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Los niños sí entienden

La educación basada en el respeto a la diferencia es una de las principales ideas de la obra de teatro “La clase de baile” del grupo Queer Teatro Las Aficionadas.

En muchas ocasiones se oye decir a los adultos que los niños no están preparados para hablar de ciertos temas. Uno de ellos, por supuesto, la diferencia.

Se le puede explicar por qué su primo no entiende mucho de lo que hablan los demás y tiene algo llamado el síndrome de Down.

También se le puede contar por qué otros niños nacen con algunas características como carecer de una extremidad o tener un rasgo distintivo en la cara.

Sin embargo uno de los temas que más dificultades causa es explicarles a los niños por qué Ana, aunque es una niña, prefiere jugar con carros, al fútbol o tener el pelo corto; o también justificar que a Pablo le guste el ballet y también quiera pintarse las uñas como sus hermanas.

Irónicamente es una diferencia que no está impresa en el cuerpo, que no es tan obvia, pero aún así algunos adultos optan erradicarla de los comportamientos de los pequeños.

El domingo 6 de octubre, la agrupación “Queer Teatro Las Aficionadas”, de la fundación Mujeres al Borde, estrenó en el Teatro Quimera de Bogotá una obra infantil llamada La clase de baile, dirigida por Cecilia Ramírez.

La historia trata de Juliana, una niña que ingresa al grupo de ballet, pero las exigencias de la clase no la hacen sentirse cómoda: debe usar trusa, tutú, adornos para el pelo y actuar como una niña delicada, mientras que ella quiere jugar fútbol y soñar con aviones.

El guión de La clase de baile es afortunado en la medida que no trata a los espectadores más importantes -los niños- como tontos. Nada les llega masticado y esto les permite sacar sus propias conclusiones.

Esto se pudo ver especialmente en la participación de una pequeña asistente, quien con mucha confianza le advirtió a una de las actrices en qué compañeras de la clase de baile podía confiar.

La historia se transmite sin presiones ni regaños, pues quienes participaron en el montaje demostraron su conocimiento del público: los niños no entienden las diferencias de género impuestas (los colores, el largo del pelo, las preferencias por los deportes, etc.) hasta que otros se las inculcan.

La obra es también un buen trabajo para los padres y para quienes tienen contacto día a día con menores, pues son ellos quienes más tienen que reflexionar sobre la forma como les enseñan a construir su identidad.

Cuerpos y ritmos

El montaje de La clase de baile fue sobrio y aún así divertido. No se necesitaron grandes parafernalias ni escenografías para crear un ambiente creíble y agradable en el que los actores y actrices llevaron a cabo la historia.

Bien sea por la cantidad de entrega y compromiso que exige el montaje de una obra de teatro y por ser esta una agrupación no profesional, algunos aspectos de la teatralización exigen cierta mejoría.

En vista de que el tema central de la obra sucede, como su título lo indica, en una clase de baile, hizo falta otorgarle mayor interés al desarrollo y la expresión corporal. En algunos momentos las actuaciones se veían programadas y algo acartonadas, lo que impedía la fluidez de los movimientos y la apropiación que tienen muchos seres humanos de la música cuando suena y los invita a bailar.

No en vano los niños, en sus primeros años, mueven su cuerpo indistintamente del género musical, sólo porque los invita a expresarse rítmicamente.

No es, de hecho, ni siquiera una cuestión de conocer la técnica del ballet con todas sus exigencias. El asunto radica en concederle al cuerpo la misma libertad que la obra promulga en la construcción de las identidades propias.

No obstante estos detalles, la iniciativa es interesante e importante. Un trabajo al que se le ha dedicado, además de tiempo, compromiso, presupuesto y logística, debe promoverse en un público más amplio.

Una de las conclusiones que suscitó haber asistido a la obra fue que, en líneas generales, los asistentes sabían de qué se estaba hablando bien fuera por lo que leen, hablan o ven en su cotidianidad. Conocían la situación y muchos también conocían a las actrices y actores o a la organización.

¿Cómo habrían reaccionado padres de familia de colegios más tradicionales, niños a quienes todos los días les dicen cómo deben ser, profesores que quieren introducir iniciativas de cambio social pero no saben cómo?

Lo interesante de esta propuesta es también su potencial proyección hacia ámbitos donde la comprensión del mensaje no está garantizada; donde las risas y los aplausos pueden no ser tan abundantes.

Colegios, comunidades locales o asociaciones de padres a quienes se les puede transmitir un mensaje importante sobre la diferencia y con quienes se pueden establecer diálogos sobre cómo manejar el tema.

La clase de baile es un espacio importante y necesario que, con algunos refuerzos en el manejo corporal, la incorporación más fluida de la danza y la música, puede buscar nuevos espacios para ser presentada y dialogada.

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