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¿Ustedes por qué siempre están juntas?

Será difícil hablar de sociedades realmente incluyentes, mientras algunos adultos sigan pensando que a los menores no se les debe hablar de la existencia de parejas del mismo sexo sino hasta que empiecen a hacer preguntas.

Por: Ana Z*

La primera vez que me pasó fue en agosto de 2013. Era un domingo soleado y había invitado a almorzar a mi papá, a mi hermano y a mi sobrino al apartamento que, en ese entonces, compartía con mi novia.

Recuerdo que comíamos unos raviolis cuando de repente mi sobrino Esteban, de 6 años, lanzó una pregunta inesperada: “¿ustedes por qué duermen juntas?”. El ravioli que en ese momento atravesaba la garganta de mi hermano, pareció quedarse estancado, mientras que rápidamente mi papá inclinó su cabeza hasta juntarla casi con su plato.

Mi novia o yo habríamos podido responderle, pero como Esteban estaba acompañado de su papá, quisimos respetar que él lo hiciera de la manera en que lo considerara más apropiado.

Pasaron unos segundos que parecieron eternos hasta que Ricardo, mi hermano, dijo: “porque se quieren mucho”. Insatisfecho con la respuesta, Esteban replicó: “mi mamá y su amiga Andrea también se quieren mucho pero no duermen juntas”.

El silencio fue total. Mi papá no se atrevía a separar su cabeza de su plato, mientras que mi hermano se atragantó quizás como estrategia para no hablar.

Ante el silencio reinante, mi hermano no encontró más alternativa que decir en tono cortante: “algunas duermen juntas”. Aunque esta nueva respuesta tampoco resultó satisfactoria para mi sobrino, mi hermano hábilmente cambió el tema de conversación.

Lo ocurrido me llamó la atención porque jamás había visto a Esteban preguntarles a mis papás, a mi hermana y a su esposo y a otras parejas heterosexuales por qué duermen juntas.

Para él no había duda de que lo hacían porque eran pareja, porque socialmente eran reconocidas de esta manera y porque por todos los medios le había quedado claro que el amor solamente es posible entre un hombre y una mujer. De ahí que ni se le ocurriera contemplar que también existe entre personas del mismo sexo.

A pesar de que Esteban ha crecido con Internet y televisión las 24 horas y con la posibilidad de ver contenidos de todo tipo, aún le resultaba extraña la posibilidad de que su tía no tuviera un novio sino una novia.

Un mundo heterosexual

Esto confirma lo que en otras oportunidades se ha dicho: los medios de comunicación, la publicidad, las instituciones educativas y la sociedad en general poco incluyen la diversidad sexual y de género en sus propuestas y mensajes.

Lo más curioso es que mi hermano considere que no está mal que su hijo vea toda clase de violencia por televisión, Internet y video juegos, pero que le resulte amenazante para su bienestar psicológico saber que existen parejas del mismo sexo.

Y lo digo porque justamente la palabra “pareja”, la más precisa para responderle a Esteban, estuvo vetada de la conversación. Era mejor optar por una generalidad y no especificar que existen parejas -novios o novias- del mismo sexo.

En un momento en el que mi pareja y yo hablábamos de cualquier tema, la sobrina de ella se acercó y nos preguntó: “¿ustedes por qué siempre están juntas?”. Sin darnos tiempo para responderle, Valentina se distrajo con otro niño ignorando cualquier palabra que fuéramos a decirle.

Hace dos años me volvió a ocurrir una situación similar, pero esta vez en el matrimonio del hermano de mi novia. Allí, la protagonista fue Valentina, de siete años.

Mi novia les contó lo sucedido a los papás de la niña quienes esa misma noche le explicaron que así como había parejas conformadas por un hombre y una mujer, también había otras compuestas por dos mujeres y dos hombres y que el amor era el mismo.

En ese entonces no dejó de llamarme la atención que a Valentina, quien estudia en un colegio que se define como “incluyente” y que ha crecido con adultos que promueven el amor y el respeto por el otro, le resultara extraño pensar en una pareja conformada por dos mujeres.

Hace unos días la situación volvió a repetirse y estoy segura de que no será la última vez. En esta ocasión dos primos de mi novia, de 7 y 9 años, repitieron las palabras de Valentina: “¿ustedes por qué siempre están juntas?”

Recuerdo que uno de los adultos presentes se apresuró a responder, de nuevo: “porque se quieren mucho”. Y, una vez más, la palabra “pareja” no estuvo presente. Aunque la gente que presenció este episodio, lo tomó con humor y se rió contando la anécdota, a mí no me pareció tan divertida.

Me preocupa que los niños sigan creciendo con la idea de que solamente hay parejas conformadas por un hombre y una mujer y, también, que los adultos que los rodean aplacen el momento para decirles que no es así.

Me sorprende que los medios de comunicación, las instituciones educativas y la sociedad sigan mostrando el modelo de pareja heterosexual como el único y el ideal. No discuto que sea el predominante, pero hay otros. Y esto es motivo suficiente para enseñárselo a los niños desde temprana edad.

Ni siquiera se trata de hablarles al respecto con misterio o eufemismos, sino con la misma naturalidad con la que abordan otros temas cotidianos.

Unas parejas sí, otras no

O ¿por qué los adultos no tienen inconveniente en hablarles a los menores, casi desde que están en la cuna, de parejas conformadas por un hombre y una mujer, pero consideran que deben ignorar o postergar el momento de hacerles ver que también existen las del mismo sexo?

En ninguno de estos tres episodios que relato los adultos que acompañan a estos menores, tanto en la casa como en el colegio, les habían explicado o mostrado que el amor también tiene lugar entre dos hombres y dos mujeres.

Para mí, el problema de fondo es el mismo: muchas personas siguen creyendo que a los niños no hay que mencionarles “estos temas” como si se tratara de asuntos sórdidos o de algo que no está bien.

Pareciera que esos adultos piensan que solamente deben tratarse cuando los niños tengan la habilidad de entender “cosas de grandes” porque relacionan homosexualidad solamente con sexo.

Lo curioso es que no piensan lo mismo cuando se trata de mostrarles que existen parejas heterosexuales. Ese amor no solamente puede sino que debe ser evidente desde temprana edad.

Así, por ejemplo, es frecuente que mamás amigas fantaseen con que ojalá sus hijos se casen cuando sean grandes. Eso sí, siempre y cuando se trate de un hombre y una mujer.

La discriminación contra las personas lesbianas, gais, bisexuales y trans (LGBT) seguirá vigente mientras que los padres de familia, educadores y adultos, sigan pensando que la heterosexualidad está por encima de la homosexualidad y que esta última orientación sexual, aunque puede ser aceptada, no está bien.

Para hablar realmente de inclusión y de respeto por el otro, vale la pena que los niños aprendan, desde temprana edad, que el amor es universal, sin distinción de orientación sexual e identidad de género.

*Lectora y colaboradora habitual de Sentiido en la sección #EnMisZapatos.

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