Nuestro sitio usa cookies de terceros para permitirnos elaborar estadísticas sobre las visitas y gestionar el envío de nuestras newsletter. Más información aquí.
ACEPTAR
Claudia Mejía feminista

Claudia Mejía: mi vida entera ha estado marcada por el feminismo

Claudia Mejía Duque fue la directora de Sisma Mujer hasta diciembre de 2019. Esta es la historia de una de las protagonistas de la segunda ola del feminismo en Colombia. Especial #VocesFeministas de Sentiido.

Fotos y vídeo: andresgofoto de goteam.media
Cómic: Powerpaola, especial para Sentiido.

Desde temprana edad Claudia Mejía Duque experimentó un profundo malestar por las desigualdades cotidianas que veía. Era una incomodidad a la que no sabía qué nombre ponerle, pero que le hacía preguntarse por qué su mamá –y no su papá– destinaba su tiempo a cuidarla a ella y a sus tres hermanas cuando también quería ser psicóloga.

Esto no significa que su mamá haya sido una esposa subordinada. De hecho, cuando Claudia Mejía y sus hermanas estuvieron más grandes, ella intentó estudiar psicología, carrera que no terminó. En todo caso, fue ella quien alimentó buena parte de los cuestionamientos que Claudia rápidamente incorporó en su vida como: ¿por qué no hay igualdad en la posibilidad de cuidar a los hijos y de trabajar fuera de la casa?

En su infancia y pre adolescencia, Claudia Mejía pasaba tiempo jugando en la calle, pero con los años empezó a notar que mientras los niños seguían fuera de sus casas, las niñas iban pasando más tiempo adentro. “Yo me preguntaba qué se habían hecho todas las niñas que antes estaban afuera”.

Ella, que era buena estudiante pero indisciplinada, recuerda que en quinto de primaria la rectora la sacó delante de todo el colegio por algo que había hecho. “Yo la miraba y ella me decía: ‘bájeme la mirada’. Como no lo hice, me expulsaron. Cuando mi mamá fue citada por esto, reivindicó que yo no había hecho nada diferente a escuchar a quien en ese momento me llamaba la atención”.  

Claudia Mejía feminismo
Claudia Mejía Duque nació en Medellín y vivió en esta ciudad hasta los siete años. Después se mudó con su familia a Bogotá. Es una de las protagonistas de la segunda ola del feminismo en Colombia, se desempeñó como directora de Sisma Mujer hasta diciembre de 2019.

Siempre, añade Claudia, su mamá defendió su derecho y el de sus hermanas a la libertad y a la igualdad de derechos y oportunidades entre hombres y mujeres. Hecho poco usual en una familia católica y conservadora.

En ese sentido mi embarazo y maternidad a los 17 años fueron motivo de preocupación, particularmente para mi papá. Si hubiera sido un hombre seguramente le habría preocupado pero no de la misma manera”.

En todo caso, fue la visión de mundo de su mamá sumada a la formación en derecho de su papá, lo que hizo que Claudia Mejía no tuviera mejor alternativa en la vida que ser feminista. (Ver: Es feminismo: no humanismo ni “igualismo”).

Buena parte de los actos cotidianos de la mamá de Claudia Mejía eran consecuentes con su visión de mundo que hace 50 años no era la predominante: hombres y mujeres deben ser iguales en derechos y oportunidades.

Decidió, entonces, estudiar derecho. Entró a la universidad a los 18 años y una vez más se encontró con la exacerbación de lo masculino, incluido el acoso sexual de docentes a alumnas. (Ver: Acoso sexual: lo que se dice vs. lo que es).

Cada vez me iba quedando más claro que la mayor desigualdad la vivían las mujeres. Podían compartir la pobreza con los hombres pero los efectos en ellas no eran los mismos y a esto se sumaba la violencia de género”. (Ver: Decir “No” un privilegio de los hombres)

Así, empezó su búsqueda en los partidos de izquierda y en el feminismo.  En la izquierda, de la mano de mujeres con quienes conoció el mundo del trabajo comunitario y popular.

Años después, cuenta Claudia Mejía en una entrevista en El Espectador, decidió recorrer junto a sus hijas los barrios más pobres de Bogotá.

Claudia Mejía feminismo
En el mundo feminista sentíamos la libertad de expresar cada una su orientación sexual. Por fuera de esos espacios, no recuerdo tal posibilidad. En ese entonces en la mayoría de familias se vivía de manera trágica que un integrante tuviera una orientación sexual diversa”.

Al feminismo llegó de la mano de la organización “Mujeres en la lucha”. “Había un grupo de mujeres de 17 o 18 años que compartíamos el mismo malestar por las desigualdades que veíamos y por distintas vías llegamos a Mujeres en la lucha a decirles que queríamos ser feministas. Ellas delegaron a Rosa Inés Ospina para que formara a esta nueva generación”. (Ver: Tres grandes del feminismo en Colombia).

Los preceptos feministas que en ese entonces aprendió fueron reforzados con El segundo sexo de la filósofa francesa Simone de Beauvoir (1908 – 1986), libro que marcó su vida.

El problema es que no siempre el feminismo y la izquierda tienen una buena relación. “Encontré en la izquierda rasgos tremendamente machistas. No sentía cercanía con la relación que existía entre hombres y mujeres que formaban parte de esos partidos”.

Así que a los 23 años eligió el feminismo. El primer encuentro feminista latinoamericano y del Caribe (1981) fue definitivo en esta decisión.

De ahí en adelante su mundo y su vida entera han estado marcados por el feminismo, dice Claudia Mejía, quien es descrita en una entrevista en El Espectador como una mujer sensible y de lágrimas y abrazos fáciles.

A esas características habría que añadirle “activa”. Por ejemplo, mientras hacíamos esta entrevista para Sentiido, ella se paró en un par de ocasiones a acomodar mejor algunos libros de la biblioteca.

“A pesar de mi formación católica, nunca tuve duda del derecho al aborto ni de la libertad de elegir a quién se ama”.

“Ha sido un esfuerzo grande lograr que se entienda que los derechos de las mujeres son derechos humanos”.

Uno de los momentos coyunturales de su vida fue la Asamblea Nacional Constituyente que le dio paso a la Constitución política de 1991. Las mujeres feministas no llegaron con representación propia a este escenario porque había un debate muy álgido dentro del movimiento de mujeres sobre si a la constituyente se debía llegar vía partidos políticos o de manera autónoma. (Ver: Feminismo en Colombia: una historia de triunfos y tensiones).

Así, las mujeres vinculadas a algún partido político se fueron con sus partidos y las autónomas no tuvieron la fuerza suficiente para sacar una mujer con representación propia.

El hecho de no haber llegado nos obligó a juntarnos. Acordamos unos puntos y presentamos a la constituyente una agenda única. Ganamos todos los puntos excepto el que los constituyentes liberales nos dijeron que los ponía a pelear con la Iglesia católica y no querían entrar en ese debate porque la necesitaban para otras reformas: el aborto”. (Ver: Las luchas del aborto en Colombia).

Poco después, en 1998, Marta Tamayo, Beatriz Quintero, Cecilia Barraza, Ana Cristina González y Claudia Mejía quienes, a excepción de Cecilia, formaban parte de la Red Nacional de Mujeres, decidieron crear la organización Sisma Mujer.

Sisma nació cuando nos acercábamos a uno de los momentos más críticos de la guerra en Colombia: la expansión del paramilitarismo”. Con el tiempo, la agenda de esta organización se enfocó en las violencias contra las mujeres por el hecho de ser mujeres, tanto en la cotidianidad como en la guerra.

Todos estos años de trabajo le permitió a Sisma y a otras organizaciones del movimiento, tener lista una agenda de propuestas que en su momento presentaron en la mesa de negociaciones de La Habana para que en los acuerdos de paz entre el gobierno colombiano y la entonces guerrilla de las FARC estuvieran reconocidos los derechos de las mujeres.

El reto ahora en temas de género en Colombia, concluye Claudia Mejía, es evitar perder lo que se ha ganado. “¿Cómo se enfrenta el riesgo de que quienes tienen miedo de nuestros avances ganen más poder político y judicial? La violencia contra las mujeres se incrementa en la medida en que sigamos avanzando”. 

“Sisma es reconocida por su fortaleza en trabajar la violencia contra las mujeres”.

Claudia Mejía feminismo
Según Claudia Mejía, el movimiento feminista en Colombia tiene la particularidad de haberse concentrado en la agenda de la guerra y después en la de la paz.

Sentiido: Hay una pregunta que falta procesar mejor: ¿qué les faltó a los movimientos sociales para lograr el triunfo del “Sí” en el plebiscito por la paz de 2016?

Claudia Mejía: El plebiscito nos permitió conocer el nivel de fanatismo que hay en el país. Me refiero a cuando algunos sectores religiosos decían que los acuerdos de paz establecidos entre el gobierno colombiano y la entonces guerrilla de las FARC iban a llevar a la “homosexualización de la sociedad” o “que atentaban contra la familia conformada por papá, mamá e hijos”, ideas que influyeron en el triunfo del “No”. (Ver: El género existe y no es una ideología).

“Creímos que la campaña por el ‘No’ iba a estar en el campo político público y no en la fe de las personas”.

Esos argumentos se difundieron en los cultos. En algunas partes hubo una gran confusión cuando los pastores pusieron en contraposición la Biblia y el acuerdo de paz. Si no hubiera existido esa controversia alrededor del enfoque de género en los acuerdos, el “Sí” habría ganado.

Es decir, esta no fue la única razón para que las personas votaran “No”, pero sin los votos que tuvieron que ver con esa controversia, habría ganado el “Sí”. Pero no sabíamos lo que estaba pasando en los cultos y en algunos púlpitos.

“No sabíamos el poder de algunas estructuras evangélicas y de otras católicas”.

Al poco tiempo de haber perdido el plebiscito nos reunimos con dirigentas del movimiento de mujeres para analizar qué había pasado. Y una mujer víctima del conflicto dijo que mientras nosotras nos enfocamos en argumentar por qué votar “Sí”, buena parte de quienes promovían el “No”, estaban tocando el alma de la gente en unos campos diferentes a los del acuerdo. 

Todo esto nos permitió entender, después del plebiscito, que teníamos que juntarnos mujeres feministas, LBTI, defensoras de derechos humanos y académicas para construir cómo argumentar en la mesa de negociaciones de La Habana la necesidad de continuar con el enfoque de género en los acuerdos de paz. Logramos una buena argumentación que la mesa acogió.

S: ¿Cómo lograr conversaciones -e incluso acuerdos- con los sectores conservadores religiosos?

C.M.: Después del plebiscito hemos trabajado en diálogos improbables pero posibles con sectores religiosos. Yo he asistido a estos encuentros porque quería preguntarles directamente a estas mujeres por qué creen que pretendemos “homosexualizar” a sus hijos.

Por supuesto, tenemos que empezar por quienes podemos sentarnos a hablar. Tengo una hermana cristiana quien es profundamente abierta a la inclusión y a la diversidad. Creo que tenemos que ser capaces de hablar con sectores pentecostales hasta llegar a los más radicales que, en últimas, no forman parte de una generación espontánea: nacieron por los avances de las mujeres y de las personas LGBTI.

S: ¿Qué opina del concepto “nuevas masculinidades”?

C.M.: El mundo que queremos incluye la construcción de nuevas masculinidades, pero muchas de mis colegas consideran que este concepto es otra vía más del machismo para mantenerse en el poder. En todo caso, no nos compete a las mujeres trabajar en crear nuevas masculinidades. Es algo que tienen que liderar los hombres. (Ver: Hombres, ¿feministas?).

“A medida que las organizaciones nos involucramos más en el cambio cultural, avanzamos en la transformación de los estereotipos de género que alimentan la discriminación”.

Los recursos de las organizaciones de mujeres no alcanzan para trabajar con hombres y mujeres, hay que escoger. Entonces, no es solamente una postura ideológica sino una razón práctica.

S: ¿Qué opina de que cada vez haya más organizaciones de mujeres jóvenes feministas?

C.M.: Las feministas de mi generación siempre hablamos del cambio generacional. En nuestras ONG vinculamos a mujeres jóvenes. En el activismo ese cambio generacional ha costado trabajo. Pero lo reclamamos. (Ver: Orgullosamente feministas).

Yo saludo profundamente esos nuevos grupos y lo felicito, así no compartamos ciertos puntos de vista. En todo caso, hay un momento en el que las personas debemos retirarnos y es hora de que a quienes nos tocó la etapa de la guerra nos hagamos a un lado y llegue la gente joven.   

Aunque saludo estas nuevas iniciativas, es importante que estas mujeres jóvenes feministas reconozcan que el camino que recorrimos fue fundamental para que ellas estén donde estén.

“Tenemos que hacer un ejercicio de reconocernos mutuamente con los nuevos feminismos porque eso nos enriquece a todas”.

Me preocupa que a veces la beligerancia de algunas de estas iniciativas se traduzca en cierta violencia. En términos generales, el feminismo ha sido pacifista. Nosotras le hemos dicho “No” al uso de la fuerza, a la violencia y a la confrontación con la fuerza pública. Las feministas de mi generación nos sentimos orgullosas de haber formado parte de una revolución sin armas.

S: ¿Qué responde cuando la gente dice: “yo creo en el feminismo, pero no el radical”?

C.M.: Antes de responder trato de comprender por qué esa persona dice eso para poder hablarle desde su perspectiva y no desde la mía. Así que intento hacer otra pregunta, por ejemplo: “¿a qué le llamas radical?”.

Si yo respondo sin contrapreguntar me voy a quedar sin saber por qué la otra persona dice eso. Muy posiblemente a esa pregunta la persona me podrá decir: “porque las feministas piensan que todos los hombres son malos”. Y ahí yo puedo responder “yo he adorado a muchos hombres y tengo un nieto al que amo”.   

S: ¿Qué responde cuando alguien dice: “Antes el feminismo se entendía porque no había igualdad, pero ya se consiguió y ahora las feministas buscan estar por encima de los hombres”?

C.M.: Siempre, sin importar cuál sea la creencia, acudo a una contrapregunta. Pero acá es fácil decir: “¿a qué te refieres al decir que en todos los campos hay igualdad?”. Es un tema de sustentar con cifras. También puedo preguntar: “cuando una mujer joven queda embarazada, ¿normalmente quién se queda con el niño?”. Con datos concretos es fácil evidenciar que la desigualdad persiste.     

S: ¿Qué responde cuando una persona dice: “Hablemos de violencia en general y no de violencia de género porque todas las personas la viven”?

C.M.: Yo no le digo a quien me expresa esa idea: “tú no tienes la razón, yo la tengo” porque rompo la comunicación. No saco nada con tratar de imponer mi discurso y es importante conocer las razones de esa otra persona para pensar de esta manera.

En este caso específico podría decir que hablamos de violencia de género porque hacemos alusión a la relación entre quien tiene el poder y quien no lo tiene y a las cifras de violencia, las de Medicina Legal.

El especial #VocesFeministas fue posible gracias a la Fundación Friedrich Ebert Stiftung Colombia.

Aliados - FESCOL Comunicación

Deja un comentario

¿Qué piensas sobre este artículo?

Newsletter Sentiido