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“Está bien salirse de la heterosexualidad obligatoria”

Salir del clóset me quitó un peso de encima. Antes tenía una vida tranquila, pero estaba ocultando una parte de mí solamente para encajar en esa sociedad que espera y asume que todo el mundo sea heterosexual. Pero está bien salirse de la heterosexualidad obligatoria.

Me llamo Juan Camilo Muñoz y tengo 26 años. Quiero contarles que mi proceso de salir del clóset empezó un día en que un amigo me escribió por WhatsApp para decirme que había dejado abierta mi cuenta de YouTube. Sin rodeos me preguntó: “¿eres gay?”.

Yo en ese momento solo pensé que si le respondía la verdad, tarde o temprano todo el mundo se enteraría. Pero le dije “sí”. Él me preguntó si mi familia lo sabía, le dije “no” y su respuesta fue “tranquilo, tu secreto está a salvo conmigo”. Respiré profundo. (Ver: El plan B de Mauricio Toro).

La noche de las velitas de 2017 ha sido una de las más importantes de mi vida. Estaba en mi casa y me senté a comer con mi papá y mi hermana. Mi mamá estaba de viaje. Yo llevaba varios días dándole vueltas al tema y de la nada, temblando, les dije que tenía algo que contarles. Ambos pararon de comer y me miraron con atención. “Me gustan los hombres”, fueron mis palabras. (Ver: Guillermo Vives: tenemos que ser visibles).

Con todo el susto que tenía, yo creo que se hubieran sorprendido más si les hubiera dicho que tenía novia. “Ok, no hay problema, te queremos como eres. No eres el primero ni el último en aceptarse como es. Pero sí nos hace felices que confíes en nosotros”. Una vez terminamos de comer salimos felices a prender velitas en la entrada del conjunto.

“Seguí adelante con mi vida, con el apoyo de mi familia y rodeado de amor y de aceptación”.

Poco después, una mañana que mi mamá estaba en su cuarto, yo entré, me senté en su cama y le expresé que tenía que hablar con ella. Le quitó el volumen al televisor. Le dije: “me gustan los hombres, soy gay”. Ella me abrazó y me dijo que me cuidara, una palabra que las mamás les repiten a sus hijos, sin importar su orientación sexual. (Ver: “Dejemos de decir que no queremos hijos LGBT”).

Después le conté a una prima, una de las personas más cercanas para mí y, más adelante, a un tío cuya respuesta fue: “¿por qué me lo cuentas?”, dándome a entender que no era necesario, pero yo le respondí que para mí era importante ser lo más auténtico posible con quienes quiero. Así, poco a poco, le fui contando a toda mi familia y hasta las personas más religiosas no tuvieron un mal comentario. (Ver: ¿Qué dice la Biblia realmente sobre la homosexualidad?).

A mis amigos, muy al estilo millennial, les conté por el grupo de WhatsApp. Al principio nadie dijo nada. Yo pensé: ¿será que lo están procesando? Pero poco después me respondieron que gracias por contarles. En este grupo está mi amigo, el que unos meses atrás me había preguntado si era gay. 

Desde ese momento me quité un peso de encima. Antes era feliz y tenía una vida tranquila, pero no era del todo honesto conmigo y con quienes me rodean. Estaba ocultando una parte de mí solamente para encajar en esta parte de la sociedad que espera -y asume- que todo el mundo es heterosexual. Pero está bien salirse de esa heterosexualidad obligatoria.

Mi mensaje para quienes tienen miedo y están en el clóset es que intenten acercarse a esa persona que perciban más cercana a su vida y le pongan el tema. Sí, puede que su respuesta no sea positiva, pero puede que diga “gracias por contármelo, nada va a cambiar”. Y lo más importante es que uno empieza a sentirse más libre. (Ver: Sí, todo mejora).

También es importante saber que en redes sociales encuentras organizaciones y grupos que pueden apoyarte en este proceso y darte herramientas importantes. Para mí ha sido clave el amor propio y no sentir vergüenza ni culpa por mi orientación sexual, una parte más de mi identidad. ¡Estamos en junio, el mes del orgullo y qué bonito que podamos sentirnos orgullosos de quienes somos! 

“Tenemos que darnos la oportunidad de ser abiertamente más fieles a quienes realmente somos”.

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