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Así será mi salida del clóset

Tomé la decisión de revelar mi verdadera orientación sexual. No lo haré en medio de una reunión familiar. Optaré por sugerir, insinuar. Esta será mi estrategia.

Decidí que es hora de salir del clóset. No quiero llegar a mi adultez mayor diciendo “yo me enamoro de almas y no de cuerpos”. Me cansé de pensar si está bien o mal que se “me note” mi no-heterosexualidad.

Me niego a vivir el final de mis días al estilo de ciertos funcionarios públicos: atacando con ímpetu lo que siempre he sido y nunca quise aceptar.

Me he sentido, además, presionada por ciertos activistas LGBT que insisten en la importancia de hacer públicas y visibles las orientaciones sexuales distintas a la heterosexual.

Sin embargo, creo que eso de reunir a la familia para decirles, en medio de la comida y en un silencio absoluto: “tengo algo que comunicarles”, está pasado de moda. Así que voy a salir del clóset de una manera menos evidente.

Cuando en las reuniones sociales me pregunten si tengo novio o si estoy casada, responderé que los hombres no son mi fuerte, pero que no me pongan etiquetas, que no soy ni L, ni G, ni B ni T, sino simplemente una persona con capacidad de amar a otros seres humanos. Diré, mejor, que soy “queer” o “de ambiente”.

También, empezaré a referirme a mi “pareja”. En ningún caso hablaré de novia o esposa. Si estoy en confianza, diré que desde hace 25 años tengo una relación con una mujer, pero que quizás más adelante me enamore de un hombre o de una persona trans, bisexual, intersexual, queer…

Supongo, también, que tendré que empezar a hablar de “chicos y chicas”, nunca de personas, jóvenes o señoras. A partir de ahora los “chicos y chicas regios” serán mis nuevas palabras de cabecera.

Si  después de lo anterior, la gente aún duda de mi “no-heterosexualidad”, remataré con una oración que incluya la frase: “sociedad heteronormativa y patriarcal”. Todo estará dicho.

Romper el clóset

Si, por el contrario, decido salir del clóset de manera radical, diré que desde hace 25 años vivo con una roomate o compañera de apartamento con quien no solamente comparto el mismo estilo de vestir y de llevar el pelo, sino el modelo de bicicleta con el que salimos los domingos. Me esforzaré por aclarar que cada una tiene su cuarto, así solamente uno de los dos tenga cama.

En mi apartamento de Chapinero, tendré a la vista de mis visitantes la colección de CD’s de la cantante Lila Downs, mis afiches de Chavela Vargas y mis botas Dr. Martens. Mi gato y mis tatuajes siempre estarán presentes en mis fotos de Facebook.

Para el ámbito laboral, compraré varios “conjuntos” de pantalón y chaqueta del mismo tono, digamos café o gris. Algo me dice que en Arturo Calle for Women encontraré algunas alternativas.

El día en que ocupe un cargo importante, jamás empezaré las entrevistas diciendo: “como soy lesbiana, me parece fundamental el proceso de paz”. Tampoco optaré por llamarme en Facebook o Twitter: “Lessfuncionaria” o “Lessdeambiente”.

Seré menos obvia. Diré, por ejemplo: “soy la diputada de la familia”, “el sexo entre mujeres es inane” o “el sexo entre homosexuales es recreativo y excremental”. Después de esto: ¿a alguien le quedará duda de que no soy heterosexual?

Para completar, si algún día tengo una columna de opinión en un medio de comunicación, escribiré: “Decía una profesora de psicología que quienes se oponen o critican la opción de vida sexual de los demás es porque envidian o esconden su verdadera tendencia y yo creo, como muchos de mis lectores, que es una falsa premisa, si se tiene en cuenta que la homosexualidad es una tendencia contra natura”. (Ver columna completa).

El libre desarrollo de “mi animalidad”

Para no tener que salir del clóset en cada uno de los cargos laborales que ocupe, simplemente optaré por publicar a nivel nacional e internacional, el segundo volumen del libro “Hacia el libre desarrollo de nuestra animalidad”. El primero es de Alejandro Ordóñez, procurador general de la nación.

Si durante mi proceso de revelar mi orientación sexual me califican de butch, marimacha, machorra o tomboy, me sentiré halagada. Significa que la sociedad entendió que yo no me visto para nadie más que para mí y según mis parámetros de comodidad. Con mi nuevo look le enseñaré a la gente que tengo la capacidad de construirme como quiero.

Poco me importará si me dicen que utilizo prendas que los demás clasifican como masculinas, porque para entonces ya estaré muy lejos de los estereotipos y mucho más cerca de la libertad y la felicidad.

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