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Gloria Careaga

Gloria Careaga: el feminismo transformó mi vida

A Gloria Careaga, una de las voces más representativas del feminismo latinoamericano, le cuesta creer que haya mujeres que se llamen “feministas” y que desconozcan la identidad de género de las mujeres trans.

Gloria Angélica Careaga Pérez es una mujer lesbiana, feminista, mexicana y una de las personas que más ha contribuido a abrir el camino de la igualdad, no solo en México, sino en Latinoamérica, gracias a su amplia producción académica, a su activismo y a su participación en encuentros internacionales. (Ver: Feminismo: de dónde viene y para dónde va).

Entre las cosas que Gloria más le agradece a la vida fue su encuentro con el feminismo porque le ha permitido entender desde dónde está parada para construir un mundo mejor, más amable y armonioso para todas las personas.

Todo empezó muy joven, primero, por afinidad con las ideas de izquierda. Con uno de sus hermanos, activista estudiantil, participó en manifestaciones y reuniones en Guadalajara, ciudad en la que nació y vivió hasta los 29 años, cuando se fue a Ciudad de México a estudiar una maestría en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Al año siguiente de haber llegado la invitaron a dar clases, al tiempo que el grupo feminista de la Universidad le propuso asistir a sus actividades y encuentros. (Ver: ¡Si no fuera por el feminismo!).

Yo empecé a ir, pero me sentía ajena. Para mí la lucha de clases lo era todo”. Sin embargo, después de asistir a las primeras reuniones entendió mejor las desigualdades entre hombres y mujeres y se involucró más en el feminismo, al principio, desde un lado académico. Pero en 1985, cuando el terremoto en México, vio de cerca el trabajo feminista acompañando a las personas más vulnerables y se vinculó mucho más con el movimiento. (Ver: Es feminismo: no humanismo ni “igualismo”).

“La transformación que propone el feminismo es muy atractiva: construir un mundo mejor para todas las personas”.

“Un reto del feminismo es fortalecer la participación de las mujeres jóvenes, a pesar de lo que nos pueda costar a las más viejas”.

El lazo emocional con el feminismo vino a finales de la década de los ochenta cuando su papá murió y una compañera feminista de la universidad le dijo: “No te vas quedar sola por estos días. Nos vamos al encuentro feminista”. “Me gustó mucho sentir el mensaje de: ‘no te dejo sola, te acompaño’. Eso me sacudió”. (Ver: Claudia Mejía: mi vida entera ha estado marcada por el feminismo).

Más adelante, en la década de los noventa, empezó su participación en encuentros feministas internacionales que le ampliaron su conocimiento no solamente sobre las desigualdades entre hombres y mujeres, sino también dentro de la amplia diversidad de mujeres y de hombres. (Ver: Tres grandes del feminismo en Colombia).

Por esto, a Gloria le cuesta creer que haya mujeres que se llamen “feministas” y que nieguen la identidad de género de las mujeres trans porque es la misma exclusión que décadas atrás vivieron las mujeres afro y las lesbianas, solo que esta vez la historia se repite con las mujeres trans. (Ver: Qué es el transfeminismo en América latina).

Para Gloria el feminismo necesariamente habla de todas las personas. “Si nosotras pretendemos cambiar el mundo, no podemos excluir a nadie. Al marginar a las personas por orientación sexual o identidad de género, estamos limitando las posibilidades de transformación del feminismo, un movimiento comprometido con garantizar el respeto por los derechos humanos de todas las personas”. (Ver: Cristina Rodríguez: mujer orgullosamente trans).

Gloria Careaga

Gloria Careaga formó parte del grupo que en 1992 construyó el programa de Estudios de Género de la UNAM. También fue secretaria académica de ese programa durante más de diez años. Es docente en la Facultad de Psicología en la UNAM, coordina la Fundación Arco Iris y forma parte del Grupo Asesor de ONU Mujeres México.

La llegada de las feministas “transexcluyentes” -que hablan del “borrado de las mujeres” y ven a las mujeres trans como una amenaza para el movimiento- le ha recordado a Gloria cuando en el programa de Estudios de Género de la UNAM se incorporaron los estudios de masculinidades distintas a la tradicional. “Algunas feministas decían que esos estudios eran una estrategia de los hombres para ocupar los espacios de las mujeres y disputar nuestros recursos”. (Ver: Feminismo: lo que se dice vs. Lo que es).

En ese entonces las preguntas que Gloria les formulaba a quienes se oponían eran: “cuando hablamos de género, ¿de qué hablamos? ¿Solo de mujeres? Y ¿De veras ustedes creen que van a llegar hordas de hombres a cuestionarse su masculinidad? ¡Por favor! Tenemos que apoyar a quienes están realmente sensibilizados en el tema. Y todavía los hombres que estudian las masculinidades siguen siendo pocos”.

Para ella, las políticas de género pueden responder a las expectativas de las mujeres de ocupar espacios en todas esferas de la sociedad. “En Latinoamérica hemos tenido hasta mujeres presidentas, pero esto no ha sido suficiente para la transformación social que necesitamos. La estructura es demasiado sólida y está muy arraigada para pensar que con la presencia de las mujeres en todos los espacios será suficiente para logra el cambio que buscamos. La violencia de género, la brecha salarial y los estereotipos siguen campantes. Para acabar con esto es fundamental que los hombres se cuestionen su rol y que hagan cambios. Necesitamos abordar de fondo el sistema que sostiene el machismo, de otra manera nos estamos esforzando el triple”. (Ver: Hombres, ¿feministas?).

“Hay formas de construir la masculinidad distintas a la tradicional que vale la pena estudiar si lo que buscamos es una transformación social de fondo”.

“A las feministas de más trayectoria nos ha faltado ser más visibles, más contundentes públicamente contra el movimiento ‘transexcluyente’”.

Pero el movimiento feminista que niega las identidades trans, dice, está rebasando los límites al desconocer los derechos de las mujeres trans y las identidades trans en menores de edad. “Hablan con mucho desconocimiento del tema. Y lo más preocupante es que niegan el género, la categoría que permitió entender las desigualdades que viven las mujeres al asumir que por sus características físicas deben, obligatoriamente, asumir ciertos roles y comportamientos. Al negar el género, las feministas transexcluyentes se sincronizan con los grupos conservadores-fundamentalistas que hablan de la existencia de una ‘ideología de género’”. (Ver: El género existe y no es una ideología).

Por esto, agrega, el trabajo feminista se duplicó: ya no solo hay que contrarrestar los discursos que tradicionalmente se han opuesto a la igualdad entre hombres y mujeres y a la diversidad sexual y de género sino también a las mujeres que se dicen “feministas”, pero que “hablan de que ‘la ideología trans o queer está muy bien financiada’ y uno mira a las organizaciones trans y dice ¿cuáles recursos? Si no tienen un peso”.

Gloria recuerda que, en el encuentro feminista de 2009 en México, algunas mujeres la señalaron, a manera de reclamo, de ser “pro trans”. Y ella dijo: “sí, es verdad. Es más, tenemos que lograr que más mujeres trans estén en espacios feministas. También recuerdo que una vez en el encuentro feminista ‘Venir al sur’ en Costa Rica, una mujer trans que estaba en sandalias, dijo: ‘hoy me bajé de los tacones, el feminismo me ayudó a dejarlos a un lado’”. (Ver: Brigitte Baptiste, una navegante del género).

“Tenemos que lograr que más mujeres trans estén en espacios feministas”.

El movimiento “transexcluyente” también le ha recordado a Gloria que años atrás a una parte del feminismo le costó asumir las banderas del movimiento LGBTIQ, particularmente cuando los hombres gais eran los que marcaban la pauta. “Ahí sí no había ninguna cercanía con el movimiento feminista. En todo caso, tengo la percepción de que el feminismo y el movimiento LGBTIQ no mantuvieron una relación estrecha durante mucho tiempo”.

Como lesbiana y como feminista, Gloria se fue acercando al movimiento LGBTIQ de México al que al principio veía desde lejos, pero con la certeza de que estas dos fuerzas juntas contribuirían de manera más eficaz a la transformación social.

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Gloria descubrió que le gustaban las mujeres cuando tenía 14 años. “Y empecé a tener acercamientos con otras mujeres sin nunca pensar que estaba mal. Además, estudiaba en un colegio americano donde el ambiente era más relajado. Aunque, por supuesto, nos cuidábamos de que no nos vieran porque sabíamos que la relación de dos mujeres no iba a ser aceptada”. Su vida afectiva empezó con mujeres, después fue bisexual y desde que llegó a Ciudad de México a estudiar su maestría, se quedó solo con mujeres. “Yo dejaba que las cosas fluyeran”. (Ver: “Yo era rara por principio”).

“Necesitamos abordar a fondo el sistema que sostiene el machismo”.

Gloria Careaga

“Es importante que las voces feministas y LGBTIQ que profesan una fe sean más visibles. Nos ayudan a entender mejor esta intersección”.

Contrario a lo que muchas veces sucede, nunca se le pasó por la mente que lo que sentía y vivía fuera pecado. Quizás porque no creció en un ambiente particularmente religioso: su papá era ateo y su mamá católica, pero no obligaba a sus hijos a nada, simplemente preguntaba: “¿alguien quiere acompañarme a misa?”. (Ver: “Cuando acepté que ser homosexual no era enfermedad ni pecado, mi vida cambió”).

Y Gloria que era de las más cercanas a su mamá, iba con ella y por eso, quizás, tiene el repertorio católico metido en su cabeza: si por alguna razón va a misa, sabe muy bien qué sigue después de cada parte, aunque desde hace mucho tiempo no es creyente. “Yo estuve con mi mamá en los últimos días de su vida y cuando ella empezó a tener dificultades para seguir las oraciones, yo le ayudaba a terminarlas”.

Para Gloria, sus papás eran liberales a pesar de la época en la que vivieron. Les interesaba no solamente que sus seis hijos (Gloria es la quinta) cumplieran con los estudios y fueran a la universidad, sino que siempre les buscaban actividades según sus gustos: clases de ballet, de guitarra, de piano, de deportes…

Gloria nunca habló con su familia sobre su orientación sexual. “Yo opté por actuar igual que mis hermanos: llegar con la pareja, presentarla y listo. La diversidad sexual era un tema que no se tocaba en mi casa. Cuando yo era adolescente mis papás viajaban bastante y yo era la única que quedaba en la casa, ya que mis hermanos se habían ido a estudiar a otras partes. Y mis papás me preguntaban: ¿qué vas a hacer?”. La respuesta de Gloria era: “voy a pedirle a fulanita que se venga para acá”. Y, por supuesto, muchas veces esa fulanita era su novia. Nunca hubo un cuestionamiento de “por qué ella” y “qué son”. (Ver: Sí, todo mejora).

En general, cuando Gloria iba a salir, la única regla que tenía era: dime a dónde vas, con quién y a qué hora regresas. Y que sea la verdad. “Uno se acostumbra a eso. Incluso, podía decirles a mis papás que me iba el fin de semana a la playa con fulana de tal. Y su respuesta era ‘perfecto’”.

Solamente una vez, cuando estaba en el colegio, llevaba un buen rato hablando por teléfono y su mamá le preguntó: “¿por qué tanta habladera con fulanita?  ¡parecen novias!”. “Pero el problema era que estaba ocupando el teléfono mucho tiempo. Y efectivamente, yo tenía una relación amorosa con esa chica”.

Cuando Gloria tenía parejas con hijos su mamá le decía: “¿por qué asumes tantas responsabilidades con el niño?”.  Su respuesta era: “es la que asume cualquier pareja”. Curiosamente siente que sus hermanos han sido menos progresistas que sus papás. “Si bien reconozco su respeto, les ha costado trabajo. A veces me preguntan: ¿vas a pasar Navidad acá? En singular. Y yo les respondo: sí, vamos tres, si por ejemplo mi pareja tiene un hijo”.

“Al feminismo le importa el mundo: todas las personas”.

“Durante la pandemia, por el rechazo de las familias, se incrementaron los suicidios de personas LGBTIQ. En muchas partes hubo que abrir albergues para los jóvenes LGBTIQ que eran echados de sus casas”.

A pesar de que no sintió ningún tipo de censura en su casa por su orientación sexual, rápidamente entendió que este era un tema del que no podía hablar abiertamente en ningún espacio. Sin embargo, fue consciente de la difícil situación que atraviesan muchas personas LGBTIQ cuando junto con 13 mujeres construyeron la organización “El clóset de Sor Juana”, un espacio en el que las mujeres participaban en grupos de reflexión, talleres, convivencias y fiestas. (Ver: De eso no se habla)

Escuchar las historias de otras mujeres me sacudió. Por ejemplo, encontrar que los mismos padres o hermanos contrataban o violaban a las chicas para supuestamente ‘cambiar’ su orientación sexual. Algunas sufrieron unas palizas que las mandaban al hospital o las encerraban por un mes en sus cuartos. Conocí historias de mujeres que se embarazaron intencionalmente para que las echaran de la casa. Yo sentía la presión social de no poder hablar abiertamente de mi orientación sexual, pero lo que vivían las compañeras eran unas historias de pánico”. (Ver: Esto no es terapia).

Aunque muchas de esas situaciones aun persisten, además de seguir trabajando por acabarlas, Gloria plantea otros retos del feminismo y del movimiento LGBTIQ: uno evidente, ampliar su trabajo a desafíos como el cambio climático, las erosiones y la falta de agua. “Hay que impulsar esa perspectiva interseccional porque las mujeres y las personas LGBTIQ estamos en todas partes. Se trata de ver lo LGBTIQ en los grupos indígenas, en las personas con discapacidad, en las personas mayores y en las zonas rurales. Y para llegar a esto, todavía falta”. (Ver: La verdadera diversidad LGBTIQ).

El movimiento LGBT, agrega Gloria, ha sido muy efectivo en lograr reformas legales importantes, constitucionales incluso. “Pero tenemos que formar parte del panorama político y de los planes y acciones de gobierno. La presencia pública no puede limitarse a las calles y a los medios de comunicación, sino que tenemos que estar presentes en cada uno de los espacios de la sociedad. Le hemos apostado al cambio cultural a partir de la educación y del trabajo con medios, pero no ha sido suficiente. Tenemos que lograr el cambio cultural por el que tanto hemos trabajado”.

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