de los Juegos Olímpicos de Londres (2012), Sentiido quiso reflexionar sobre lo que acababa de suceder.
En aquel entonces, publicó una columna titulada “¡Qué cuerpos!” en la que se recogían algunos de los comentarios e ideas publicadas en otros medios de comunicación sobre la atractiva masculinidad de los competidores y la escasa feminidad de las competidoras que no fueran voleibolistas.
En ese entonces, Sentiido señaló cómo el mundo de los deportes está mediado, en gran parte, por las expectativas de las pautas publicitarias de ropa y de las revistas de moda.
No en vano, muchos deportistas, tales como el nadador norteamericano Michael Phelps, salieron (y salen) de las competencias directamente al estudio fotográfico dirigido por artistas de la talla de Annie Leibovitz, para ser la imagen de marcas como Louis Vuitton.
Este tipo de ideas sobre los cuerpos de los deportistas es una constante, especialmente cuando las personas se ponen en la tarea de comparar: que este tiene mejor cola que el otro, que esta “parece un hombre”, que a la otra se le ven las axilas peludas…
No debería competir
El dos de marzo de 2013, la competidora de Artes Marciales Mixtas oriunda de Ohio (Estados Unidos), Fallon Fox, concedió una entrevista al portal Out Sports, en la que hablaba públicamente por primera vez sobre su transexualidad.
La decisión de tratar este aspecto de su vida nació dada la presión que algún reportero ejerció sobre ella, aduciendo que “conocía” su pasado. Fox, inteligentemente, decidió adelantarse y darle la primicia a una página con sensibilidad sobre la diversidad en los deportes.
Los comentaristas de los portales de noticias han acudido generalmente a la misma idea: que Fox, o cualquier otro/a competidor/a no debería participar en la categoría para la cual hizo su tránsito, pues sus cuerpos los ponen en ventaja o desventaja con el resto de los participantes.
En este caso, se dice que Fox tiene la constitución física de un hombre (el tamaño de sus manos, la musculatura, la fuerza y la estatura) y que por lo tanto se le debería revocar al permiso para participar en las competencias.
Lo que muchas personas ignoran, en principio, es que alguien que ha pasado por una transición de un género a otro y, aún más, de un sexo a otro (es decir, se ha hecho la reasignación genital) pasa también por un tratamiento de hormonas.
El consumo de estrógenos y de bloqueadores de testosterona por parte de Fox ha tenido como consecuencia, entre otros aspectos, que su musculatura esté por debajo del nivel de las luchadoras promedio.
No son, entonces, sus músculos de “hombre”, el tamaño de sus manos ni el ímpetu de su testosterona lo que representan obstáculos en su carrera como competidora profesional; son los prejuicios de sus colegas y del público que quiere ver en la lucha, la misma estructura social que quiere ver en la casas.
¿Qué es “eso”?
En el caso de los deportes, son en gran medida los estudios científicos los que determinan qué tan capacitada está una persona transexual para competir.
A partir de 2004, el Comité Olímpico Internacional (COI) legisló a favor de los deportistas transexuales, aduciendo que podían ser elegibles para las competencias en caso de que hubieran pasado por la cirugía de reasignación sexual y dos años de terapia hormonal postoperatoria, además de haber legalizado su cambio de nombre y de género (o sexo, según la legislación de cada país).
Las identidades trans, sin embargo, son vistas socialmente en muchas ocasiones bajo la lupa de la ambigüedad. Se les critica a quienes se identifican con otro género diferente a su sexo biológico, que se “quieran aprovechar” de los “privilegios” de ambos géneros: vestirse de mujer, por ejemplo, pero conservar los genitales masculinos; identificarse como hombre, pero entrar al baño de mujeres, etc.
Legalmente, Fallon Fox se identifica como una mujer. Es, además, una mujer que compite en las artes marciales mixtas, lo que la convierte para gran parte de la sociedad, irónicamente, en una mujer masculina (recuérdense los comentarios de medios y espectadores al respecto de las competidoras de los Juegos Olímpicos).
Y para condimentar la situación para quienes están en contra de las identidades de género diversas, Fox tiene una pareja mujer. Es decir, es todo lo que una sociedad tradicional desprecia en el género femenino: transexual, luchadora (en sentido literal y figurado) y lesbiana (además de mestiza).
Según el reportaje de Loretta Hunt para Sports Illustrated, Fox ha tenido que enfrentar también las críticas y la falta de apoyo de competidores hombres y especialmente mujeres, quienes aducen que no lucharán con una persona (de nuevo) que les aventaja en constitución física.
Los deportes son un campo del desarrollo humano en el que se sigue esperando un comportamiento y una forma de existir tradicional, independientemente del pedazo de tela que cubra el cuerpo.
No en vano, según lo han demostrado historiadores como George Mosse, el deporte es otro de los mecanismos para representar los ideales nacionalistas de familia, moral, género y posición social.
Es por esto que Fox, aunque ha recibido el apoyo principalmente de uno de los organizadores de la competencia en la cual está participando actualmente, se enfrenta a prejuicios de género, raza, sexualidad y, por supuesto, ética en los deportes.
Dado que el argumento de las manos y los músculos persistirá aunque se haya demostrado lo contrario, Fox seguirá siendo catalogada por sus contradictores como una tramposa.
Su persistencia y valentía al difundir información sobre las identidades trans deberán ser suficientes para que otras personas se alíen a su nueva lucha y contribuyan a que algún día los deportes sean menos radicales en su visión de lo que debe ser un deportista “modelo”.
Compartimos un “preview” del documental sobre la vida de Fallon Fox, que está en producción: