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Seré un buen papá, pero no por ser homosexual

Ser un hombre homosexual ni me quita ni me pone cualidades o capacidades, pero seré un buen padre porque soy responsable, porque tengo amor de sobra para dar y porque quiero educar a personas que trabajen por construir un país basado en el respeto.

El día en que la Corte Constitucional le dio vía libre a la adopción por parte de parejas del mismo sexo, familiares y amigos me llamaron y me escribieron para felicitarme. Mi mamá incluso dijo: “¡Voy a ser abuela!”. (Ver: “La vida y Dios me premiaron con un hijo gay”).

Es curioso: algo que para ellos es lo más normal del mundo, para mí merecía una felicitación. Entiendo por qué lo hicieron: quienes me conocen, saben que desde hace un tiempo el instinto paternal despertó en mí y quiero tener hijos. (Ver: La Corte Constitucional aprobó la adopción igualitaria, ¿por qué esta vez sí?).

La alegría, sin embargo, duró poco. Escribí un trino para mostrar mi emoción y un señor me respondió: “Ustedes usarán a sus hijos como juguetes sexuales”. Ese día, callé y bloqueé al personaje, pero eso no evitó que me sintiera mal y me diera rabia y tristeza. Incluso, dudé de querer tener hijos en un mundo que parece ser cada vez más cruel y jodido.

También me hice varias preguntas: “¿Por qué ser una persona LGBTI es para algunos sinónimo de depravación sexual, de violador o de pederasta?, “¿Tiene algo de malo soñar con tener hijos?”. Este señor, que no me conoce, que no sabe de la educación que me dieron en mi casa, que no sabe de mi vida ni de mis sueños, se atrevió a hacer semejante acusación.

No seré buen padre por ser un hombre homosexual. Eso ni me quita ni me pone cualidades o capacidades, es solo una orientación sexual.

Ese, precisamente, es uno de los grandes problemas de este país. Estamos llenos de prejuicios y estereotipos hacia los demás, pero en realidad no conocemos a nadie más allá de nuestro círculo cercano. Todo lo que no sea o piense como nosotros, lo rechazamos. (Ver: Chao prejuicios).

Entiendo que la adopción no es un derecho que debamos adquirir personas LGBTI, es un derecho que tienen niñas y niños a tener una familia que los quiera, que los proteja y que les pueda dar la vida que merecen. Yo estoy seguro de que, cuando esté preparado, podré hacerlo solo o con una pareja. (Ver: Referendo de Viviane Morales: acudir a las mayorías para negar la igualdad).

Seré un buen padre porque soy responsable, porque tengo amor de sobra para dar, porque me gusta proteger a quienes amo y porque quiero criar y educar a personas que trabajen por construir un país basado en el respeto, en el que se pueda vivir con tranquilidad y que entiendan la diversidad como una ventaja, no como un crimen.

Esta semana, cuando el Senado aprobó el referendo de la senadora Viviane Morales con el que se pretende restringir la adopción a parejas heterosexuales que estén unidas en matrimonio o de hecho, sentí lo mismo que el día en que me dijeron que usaría a mis hijos como juguetes sexuales.

Un referendo discriminatorio

Además, no podía creer que redujeran el concepto de familia a una mujer y a un hombre con hijos, cuando la realidad nos muestra que ese modelo no es el único que existe. (Ver: 9 razones por las que el referendo de Viviane Morales sí discrimina).

Sentí también desesperanza porque entendí que en la democracia colombiana es cada vez más claro que no importan los derechos, sino los votos. Entendí que en este país quieren aplastar a las minorías y hacer como si no existiéramos, todo bajo pretextos absurdos que en realidad esconden desprecio por quienes se apartan de modelos que nos han vendido como los únicos, es decir, un hombre que se casa con una mujer con fines reproductivos.

El país está dando un peligroso giro hacia una homofobia que, en medio de derechos que se han ganado en los últimos años, parecía estar dormida. Aunque de llegar este referendo a la Corte Constitucional, es casi seguro que esta entidad no lo apruebe por inconstitucional, el daño está hecho. El mensaje que se le dio al país es que está bien discriminar. (Ver: Es un “No” más profundo).

En medio de tan oscuro panorama, traté de comprender esta realidad y recordé una frase que anoté en un papel cuando leí Si esto es un hombre, del escritor italiano Primo Levi: “Quizá no se puede comprender (…) o no se deba comprender, porque comprender es casi que justificar“.

No nos digamos mentiras, la impulsora de este referendo, basada en creencias personales, piensa que las personas LGBTI no somos aptas para ser mamás o papás.

Como Viviane Morales, hay millones de colombianas y colombianos que piensan que volveremos homosexuales a nuestros hijos o, en el peor de los casos, como me dijo el desconocido vía Twitter, que los violaremos.

De paso, en esta iniciativa se llevarán por encima a madres y padres solteros y a personas que estén divorciadas o viudas, pues no serán aptas adoptar. (Ver: Lo que falta saber del referendo de Viviane Morales).

Quisiera contarles a todas las personas que usan estos argumentos, que ni mi mamá es lesbiana ni mi papá es gay y a mí me gustan los hombres porque así nací. Como el mío, hay millones de casos.

Ahora, ¿qué problema hay en que, por ejemplo, una mujer lesbiana tenga una hija que como ella también lo sea?, ¿dónde está lo grave? Grave es que una persona no pueda tener una orientación sexual que se aparte de la norma heterosexual por miedo a que la juzguen, o que no pueda expresar y disfrutar su identidad de género por miedo a que la sociedad en la que vive la rechace o la violente. (Ver: La obligación de ser heterosexual).

El amor y el poder conformar una familia están relacionados con la libertad y con la felicidad y no deben estar condicionados a una pareja heterosexual. Antes de juzgar, de pensar por nosotras y nosotros, conozcan a una persona LGBTI. Somos seres humanos comunes y corrientes: soñamos, pensamos, lloramos, reímos, nos enfermamos, trabajamos y algunas queremos tener hijos.

Sé que esto no se va dar de la noche a la mañana y que será un proceso largo. Sé que este fue un año duro para los derechos de las minorías y dejarse derrotar es muy fácil, pero quiero invitarles a no dejarnos del 2016, a no dejar que las vidas y sueños de nuestros hijos –porque ya los tenemos y los vamos a seguir teniendo– queden relegados al espacio privado.

Ocupemos parques, museos, colegios, universidades, centros comerciales, calles, como la haría cualquier otra familia. Querer ser madres o padres no es un deseo egoísta, es un acto de amor que nada tiene que ver con la orientación sexual o identidad de género de alguien.

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