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¡La transfobia mata! Gritarlo hasta el cansancio

Las personas trans nos han dicho que la transfobia las está matando, pero no las hemos escuchado. Ni el Estado ni la sociedad civil somos conscientes de lo que significa que un grupo de personas, cuyos derechos humanos son vulnerados diariamente, vivan, en promedio, hasta los 35 años.

El viernes cuatro de abril, en el municipio de Bello, Antioquia, mientras que para muchos de nosotros transcurría un día normal y tal vez pensábamos en los planes para el fin de semana, Sara Millerey González, una mujer trans de 32 años, era torturada y asesinada. (Ver: “Nuestra revolución será envejecer con dignidad, respeto y amor”).

Le quebraron sus brazos y sus piernas y la arrojaron a una quebrada. Todo quedó grabado en un video que se compartió en medios de comunicación y redes sociales. (Ver: La fuerza de Lola Dejavu).

“¿Acaso tenemos que mostrar cuerpos heridos para que nos crean?, ¿acaso nuestras palabras no valen si no estamos agonizando frente a sus cámaras?, ¿hasta cuándo vamos a permitir el exterminio sistemático de las personas trans?”, se preguntó Jahira Quintero (@Jahiraquintero), quien se describe como psicopedagoga, transfemenina y marika, en un video compartido en su cuenta de X. (Ver: Cuando la pandemia aprieta: Alejandra y la desatención a las vidas trans).

Y es que a Sara nadie la ayudó. Nadie la salvó. Murió de una forma indigna, como suelen morir tantas personas trans. (Ver: “¿Cómo es tu nombre real?” y otras preguntas impertinentes).

“¿Acaso tenemos que mostrar cuerpos heridos para que nos crean? ¿hasta cuándo vamos a permitir el exterminio de las personas trans?”, pregunta Jahira Quintero.

Imagen tomada en el parque de los hippies, en Bogotá, durante la velatón para reclamar justicia por el transfeminicidio de Sara Millerey. Foto: Sergio Camacho Iannini.

El asesinato de personas trans es la forma más extrema de la transfobia, pero no la única“.

El de ella no es un caso aislado. Según la Defensoría del Pueblo, en el año 2024 acompañaron a 287 personas víctimas de violencia relacionada con su identidad o expresión de género, de las cuales 254 fueron mujeres trans y 33 hombres. Además, registraron 31 asesinatos. En lo que va de 2025 se han registrado 13 transfeminicidios. (Ver: Geografía de las luchas trans en América Latina).

El asesinato de personas trans es la forma más extrema de la transfobia, pero no la única. La gran mayoría de personas trans enfrentan enormes barreras para acceder a salud, a educación, a vivienda y a trabajos dignos.

Adicionalmente, como alguna vez me lo explicó la desaparecida activista Laura Weinstein, en lugares afectados por el conflicto armado viven un doble desplazamiento forzado. (Ver: Laura Weinstein, una fuerza que no morirá).

Siempre me pregunto por qué no hay una mirada sobre los casos de desplazamiento de personas trans que están solas, no en grupo. Como son amenazadas, sus familias piensan que están en riesgo y les piden que se vayan. Muchas llegan a las grandes ciudades a vivir en la calle”, contaba Laura.

A estas violaciones de derechos humanos hay que sumarle otra: los discursos violentos que niegan su existencia en las instituciones del Estado, en los medios de comunicación, en las calles y en las redes sociales.

Ni siquiera después de muertas las personas trans se salvan de la transfobia. En la Secretaría de Seguridad de Bello desconocieron la identidad de género de Sara, al igual que miles de comentarios en redes sociales que, además, la culpan por lo que pasó.

Estos discursos no son insignificantes. Cada palabra que se usa para borrar a las personas trans alimenta el odio y la violencia hacia ellas, por eso no hay que dejarlas pasar ni restarles importancia.

Sí, todo esto es transfobia. Es odio. Es discriminación. Es indolencia. Es falta de humanidad.

Foto: Juan Pablo Marín.

Además de escuchar a las personas trans y de acompañarlas en su digna furia, debemos, junto a ellas, exigir al Estado que investigue los asesinatos, garantice sus derechos y proteja sus vidas“.

Con toda la razón, hay mucha rabia y miedo entre las personas trans. Todos los días nos advierten que sus vidas están en peligro, que son amenazadas y violentadas. Sin embargo, el Estado no hace nada y en el país seguimos dormidos frente a sus constantes llamados.

Eso tiene que cambiar, no podemos seguir indiferentes. Como bien lo dijo en su cuenta de X la activista social y política Valeria Bonilla Ruiz (@ValLaPoderosa): “(…) las instituciones no están haciendo nada, se necesitan acciones”.

Además de escuchar a las personas trans y de acompañarlas en su digna furia, debemos, junto a ellas, exigir al Estado que investigue los asesinatos, garantice sus derechos y proteja sus vidas. La impunidad y la falta de justicia no pueden seguir siendo la única opción para ellas. (Ver: Los súper poderes del feminismo transincluyente).

Una forma de hacerlo es apoyar el proyecto de Ley Integral Trans, cuya construcción fue colectiva y que busca, según un comunicado de prensa, “cerrar los vacíos jurídicos existentes y garantizar la igualdad y no discriminación para todas las personas con identidades de género diversas”. (Ver: El apoyo familiar a las personas trans marca la diferencia).

En una reciente publicación en la cuenta de Instagram de la iniciativa, se explica que “la Ley es más que un papel: es un acto de justicia que llega tarde, pero que aún puede sanar. Es una forma de decir: ‘Lo que te pasó no debió pasar’, y de empezar a cambiar las reglas para que nadie más tenga que sufrir por ser quien es”. (Ver: Mónica Fonseca: si nos sumamos a las causas LGBTIQ, el mundo será mejor).

Es necesario que quienes contamos con el privilegio de vivir más allá de los 35 años y gozamos de diversos derechos, comprendamos que, el acceso de las personas trans y no binarias a derechos que les han sido negados históricamente, representa una sociedad más justa y un mejor mundo para todas las personas. Es inadmisible que sean ellas, en soledad, quienes ponen sus cuerpos y sus vidas por una Colombia justa. (Ver: Yo, monstruo mío).

Es necesario que quienes contamos con el privilegio de vivir más allá de los 35 años, comprendamos que, el acceso de las personas trans y no binarias a derechos que les han sido negados, representa un mejor mundo para todas las personas“.

No hay palabras suficientes para describir el transfeminicidio de Sara ni lo absurdo que es que las personas trans sean maltratadas y asesinadas sin que nada pase“.

El miércoles 9 de abril asistí a una velatón en Bogotá en memoria de Sara. Infortunadamente, como algunas personas trans lo denunciaron, las instituciones se tomaron el espacio y lo convirtieron en algo que no era, una fiesta. Un grupo de ellas, indignadas por lo que pasó, nos invitaron a reflexionar y a bloquear la carrera Séptima.

“¡Esta no es una puta fiesta!”, expresaron muchas. Y se les escuchó también gritar a todo pulmón y con algunos megáfonos: “Con nuestro silencio nunca más”, “Furia travesti”, “La que murió peleando vive en cada una de nuestras compañeras”, “Contra la violencia machista, aquí estamos trans y maricas”.

No hay palabras suficientes para describir el transfeminicidio de Sara ni lo absurdo que es que las personas trans sean maltratadas y asesinadas sin que nada pase. Sin embargo, ese espacio me dio la esperanza de que todavía nos queda algo de humanidad.

Allí se habló de la necesidad de personas aliadas y comprometidas para construir lazos de solidaridad. También de la “‘juntanza’ para cuidar y sostener las vidas trans, maricas y disidentes (…) y hacer frente al odio”. (Ver: Cristina Rodríguez: mujer orgullosamente trans).

No podemos permitir que los asesinatos de personas trans y su derecho a vivir dignamente continúen siendo noticia de un solo día ni caer en el vacío de la impasibilidad.

Hay un párrafo del libro La mala costumbre de la escritora trans española Alana Portero que puede ayudar en este momento de rabia, de tristeza y de duelo colectivo para las personas trans. Lo comparto, no sin antes decirles que sus vidas y sus sueños importan. A todas ustedes, mi solidaridad.

Si te digo que el mundo es bien cabrón, pero bien cabrón, y que está lleno de comemierdas deseando bajarte la alegría a golpes, eso ya lo sabes, pero hay cosas que están en tu mano. Deja de cargar con el maletín y usa lo que llevas dentro. Y si de momento te vale con caminar de noche y llorar como una cachorra, pues hazlo”.

No podemos permitir que los asesinatos de personas trans y su derecho a vivir dignamente continúen siendo noticia de un solo día“.

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Escrito por
Sergio Camacho Iannini
Periodista de la Universidad del Rosario y magíster en estrategias de comunicaciones del King’s College de Londres. Aliado del feminismo y defensor de los derechos humanos. Es adicto a los podcast, siempre lleva un libro o una revista dentro de la maleta, y le encanta tomar fotos con el celular. La meditación le está cambiando la vida. @agualaboca
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