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Nada más frágil que la masculinidad

Ir más allá de la masculinidad y de la feminidad le ha implicado a Zay Cardona burlas y renunciar a privilegios, pero también satisfacciones como ser quien es en cualquier espacio, además de crear un cómic tan exitoso como Mariquismo Juvenil. Cuarta entrega del especial #GéneroParaDummies de Sentiido.

Fotos y vídeo: @andresgofoto de @goteam.media

La identidad de género de Zay Cardona -creador del cómic Mariquismo Juvenil– es la mezcla entre una señora del siglo pasado y un hippie.

En esto tiene mucho que ver haber crecido en una zona rural de Medellín: sus planes de fin de semana no eran ir al centro comercial sino salir con su familia a caminar y a conocer la naturaleza de la zona.

Mis papás eran hippies, los típicos amantes de la naturaleza y de los animales. Yo salía hacer recorridos con mi papá donde él me mostraba cómo se llamaba cada planta o cada piedra que veíamos. Él forma parte de una familia campesina de Salamina (Caldas) y mi mamá creció en Aranjuez (Medellín). A ellos los juntó la rebeldía frente a sus familias tradicionales”, señala Zay.

“Además de conocer la naturaleza de la zona, también conocí sus problemas. Ahí empecé a interesarme por el medio ambiente, la igualdad de género y la no violencia”.

Zay es el creador de Mariquismo Juvenil, un cómic que con humor y una particular paleta de colores cuestiona los estereotipos de género.

Sus papás han sido taoístas, estuvieron en la escuela de la Gnosis y vivieron dos meses en la selva cuando la hermana mayor de Zay aún era pequeña. “Ellos han adquirido conocimientos y filosofías de muchas partes y nos las transmitieron sin obligarnos a seguir una corriente específica. Cada quien ha sido libre de elegir sus creencias”.

Cuando su papá iba a tocar flauta al colegio de Zay, él sentía mucha pena. Estaban en clase y de repente la profesora les decía que salieran a ver al papá que tocaba flauta. “En ese entonces me daba vergüenza pero ahora me parece lo más cool del mundo”, señala.

Podría pensarse que ni los roles de género ni el machismo atravesaron la educación de Zay, pero no fue así. “Cuando empecé a evidenciar que no tenía una expresión de género tan masculina, mis papás trataron de llevarme por el sendero de lo masculino. Me recordaban: tú eres el hombre de la familia”.

Zay también lloraba mucho (todavía, pero más que todo viendo películas). Y en su casa estaba la idea de que como él era un hombre, ese comportamiento no le quedaba bien. En alguna ocasión quiso bailar como Shakira porque su hermana mayor era bailarina y un día Zay trató de imitarla. Su mamá de inmediato le aclaró: “No. Tú no puedes bailar así. Andrea, no dejes que el niño baile así”. “A pesar de ser muy abiertos, repetían patrones muy arraigados en la sociedad”, agrega Zay.

En su cotidianidad, salirse del prototipo de “macho tradicional” le ha representado a Zay renunciar a privilegios. Pero también le ha permitido sentirse más seguro de sí mismo y entender que por encima de los estereotipos está el amor propio. De hecho, poco le importa adoptar comportamientos considerados femeninos: “me visto y actúo como lo siento. No es mi problema el significado que cada quien les dé a esas acciones”.

“Sentirse cómodo como uno es, se traduce en seguridad”.

Nada más frágil que la masculinidad
Zallary fue el nombre que sus papás le pusieron (viene de la India) pero a él le parecía complicado, así que lo dejó en Zay.

Sentiido: Sus papás eran los rebeldes de sus respectivas familias. Sin embargo, en muchas ocasiones le dijeron que era “el hombre de la casa”, que no podía bailar como Shakira ni llorar tanto. ¿Cómo vivió esa aparente contradicción?

Zay Cardona: Mis papás no fueron los papás tradicionales que obligan a sus hijos a seguir ciertas creencias religiosas o que les imponen dogmas, pero el machismo atraviesa toda la sociedad, al punto que ni siquiera excluye a las personas progresistas. Cobija a la mayoría sin importar sus creencias ni de dónde vengan. Las ideas de “cómo debe ser un hombre” y “cómo debe ser una mujer” suelen estar tan presentes que mis papás simplemente las replicaban. Por eso durante mi infancia mi identidad y mi expresión de género sí se vieron coartadas porque así ellos fueran muy cool, estaba la idea de “eres el hijo hombre” y tienes que portarte como tal.

S: En Sentiido hemos abordado mucho el bullying escolar por orientación sexual, identidad de género y expresión de género. ¿Cómo fue su experiencia en ese sentido?

Z.C.: Yo no asistí a preescolar ni a esos primeros niveles educativos de manera formal porque mis papás me educaron en la casa. A los 6 años fui por primera vez a la escuela y pasó que me subieron de grado porque se dieron cuenta de que ya sabía lo de primero. Pero todos los niños eran mayores que yo y me acuerdo que el primer día en el recreo unas niñas empezaron a señalarme y a decir que yo era gay. Yo volví a mi casa preguntando qué era ser gay. Mi mamá me explicó y quizás para que no me fueran a molestar más, empezó a decirme que hablara más fuerte y que no llorara tanto.

El bullying lo viví no solo por mi expresión de género, sino porque yo era un niño que la gente percibía débil. Era el flaquito, el chiquito y el menor del salón. Además, era muy tímido y me costaba relacionarme con los hombres porque la mayoría eran bruscos y yo era más bien tranquilo. Tampoco me gustaban los deportes ni los juegos pesados. El problema era, como suele pasar, no ser “el hombre masculino”.

“El libre desarrollo de la personalidad debe empezar a fortalecerse desde la infancia”.

Cuando pasé de la escuela rural a secundaria, pensé que todo cambiaría y que iba a empezar de cero, pero no fue así. Estaba la niña del salón a la que desde muy joven le gusta tener novio quien empezó a decirme que yo le gustaba. Yo tenía unos 11 años y le di una respuesta muy tierna: quiero enfocarme en mis estudios. Desde ahí empezó a gritarme “loca” y les decía a los compañeros que yo era gay. Esto siguió así hasta décimo grado cuando aprendí a ser más seguro de mí mismo. Si me decían algo, lo dejaba pasar.

S: ¿Cómo vino el reconocimiento de “sí soy gay”?

Z.C.: Cuando estaba en undécimo, ya casi para graduarme, había un chico de una peluquería que me parecía muy lindo. Así que durante horas me quedaba mirándolo con la maleta y el uniforme del colegio y pensando: “soy una mierda de persona porque me gustan los hombres y no puedo aceptarlo y ese man está muy bueno“. Más adelante, él me cortó el pelo y me cayó mal, pero fue mi primer amor platónico real.

En ese tiempo, 16 años, y poco antes de entrar a la universidad, empecé a buscar información por Internet y a conocer gente. Todavía no existían Grindr ni Tinder, pero había un montón de gente haciéndose las mismas preguntas que yo: “¿seré el único gay en el mundo?” o “¿cómo será mi futuro?”. En un chat conocí a mi primer novio. No podía creerlo. “El mundo es bueno, la vida es bella”, pensé. Ahí fue cuando dije: “me gustan los hombres” porque yo al principio pensé que era bisexual porque había tenido novias.

“A pesar de la diversidad propia de la realidad, existen unos modelos a seguir y está mal visto salirse de ahí”.

Después vino el paso de contarle a mi familia. Yo siempre he tenido mucha confianza con mi mamá, pero no me atrevía a hablarle del tema. Yo salía de la universidad y me veía con mi novio hasta que llegó un momento en el que le estaba diciendo muchas mentiras: “que me iba para la biblioteca”, “que tenía que hacer unas vueltas”… Así que un día le dije: “mami me gusta alguien”. “¿La chica rubia de la que me hablaste?”, respondió ella. “No, un hombre”. Mi mamá me miró y empezó a reírse con una risa nerviosa de no lo puedo creer y dijo: “voy a hablar con su papá porque eso está muy raro” y se puso a llorar.

Más adelante vino la fase de “fuimos unos malos padres” y la tradicional etapa pedagógica de enseñarles que nadie había abusado sexualmente de mí y que no era una moda. A la semana siguiente ella ya le estaba contando muy tranquila a mis tías, a las vecinas y a todo el mundo. Me ahorró la salida del clóset.

Nada más frágil que la masculinidad
Según Zay, a través del humor de Mariquismo Juvenil puede formular una crítica, una reflexión y enseñar algo pero llegándole al público de una manera entretenida.

S: En el colegio tenía un compañero al que también molestaban por ser gay. Y como muchas veces pasa, entre ustedes dos no había solidaridad sino también bullying, casi como un mecanismo de supervivencia. ¿Qué recuerda de esa experiencia?

Z.C.: Era una relación de amigas y rivales. En privado, sabíamos que algo nos unía. Por fuera competíamos porque la hombría exige actuar todo el tiempo pero en realidad es muy frágil. Algunos compañeros hacían la comparación de quién se veía más gay y a mí me daba rabia, entonces yo también lo rechazaba a él para que mis compañeros no me discriminaran a mí. Yo en ese momento me mentía, me decía “yo no soy así” y pensaba que cuando creciera todo cambiaría. Yo ponía una especie de vidrio para negar mi realidad: “es solo una etapa”, me repetía.

“El manual de convivencia de mi colegio prohibía ‘toda expresión de homosexualidad’”.

Por el contrario, ese compañero sí asumió su orientación sexual temprano al punto de que cuando le decían “¡marica!” para insultarlo o le gritaban “Jeiiisoonnn”, él daba una vuelta sin problema, todo lo que ahora yo hago. Pero en ese momento yo estaba en la lucha de “quiero comportarme como tú pero no puedo y como me están molestando por lo mismo, entonces más bien te molesto a ti”. Mi homosexualidad no existía.

S: Cuando estaba en la universidad y había reconocido su orientación sexual, todavía estaba eso de “soy gay pero no afeminado”. Hasta tenía compañeros que le decían “tú eres gay pero no loca. Eres un gay de bien”. ¿Cómo vino su reconciliación con lo femenino?

Z.C.: Todo lo que hoy no quisiera ser lo era en ese momento. La salida del clóset es por etapas, algo similar a las matrioshkas o esas muñecas rusas donde uno abre una y adentro sale otra y después otra y así sucesivamente. Así pasa también con ser vegetariano. En muchos espacios es como salir del clóset porque así como la gente supone que todo el mundo es heterosexual, también se da por hecho que todo el mundo come carne.

Pero gracias a los grupos sociales de los que formé parte durante la adolescencia llegó el momento en que, muy seguro de mí mismo, acepté ser homosexual y entré a la universidad abierto con el tema, pero aún no me sentía tan cómodo con mi expresión de género porque la feminidad en los hombres es muy castigada. De hecho, tenía compañeros que me decían a manera de piropo: “tú eres gay pero no loca. Tu eres un gay de bien, qué chévere” y uno se siente bien con estos comentarios.

 “A mí me emocionó mucho conocer a otras personas que veían en su manera de vestirse y de comportarse una acción política”.

Con el tiempo conocí más de teoría queer, lo que me abrió el panorama. Entonces, en todos los trabajos de la universidad metía temas de género para investigar más al respecto y así conocí a otras personas que salían a la calle con la ropa que querían sin importar lo que la gente les dijera y que asumían las burlas, los señalamientos y las risas como algo positivo porque sacaban a la sociedad de su zona de confort. Para mí fue una revelación darme cuenta de que había más gente como yo. Fue lo mismo que me pasó cuando asumí que era gay: fue salir de muchas capas hasta ser yo.

Nada más frágil que la masculinidad
Mariquismo Juvenil ha sido una oportunidad para Zay Cardona de contar situaciones de su vida a través del cómic, un lenguaje divertido y sencillo.

S: ¿Cómo cambió su vida el día en que dejó de sentirse orgulloso porque “era un gay al que no se le notaba”?

Z.C.: Cuando uno experimenta amor propio sin importar lo que los demás piensen, uno se quita muchas barreras. Empecé a ver el mundo de una manera más crítica porque a mí no solo me han interesado mis luchas sino también las de los demás. Una de mis hermanas es licenciada en Educación Especial y me ha abierto la mente a las realidades de otras personas. La empatía y la compasión son fundamentales para entender que lo que a mí me pasa no es lo único importante. Esta visión más crítica del mundo me llevó a dejar de sentir orgullo porque me dijeran que no parecía gay y a cuestionar los privilegios que tenía por el hecho de haber nacido con pene.

S: En el mundo gay se escuchan frases como “cero plumas” o “nada de locas”. ¿Cómo ha sido su experiencia al respecto?

Z.C.: El desprecio por lo femenino y la necesidad de exaltar lo masculino es la constante en muchas aplicaciones para hombres. Esto no solamente es violento sino que desata violencia. ¿Por qué tanta molestia en la manera como el otro se expresa si finalmente es sexo lo que busca? No entiendo por qué tantos manes tienen que decir lo que no les gusta y, además, de manera peyorativa como “cero locas”. ¡Digan lo que les gusta y ya!

“El gay más aceptado es al que no se le nota. Pero lo más divertido de la vida es femenino”.

Entiendo que la masculinidad existe y que es atractiva pero detrás de esas frases hay prejuicios por más justificaciones como “es mi gusto”. Nunca me he sentido cómodo en los espacios de rumba gay porque siento que allí no soy del todo bienvenido.

S: En muchas partes salirse de lo masculino y de lo femenino en la manera de vestirse y de comportarse, representa violencia. ¿Cómo maneja estas situaciones?

Z.C.: Yo me visto y actúo como quiero y siento. El día de mi grado la gente me presionaba para que me pusiera traje y corbata y no cedí porque yo me tomo en serio ser quien soy. La manera como uno se viste transmite mucha información de uno sin necesidad de hablar, es parte de nuestra identidad. Mucha gente, además, no quiere que nadie cuestione lo que para ellos “es normal”, entonces señalan o violentan lo que los saca de su contexto.

“Muchas personas podrán reírse o burlarse de mí, pero otras tantas podrán animarse a ser quienes son y Dirán ¿por qué él sí y yo no?”.

A mí la burla y el acoso me fortalecen y me reafirman. A quienes la diversidad les incomoda tendrán que acostumbrarse. Esto me recuerda la frase “el país no está preparado para que las personas LGBT tengan los mismos derechos…” Y ¿cómo se logra ese cambio? ¡Enfrentándolo!

S: ¿Qué implica, en la cotidianidad, ir más allá de “masculino” o “femenino” y, en su caso, hablar de “la Zay” en femenino?

Z.C.: El acoso es constante, uno sale a la calle expuesto a todo: lo mínimo es una risa y lo máximo un golpe. Yo soy feliz como soy pero existe irrespeto, ignorancia y odio hacia la diferencia. Lo que mucha gente no entiende, lo rechaza. En Bogotá yo casi siempre me transporto en bicicleta, compré una y la pinte de rosado porque amo ese color y el hecho de salir en esta bicicleta es percibido como raro, la gente me mira y se ríe. Y bueno, así haya quienes no lo entiendan, yo tengo claro que primero estoy yo. Y resisto.

S: ¿Responde con humor a las agresiones?

Z.C.: Uno tiene varias opciones cuando le dicen cosas: indignarse, llorar o reírse. El sarcasmo y la ironía son parte de mi vida, le dan una chispa a la cotidianidad. Entonces, cuando me agreden, me acuerdo cuando en el colegio me indignaba, lloraba y me preguntaba por qué la vida era así. Ahora es todo lo contrario: vamos a reírnos.

“El humor y el sarcasmo son poderosos. Riéndonos, cuestionamos”.

Un día, por ejemplo, estaba en el metro en Medellín y un tipo empezó a tomarme fotos creyendo que “la loca” no se estaba dando cuenta. Entonces lo miré y empecé a posarle. El tipo se puso incómodo, así que me le acerqué, saqué mi celular y empecé a tomarme selfies con él. “¡Saluda a la cámara!”, le decía.

Cuando la gente insulta para que uno se sienta mal lo que menos espera es una carcajada o un saludo amable. A veces cuando me dicen cosas, me volteo y les digo “holiii” y les tiro besos. La gran mayoría de acosos provienen de hombres incómodos de que uno renuncie al privilegio de ser un “macho” porque ven la feminidad como algo inferior.

Nada más frágil que la masculinidad
A veces cuando va por la calle, le gritan: “¡ahí va la Zay!”, el nombre de su personaje en Mariquismo Juvenil. A Zay le da igual que le digan él o ella.

S: Para algunas personas, categorías como “homosexual” o “trans” limitan y son innecesarias. ¿Qué opina?

Z.C.: Estas categorías nacen por la necesidad de nombrarse y de evidenciar que existimos. Palabras como “gay”, “lesbiana” o “trans” les ayudan a las personas a entenderse. Pero sí es limitante querer dividir todo en dos: “hombre” o “mujer” o “masculino” o “femenino”. Yo me identifico como hombre homosexual, pero no defino mi expresión de género ni como masculina ni como femenina, la vivo de manera fluida: hay muchas expresiones entre una y otra posibilidad.

S: Muchas personas entienden el género como una categoría estática, homogénea y no como un espectro. En su caso, ¿cómo lo vive?

Z.C.: Yo empecé a entender este tema cuando, en 2013, formando parte de la Red ambiental juvenil, me acerqué a la teoría queer. Recuerdo especialmente cuando el filósofo español Paul Preciado dice que al baño se va a mear o a cagar y no a cuestionar el género. Esto de que hay baños para “hombres” y para “mujeres” son propuestas pero no son producto de una necesidad.

“Yo antes decía que el gay nace, pero ahora creo que hay un poco de nace y se hace. Yo me hice como quise”.

En la Colegiatura Colombiana, la universidad donde estudié, veía muchos hombres gais femeninos. Varios estudiantes de Diseño de Modas se expresaban como sentían. Eso me gustaba, pero todavía estaba lo de “soy gay pero no afeminado”. Había una barrera, un autorrechazo. Con el tiempo entendí que no había ningún problema en tener una expresión de género ambigua y que lo importante era sentirme cómodo como soy.

S: Su cómic, Mariquismo juvenil, ha demostrado el poder del humor para aportar al cambio. ¿Cómo logró la mezcla entre crítica y humor?

Z.C.: Mi proceso creativo ha pasado por un montón de fases. Desde muy niño me ha gustado dibujar. Mi primer recuerdo es cuando mi papá me regaló unos colores y yo le hice un dibujo a mi mamá. Desde entonces veía los chistes de Sábados Felices y los dibujaba o creaba personajes y los guardaba en libretas. En la universidad sentí la necesidad de crear un personaje (yo) que debía mostrar la transgresión del género. En Instagram empecé a mostrar mi trabajo y a ganar rápidamente seguidores.

“El humor es muy importante para contar y para enseñar. En Mariquismo se une todo: humor, género y dibujo”.

Mariquismo Juvenil surgió en el momento en que dije “me siento bien conmigo misma” y puedo comunicarle al mundo mis experiencias con las que algunas personas podrán identificarse. Lo llamé “Mariquismo juvenil” porque la palabra “marica” me parece poderosa y cercana a mi historia. Pasa lo mismo que con la palabra “travesti”, que muchas veces se utiliza para insultar pero yo también me identifico como travesti, esto no es algo de qué avergonzarse ni de esconder.

“En Mariquismo Juvenil convergen tanto mi parte creativa como mi identidad de género”.

Y “Juvenil” salió porque una vez, en la descripción de una serie online, hablaban de “costumbrismo juvenil”, así que decidí hablar de mi “costumbrismo juvenil” pero desde una postura marica. Arranqué contando mis propias historias, después empecé a incluir las de otras personas y también opté por cuestionar el machismo y la discriminación.

Este es un cómic hecho por Zay Cardona para Sentiido como parte del especial #ReligiónMásDiversidad.

S: ¿Alguna vez se ha sentido censurado? ¿No siente miedo de que si utiliza una determinada palabra o imagen lo vayan a regañar?

Z.C.: Me pasa todo el tiempo. Hay una hipersensibilidad en muchos temas y hay quienes descartan el humor como una forma de cuestionar. Yo soy partidario de no tomarse todo tan en serio pero también entiendo que es difícil tratar ciertos temas con humor porque pueden ofender. Una vez conté una situación de mi mejor amigo de Bogotá -él es negro y lo dibuje tal cual- y recibí críticas de que estaba estereotipando a las personas negras.

“No quiero perder mi estilo ni el humor, pero tampoco quiero ofender”.

No he encontrado una narrativa libre. Pienso mucho antes de actuar y cada vez siento una responsabilidad mayor: ya no está la idea de voy a contar lo que me pasó el fin de semana porque pienso que puede afectar a algunas personas. Sí he terminado por autocensurarme, lo que me frustra pero a la vez me enseña.

S: ¿Qué le falta al activismo LGBTI para ser más creativo?

Z.C.: Hay algo llamado “el túnel del filtro” y es que muchos de los contenidos que compartimos en redes terminan llegándoles a las personas que están de acuerdo con nuestra ideas. Estamos en una burbuja. Les llegamos a “los convencidos”. Creo, entonces, que falta entender la lógica de quienes se oponen a estas causas, hay que tratar de leer al otro para ver cómo llegarle.

“El activismo debería preguntarse cómo llegarle a más gente y cómo lograr que sus mensajes sean más efectivos”.

No creo que Mariquismo Juvenil le llegue a cristianos radicales ni que vayan a aprender algo de ahí, lo que yo pretendo es darles más información a quienes ya tienen un conocimiento del tema. Un ejemplo es la serie que hice “Gay de caca” inspirada en los gais que discriminan a otras personas LGBT.

S: El rayo marica es poderoso, ¿cómo llegó a esta idea?

Z.C.: Nace del personaje de redes sociales “Señora Católica”, quien tenía el rayo católico que disparaba a las personas LGBTI o a quienes no eran católicos, en un tono sarcástico. A esto se sumó que una vez vi un vídeo de un Jesús robot que lanzaba rayos a quienes cometían pecados. Así que dije: yo también quiero mi propio rayo para castigar a quienes me critican con lo que aparentemente más odian: volviéndolos maricas.

S: Tiene una relación afectiva estable aunque ahora a distancia porque ya lleva dos años viviendo en Bogotá. ¿Cómo ha sido esto?

Z.C.: Para mí ha sido un proceso replantearme el amor, algo que nos enseñan que debe ser de una forma cuando en realidad cada quien lo experimenta a su manera. Yo llevo dos años viviendo en Bogotá y mi novio está en Santa Fe de Antioquia. Llevamos cinco años juntos y, por supuesto, no podemos vernos con tanta frecuencia. Decidimos, entonces, tener una relación abierta. Nos contamos todo y cuando nos vemos la pasamos muy bien.

“Me parece genial que el poliamor sea cada vez más visible”

Para mí, el ámbito afectivo no va necesariamente de la mano de las relaciones sexuales. La relación afectiva tiene muchas aristas que uno va construyendo, mientras que uno puede tener relaciones sexuales con muchas personas. Ha sido un proceso para los dos porque nunca nos hablaron de relaciones abiertas.

El especial #GéneroParaDummies fue posible gracias a la Fundación Friedrich Ebert Stiftung Colombia. 

3 thoughts on “Nada más frágil que la masculinidad

  1. lo admiro, de veras amigo, me da envidia de ti, has tenido éxito, yo que soy tambiÉN HOMBRE GAY (Y ME SIENTO CADA VEZ MÁS FEMENINO ASÍ SIGA TENIENDO VAINAS MASCULINAS), admiro y envidio tu proceso y que vos te hacés respetar, lo que yo no le logrado a pesar de tanto psicoanálisis, y de que soy artista (dibujante, conceptual, etc,), de veras necesito que me dés un curso de cómo salir adelante, en mi familia saben que soy gay desde que tengo 17 años (pero ahora tengo 52) y necesito un marido que me catapulte pa el éxito y progresar), gracias, éxitos

  2. Wow! Que alegría la historia de Zay me sentí plenamente identificado, he pasado por muchas cosas de las que cuenta y es bonito como uno va avanzando y logrando superar esos limitantes y miedos que nos hacen infelices. Disfruto lo que soy y estoy aprendiendo a quererme, respetarme al igual que a los demás.

  3. Me pasó igual mucho machismo, burla y bullying de parte de niñas y mujeres, que ven como un peligro la homosexualidad masculina. Sos el hombre de la casa, vas a cuidar y mantener a tu esposa, los hombres tienen que cuidar a las mujeres. Las mujeres nos ven como una maquina de hacer dinero y bienes y no como seres humanos.

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