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Un falso te amo

Te amo mucho y otras perlas

Las palabras pueden engañar o revelar verdades, liberar o crear traumas, unir o separar. Es tal su poder y la fascinación que me despiertan que me molesta que algunas como “indio” o “gay” se utilicen para ofender.

Me encantan las palabras, por eso me gusta tanto tener este espacio en Sentiido.

No tengo formación de periodista ni de comunicadora, pero las palabras me apasionan y creo que cada combinación de unas y otras tiene un gran alcance. Mucho mayor del que muchos se imaginan.

Una mañana de febrero mientras desayunaba en la terraza con un hombre al que quiero mucho, nos pusimos a hablar de las palabras. Y él me dijo: “A mí las palabras no me dicen nada”.

Así que pensé en escribirle una carta, explicándole el poder que tienen. Como dice la famosa frase: “La pluma es más poderosa que la espada”. Más allá de su evidente función de comunicar, las palabras pueden, entre muchas otras cosas, revelar verdades o engañar, liberar o crear traumas, unir o separar, desencadenar y detener guerras, destruir y reconstruir personas…

Sin embargo, generalmente su valor se subestima y se lanzan al aire sin calcular su fuerza ni impacto. Algunas de ellas se usan tan comúnmente que se vuelven “moneda barata” y circulan por todos lados sin control.

Pero hay unas de ellas que no deberían decirse de manera tan ligera porque van perdiendo su sentido y, generalmente, van precedidas de actos que las contradicen. Otras tantas por su parte, vuelven natural la agresión.

“Te amo mucho”

En términos gramaticales decir “te amo mucho” es una redundancia, porque el “te amo” es la máxima expresión verbal del afecto. De todas formas, para mí el “te amo” es como un vino delicioso y muy costoso con el que no debería brindarse todos los días. Aunque igual, cada uno verá cómo administra sus palabras.

Pero pienso que lo que a muchos nos hace ruido de ese “te amo mucho”, tan de moda de un tiempo para acá, es que usualmente quienes lo repiten como loros son los que después, ante cualquier episodio, se “salen de los chiros” y se dirigen con violencia al ser amado.

En cambio, el “te amo mucho” público me parece una manera de “lavar las culpas”. Tengo una conocida (perdóname amiga por contar esto, te amo mucho) que entre tragos me confesó que había engañado varias veces a su novio, pero en Facebook le escribe con insistencia: “te amo, te amo mucho”.

Sin embargo, he de reconocer que ahora uso en broma el “te amo mucho” para despedirme de mi mamá, teniendo en cuenta que es un cierre tan obvio como en la época de colegio lo fue  “T.Q.M”.

“Eres como de la familia”

Esta frase me toca particularmente. No pensé que pudiera calar tanto en mí y ser olvidada tan rápidamente por aquellos que la decían. ¿Seré muy literal y sensible?

En muchas oportunidades los integrantes de la familia de un exnovio, me decían: “¿será que me puedes diseñar un volante que necesito?, ¡por favor! tu eres de la familia”, “es que vamos a regalarle una tarjeta al primo y, como tu ya eres de la familia, la podrías hacer?”

La frase se repetía constantemente para reforzar la idea del vínculo que teníamos, de mi pertenencia a esta familia, cuyos integrantes en su mayoría se esfumaron apenas se terminó la relación.

Era cierto que sin la relación, “mi familia” no podía seguir estando a mi lado, pero de todas esas palabras no quedó ni siquiera una amistad. La “familia” duró los cinco minutos que se tomó mi ex para darme su discurso de despedida.

“Es una india”, “es medio gay”

Habiendo sobrevivido a la colonia, la independencia, la Patria Boba, la República, la Guerra de los mil días, el Frente Nacional y no sé cuantos momentos más de la historia colombiana, la expresión: “es un indio”, continúa vigente.

Como en la época de la colonia, “indio” sigue usándose como un adjetivo negativo. Aquí en Argentina, la expresión análoga que algunas personas usan para sugerir que alguien es ordinario o maleducado cambia de etnia y, lamentablemente, utilizan la expresión “es un negro”.

La verdad, no había dimensionado lo horrible de estas frases: la primera, la oí e incluso repetí a lo largo de mi vida. Y en cuanto a la segunda, hace poco leí una noticia en la que un futbolista afrodescendiente denunciaba que, en un partido, otro jugador le había dicho: “negro de mierda”.

Entendí, entonces, la ferocidad de esas palabras: en medio de la ira, posiblemente el  jugador quiso ofenderlo. Para tal fin, optó por resaltar la característica física que lo diferenciaba del resto del equipo y acompañarla  de una palabra insultante. ¿Por qué utilizar estas palabras para agredir?

Algo similar me pasa  ahora cuando alguien en broma o en serio, usa la expresión “eso es muy gay” para calificar situaciones ridículas o “dulzarronas”. Yo, que fui educada en un colegio de monjas, que soy hija de padre y madre católicos, apostólicos y romanos, con el tiempo he tenido que obviar bastante de las inquisidoras doctrinas con las que crecí.

La vida me ha puesto en el camino excelentes amigos de todas las orientaciones sexuales, y por mis amigos gais me molesta que se use esta expresión para ofender. Además, porque afortunadamente la “dulzarronada” (palabra inventada) es universal, no discrimina, y día tras día pago una cuota de ella.

Así que haciendo honor a eso, diré que la carta para mi compañero de aquel desayuno no la escribí, le entregué otra cuando se fue. Pero si me lee ahora, espero que después de este viaje y en medio de estas frases cliché, haya cambiado en algo su opinión sobre el significado de las palabras.

2 thoughts on “Te amo mucho y otras perlas

  1. Comparto tu opinión Lila! Muchas veces utilizamos las palabras sin considerar su fuerza y efecto. Y solemos olvidar que el “decir” es una parte inseparable de nuestro pensar, sentir y hacer; y si al “decir” contradecimos cualquiera de las otras tres, nuestra integridad es la afectada. Gracias por recordarlo!

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